A pesar de los cambios de estructura, la FIFA sigue un rumbo que poco tiene que ver con el fútbol. Muchos bolsillos se llenan de dinero y los amantes de la pelota solo aumentan su dolor.
La condena brutal de ver devoradas sus visceras diariamente, atado, impotente e incrédulo todavía, pese a la cotidianeidad del severísimo castigo. La consecuencia del tormento atroz era casi perder el conocimiento, el dolor indecible regaba sus músculos de un ácido láctico que no tenía el objetivo de convertirse en bálsamo pero que lo era, porque el ardoroso efecto le permitía encontrar un respiro al acontecimiento sobrenatural que no tenía lugar en su caja torácica.
La condena brutal de ver devoradas sus visceras diariamente, atado, impotente e incrédulo todavía, pese a la cotidianeidad del severísimo castigo. La consecuencia del tormento atroz era casi perder el conocimiento, el dolor indecible regaba sus músculos de un ácido láctico que no tenía el objetivo de convertirse en bálsamo pero que lo era, porque el ardoroso efecto le permitía encontrar un respiro al acontecimiento sobrenatural que no tenía lugar en su caja torácica.
La sonrisa socarrona que acaba de legitimarse, ahora todo es alegría, abrazos, felicitaciones, vítores para el vencedor que accedió al trono mediante alianzas, denostaciones y corruptelas. Pero ¿qué importa? si ante los ojos del mundo parece un redentor. El hombre que expiará todos los pecados del pasado con ese porte cautivador de hombre ejemplar. Delante suyo la rastrera comitiva aplaude con satisfacción y beneplácito.
Es ella el monstruo, tan imponente como indescifrable desde tiempos inmemoriales, altiva y orgullosa de su legado de muerte y destrucción, de ella versa el mito que es indestructible y cruel a tantos iguales; que si alguien es lo suficientemente osado como para perturbarle, recibirá por castigo contemplarla eternamente tras la conversión de su humanidad en monolito. Peor aún para aquel que tenga el valor y la entereza de hacerle frente y segregarle (no con facilidad) alguna de las interminables cabezas de serpiente que tiene por cabello, porque aún antes de verle brotar dos nuevas en su lugar, ya estará entre sus fauces con posteridad y gloria nulas.
De nuestros sueños más profundos, más idílicos, más quiméricos emerge hasta adquirir la corporeidad de un Titán, más que un humano pero menos que un Dios, presente en la gambeta, en el caño y en el gol; pero también en la férrea marca, en la tenaz atajada o en el último recurso de la precisa barrida. Está en el potrero como en el estadio, en las calles y en los patios de cualquier colegio. No precisa presentaciones ni se regocija en adulaciones falaces. Muchos viven empeñados en endiosarlo y otros tantos persiguen la fútil idea de degradarlo, de humanizarlo. Pero él sabe mantenerse en el lugar que le corresponde, ese lugar al que no pueden acceder los mortales. Y sin embargo surgió un Titán que desafió a Medusa y la venció, con astucia y valor; transformó la fortaleza del monstruo en su debilidad más marcada, logrando petrificarla con todo y las serpientes amenazantes que formaban parte de ella.
Lo mismo le pasó a la FIFA cuando su entramado de corrupción quedó al descubierto, petrificadas y temerosas quedaron cada una de las cabezas de serpiente que la conformaban. El monstruo parecía haber muerto cual Medusa ante los acontecimientos que provocaron un terremoto mundial con epicentro en Zürich, Suiza. Pero a diferencia de Medusa, la FIFA pudo salir de esa petrificación y despertar con mayor vileza a cada una de las víboras que la habitaban, aunque ahora bajo la apariencia de pulcros y mansos corderos "exigentes" de transparencia y legalidad. En realidad lo que buscaban era una nueva cabeza que habitar, después de que la vetusta y derruida que les permitió tantos excesos había quedado ella sola, convertida en piedra y perdida entre la ignominia y el desprestigio.
El gran condenado termina por ser el fútbol, porque pese a todo la FIFA seguirá siendo FIFA, no nos equivoquemos esperando un golpe de timón. Cambia un rostro, no las formas. Da los mismo si es Joseph Blatter o Gianni Infantino, de todos modos la resurrección de Medusa está gestada y mientras tanto a nuestro fútbol le seguirán comiendo las visceras cada uno de los días por venir.
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