Luis Enrique y sus dirigidos llegan a tierras niponas en busca de su tercer título del Mundo. Sería el colofón a un 2015 soñado. La presencia de Neymar es el gran interrogante de la delegación catalana.
Es el candidato de todos, el equipo que menos paga en las apuestas y aquel que sorprendería si no se quedara con el Mundial de Clubes. Barcelona afronta este último título del 2015 con sesgos de obligación y la tarea marcada de no confiarse en su poderío. Tanto en semifinales como en una potencial final, la motivación de tener del otro lado a Lionel Messi y compañía puede generar un plus en rivales que quizás estén ante la cita de sus vidas.
Muy lejos quedó enero; la dinámica enfermiza del fútbol y de las noticias puede generar que pareciera que todo aquello sucedió en otra vida. Pero fue hace casi 12 meses cuando se dudaba de la continuidad de Luis Enrique, cuando se daba por segura la salida de Messi del club, cuando tuvo que irse Andoni Zubizarreta, el director deportivo, como fusible que saltó tras una caída 1-0 en Anoeta ante la Real Sociedad en el primer juego del año. Luego, lo sabido, un Barça colosal que encontró una dinámica híper positiva y que confirmó un estilo nuevo, con la base de aquel conjunto que sublimó el fútbol de posición con Pep Guardiola y que sumó voracidad en los últimos metros de la mano de una delantera de ensueño.
Esencia sudamericana. El mejor de Argentina (y del Mundo), el mejor de Brasil (y que en unos años seguramente también domine la orbe) y el mejor de Uruguay. Poca cosa. Las gambetas de Messi y su juego cada vez más completo, la magia de Neymar y el coraje de Luis Suárez. Lo decía el entrenador en una reciente conferencia de prensa, es difícil recordar un ataque conformado por tipos tan referenciales y con peso propio que funcionen de manera colectiva y sean complementarios y solidarios entre sí.
Con la mano fuerte en sus delanteros y un andamiaje en defensa y en el mediocampo que permitió explotar al máximo ese handicap, los catalanes levantaron en este año calendario la Liga, la Copa del Rey, la Champions League y la Supercopa Europea. Solo se les resistió la Supercopa de España, a manos del Athletic Club.
El karma de las lesiones
La sanción con la que FIFA castigó al Barcelona generó que a mitad de año no pudiera incorporar futbolistas (Arda Turan y Alex Vidal ficharon en julio pero recién debutarán en enero del 2016) y el equipo no pudo renovarse. La salida de Pedro rumbo al Chelsea minó la principal variante ofensiva del staff técnico culé.
Pero fue una andanada de lesiones la que generó mayores dolores de cabeza en Can Barça. La más resonante, la de Messi, quien estuvo cerca de dos meses alejado de la competencia. Rafinha se rompió los ligamentos cruzados de su rodilla derecha y redujo aún más las rotaciones en una zona sensible. En la zaga también se sucedieron varias ausencias. La última de las novedades en la enfermería es Neymar, con una lesión fibrilar. Viajó a Japón junto a la delegación a pesar de ser una incógnita su participación.
Ante este panorama, aparecieron algunos recursos novedosos. Sergi Roberto finalmente dio ese paso adelante y fue rueda de auxilio tanto en el centro como en el lateral o incluso como extremo. Cuando Messi estuvo afuera, Neymar y Suárez se hicieron aún más protagonistas y capearon las dudas que se posaban sobre el equipo sin Leo. Por otro lado, Sandro y Munir El Haddadi no lograron ser fiables como alternativas de ataque.
Un equipo en alza
Tras un comienzo de temporada con una bajón lógico tras la alta tensión competitiva, sumada a la ya conocida tendencia de los equipos de Luis Enrique a hacer mucho mejores segundas vueltas que las primeras, nuevamente el Barça volvió a un nivel más que interesante. Las goleadas ante Real Madrid y Roma fueron los picos de rendimiento en la segunda mitad del año.
De todas formas, antes de subirse al vuelo que lo depositó en Japón, el conjunto catalán hilvanó tres empates en hilera. Uno en el último juego de Champions, un mero trámite, ante el Bayer Leverkusen en Alemania. Los otros dos algo más inesperados por cómo se dieron: ante el Valencia en Mestalla y ante el Deportivo en casa. En ambos casos, los blaugrana estaban adelante en el marcador y les empataron cerca del cierre. ¿Para encender una luz de alarma? No necesariamente, aunque con esos puntos dilapidados, el Atlético de Madrid los alcanzó en la cima de la Liga.
Un torneo que dejó de ser un mal trago
El Mundial de Clubes, contando con el antecedente extra de la Final Intercontinental de 1992, ya no es para el Barcelona una piedra en el zapato. En aquel juego a comienzos de los '90, el Sao Paulo de Telé Santana lo dejaría sin festejo. Luego, el Inter de Porto Alegre también amargó al equipo de Frank Rijkaard.
Fue recién con Pep Guardiola, en Emiratos Árabes, en aquel inolvidable partido ante el Estudiantes de Alejandro Sabella, que el Barça logró ser campeón del Mundo. Repetiría en el 2011 en Japón ante el Santos de Neymar, en una de las más brillantes noches del Pep Team, el día del 3-7-0, la jornada de los mil pases, la velada en la cual el propio Ney habló de una "lección de fútbol".
El Barcelona llega entonces a Oriente con mucha responsabilidad. Si post Ley Bosman la distancia entre europeos y el resto del planeta fútbol se amplió, la posibilidad de contar con el mejor jugador del mundo y un equipo que potencia su categoría lo pone más aún como favorito. Por supuesto, los blaugranas son más que la Pulga y sus compañeros de ataque, de hecho, no se mencionó hasta ahora la presencia de tipos de sobrada jerarquía como Gerard Piqué, Sergio Busquets o Andrés Iniesta, campeones de todo además con España.
Guangzhou Evergrande es el primer rival en el horizonte Barça. Un River que dejó muchas dudas frente al Sanfrecce Hiroshima sería el potencial adversario en un supuesto juego decisivo. El objetivo es claro: regresar a Cataluña con el tercer campeonato del Mundo.
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