Ante cada resbalón del seleccionado argentino, en cualquiera de sus categorías, siempre se le apunta a lo formativo. Cuando se remueven los escombros de los intentos de explicaciones vanas, aparecen imprevistamente las divisiones inferiores en el ojo de la tormenta.
Todo el tiempo se le buscan chivos expiatorios a las derrotas y se ha instalado en los últimos años que el no ganar, como si fuera soplar y hacer botella, viene de la mano con lo mal que se trabaja en las categorías menores de nuestro fútbol.
"Ya no se forma como antes", "en Europa trabajan mejor", son algunos de los pensamientos de los opinólogos de turno. El problema no es que lo hagan, sino que los mismos sean sin fundamentos y decirlo porque a alguien o algo hay que echarle la culpa. Difícilmente estemos alejados del "modelo europeo", ese que muchos proclaman, en divisiones inferiores.
Todo el tiempo se le buscan chivos expiatorios a las derrotas y se ha instalado en los últimos años que el no ganar, como si fuera soplar y hacer botella, viene de la mano con lo mal que se trabaja en las categorías menores de nuestro fútbol.
"Ya no se forma como antes", "en Europa trabajan mejor", son algunos de los pensamientos de los opinólogos de turno. El problema no es que lo hagan, sino que los mismos sean sin fundamentos y decirlo porque a alguien o algo hay que echarle la culpa. Difícilmente estemos alejados del "modelo europeo", ese que muchos proclaman, en divisiones inferiores.
Paulo Dybala, uno de los mayores exponentes del fútbol argentino en el exterior. |
Los entrenadores, especialmente los jóvenes, se capacitan cada vez más y las metodologías de entrenamiento han sido agiornadas en los últimos tiempos. Se entrena cada vez más con pelota y se le da importancia a la técnica, pese a que muchos crean lo contrario. Obvio que hay excepciones a las reglas, pero en general vamos camino a esa vertiente.
Si de formar se habla, la captación es la gran vedette. Si se capta bien se corre con una ventaja. La técnica es innata y el futbolista nace con esa cualidad, de eso se trata un poco este juego. A mayor técnica, mejor toma de decisiones. Si estas se combinan tendremos un proyecto a jugador de élite. Para ello existen extensas pruebas en todo el país y torneos de envergadura como el Valesanito en Santa Fe (www.valesanito.com.ar), por citar uno de tantos que se hacen en el año.
En Argentina abundan los buenos futbolistas, eso no está en discusión ni siquiera por el más crítico. Somos tierra fértil en ese área, como una fuente inagotable de recursos. Ahí es donde empiezan a aparecer las conjeturas: ¿si tenemos buenos futbolistas, quizás los mejores, por qué no ganamos nada?
La respuesta o receta mágica de la solución no la tenemos nosotros, eso está más que claro. Sin embargo, encontrar la explicación que no se gana porque se trabaja mal desde las bases es de un facilismo aterrador y una liviandad absoluta.
La respuesta o receta mágica de la solución no la tenemos nosotros, eso está más que claro. Sin embargo, encontrar la explicación que no se gana porque se trabaja mal desde las bases es de un facilismo aterrador y una liviandad absoluta.
En Argentina, un joven de 12 o 13 años (edad con la que ingresa a novena, primera categoría de juveniles), pasó por una carga horaria de entrenamientos y partidos que ningún chico en el mundo tiene. El problema no pasa por competir, sino por las formas. De hecho ese roce que adquiere a tan temprana edad termina siendo un plus a futuro.
La clave pasa en cómo hacer llegarle el mensaje al niño futbolista. Los entrenadores deben brindarle herramientas a sus jugadores para que puedan desarrollar su juego e intentar ganar, según lo entrenado.
Ahora bien, si medimos el éxito o fracaso del crecimiento del chico en si gana o pierde el partido del fin de semana equivocamos el objetivo. Presión y formación no van de la mano.
En toda esta parafernalia en la que vive sometido el fútbol argentino, los padres o representantes (muchos chicos ya desde los siete u ocho años tienen uno), poseen una presencia preponderante en la vida futbolística del niño.
Ahí es donde el formador de turno se encuentra en ese tire y afloje de enseñarle y decirle al jugador lo que debe hacer, en contraposición de las presiones externas que el nene recibe y pueden atentar no solo en su rendimiento, también en su crecimiento.
Esto último de una reflexión: ¿el problema es de cómo formamos en inferiores o de las trabas que se les ponen a la misma a veces?
Plantear que está "todo mal" en inferiores, como se puso de moda, es peligroso, más si hay aristas que no se tienen en cuenta a la hora de analizarlo exhaustivamente. Esperemos que no termine transformándose en un cliché.
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