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El fútbol y las nostalgias de siempre

La eterna discusión entre el fútbol de antaño y el actual se hace permanente entre las distintas generaciones. La evolución de las realidades a lo largo del tiempo, es fundamental en la evaluación pero no tiene peso suficiente ante la subjetividad del espectador.


Aquella no era una esquina cualquiera. Ese viento tan particular de cada cruce de calles, traía consigo un aroma a rivalidad futbolera. Un enfrentamiento de banderas, de ídolos y de tiempos. Una enemistad escondida detrás de una amistad que aún se mantiene firme más allá de los años y los kilómetros de distancia.

Una tarde de sábado, Roberto Pizarro, tan enorme futbolista como persona, el veterano Don Osvaldo, arrabalero, acérrimo creyente del pasado como medida de todas las cosas, y mi viejo, aún en esa etapa que confunde la juventud con el resto de la vida, intentaban hacer añicos el fútbol de los nacientes años 90. Quien escribe, junto a otros jóvenes entusiastas, defendíamos aquel presente con la seguridad de una irrespetuosa adolescencia en una mano y las cartas de Diego Maradona, Marco Van Basten o Romario en la otra.

“¿Nene, vos sabés lo que eran Farro, Pontoni y Martino?”, “¿Cómo vas a querer comparar a Maradona con el negro Pelé?” “Ese Turu Flores, en la época de Veira y Doval, no jugaba ni en tercera”. Frases terminantes y nombres propios. Con olor a caducidad para nosotros, con perfume a nostalgia para ellos. El fútbol había cambiado. Y todavía internet no era un arma popular que permite contrastar el hoy con el ayer. Todo era incomprobable. Menos la pasión de unos y otros por defender lo suyo.

Los años pasaron. Dos décadas y medias nos separan de aquella soleada jornada de otro siglo. El pasado, el presente y el futuro transitan delante de nuestros ojos en YouTube y el contraste del ayer y el hoy permite intuir, con menor margen de error, el mañana. Y hoy, a mis casi cuarenta, comienzo a cruzarme de vereda.

Hoy soy yo quien observa con mirada inquisidora este fútbol de estrategias extremas, cercanas a la perfección y talentos limitados a cumplir una parte del libreto. Este fútbol de entrenadores superdotados y futbolistas romperecords. Este fútbol de partituras escritas e intérpretes obedientes. Este fútbol que crea estrellas en pañales. Este fútbol mecanizado que intenta eliminar la sorpresa. Este fútbol que no me gusta y me hace pensar que aquel fútbol era mejor.

Pero claro. Tanto en aquella tarde noventosa como en mi pensamiento menos analítico, se omiten los escenarios. Hoy se dejan de lado los motivos que obligaron a Arjen Robben a dejar atrás su versión de extremo desequilibrante para convertirse, solo un lustro después, en un jugador funcional a una estrategia donde ella más lo necesita. Ayer se omitieron las limitaciones tácticas que generaban la necesidad de héroes futbolísticos contra las adversidades crecientes que proponían los sistemas defensivos. Y siempre se dejó de lado que para considerar la supremacía de unos sobre otros habría que comprobar su poder de adaptación a cada una de las realidades. Un ejercicio imposible.

Sin embargo me cuesta horrores valorar favorablemente este fútbol robotizado. Entiendo que este es el principio del futuro a mediano plazo del fútbol. Y el fútbol, se aleja a paso veloz de la esencia propia de aquel que aprendí a amar. Allí yace el problema. El fútbol de antes no era mejor ni peor. Era un fútbol jugado de otra manera, que fundó mis ideales y mi paladar acerca de la forma de llevarlo a cabo.

No puedo evitar mi disgusto. No imagino a Eric Clapton, Ginger Baker y Jack Bruce cediendo parte del incontrolable talento musical que derrochaban en Cream. ¿Cómo podría entender como mejora el ordenado cumplimiento de la mejor partitura, en detrimento de aquellos fabulosos, improvisados e interminables solos instrumentales? Tampoco imagino a Maradona encerrándose en una función ofensiva cuando podía hacerlas todas, incluso enalteciendo la tarea de compañeros mediocres. 

Así me refugio en el subdesarrollo. En un fútbol menos esquematizado que el europeo. Donde aún aparece algún héroe salvador y las limitaciones de antaño. Los años me han hecho mirar desde la vereda de enfrente y hoy soy yo quien desafía a los jóvenes desde la comodidad del pasado. Mientras tanto, espero encontrarle el encanto a esta realidad nueva. Donde los héroes son prolijos señores de saco y corbata que entregan, libreta -o tablet- en mano, los secretos para interpretar una partitura. Como en las más importantes orquestas del mundo, los directores son renombrados y destacados, pero ¿alguien conoce el nombre del mejor violinista? Hacia allí parece que vamos.

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