River no disputó un buen encuentro ante Sanfrecce Hiroshima pero finalmente logró su cometido. El partido previo a la instancia cumbre se hace cada vez más complicado para los sudamericanos.
"Hice 15000 kilómetros,
horas y horas en avión y me endeudé para los próximos cinco años por verte en
la final y no llegas". Ese podría ser tranquilamente el pensamiento de un
hincha sudamericano que viaja a Japón, Marruecos o Emiratos Árabes Unidos para
ver a su equipo jugar la final del Mundial de Clubes contra el mastodóntico
Barcelona, Bayern Munich o Real Madrid y es eliminado en semifinales por un
club asiático o africano.
Llegar o llegar, esa es la cuestión. Como sea. La decepción fue mayúscula cuando el Inter de Porto Alegre o
el Atlético Mineiro fueron eliminados por TP Mazembe y Raja Casablanca
respectivamente. De hecho, hinchas del Cruzeiro posan con la camiseta del club
marroquí y el escudo de su equipo. Una broma que puede ser eterna para el rival
y enemigo sempiterno.
Acabará llegando el turno para los argentinos. Boca Juniors
o Estudiantes lo sufrieron en su momento (1-0 al Etoile du Sahel tunecino y 2-1 al Pohang Steelers surcoreano, respectivamente) y San Lorenzo (prórroga ante el Auckland City) o River Plate, rozaron el
ridículo. La diferencia en el balompié entre europeos y sudamericanos es cada
vez más insalvable y entre el resto del mundo y sudamericanos, más reducida.
El hecho es que el club que gana la Copa Libertadores en junio, julio o agosto (dependiendo del capricho de la CONMEBOL), automáticamente
se bloquea y se mentaliza para diciembre del mismo año. Ese efecto
invernadero más normal en tortugas que en clubes de fútbol es cada vez más
notorio en el fútbol argentino. River ha efectuado un flojo segundo semestre de
año con partidos para el olvido, un torneo local abandonado y una eliminación
de Copa Sudamericana que "no pareció dolerle porque en semanas espera el Barcelona". Todo está
perfectamente planeado para el día D, el momento en el que se juega la final
contra el poderoso equipo catalán, el sueño de hinchas, directivos y hasta futbolistas se
cumple.
Pero para disputar ese partido en el que no es favorito y en
el que el sueño del "y si no tienen el día y nosotros estamos
iluminados..." (cosas más raras se han visto) puede cumplirse, hay que
ganar una semifinal. Un cotejo para el que no se está preparado
psicologicamente ante un golpe inesperado. Un gol en contra puede ser
irreversible y terrible. Una pesadilla para el hincha del fútbol sudamericano
que vive la ex Copa Intercontinental como el trofeo más importante de todos. A
diferencia del europeo, que muchas horas después, aún no sabe ni se
interesa por el ganador de la primera semifinal (obviamente hacemos mención del
aficionado, no del equipo y cuerpo técnico), es más, probablemente no visualice
la suya.
Hinchas de Boca Juniors estarían regocijándose en el primer
tiempo ante cada llegada del Sanfrecce Hiroshima, pensando en distintas
maldades para bromear al eterno rival. River demostró su superioridad en lo
primeros quince minutos pero luego se diluyó, producto del miedo escénico. Una
derrota en estas instancias sería imperdonable por parte de sus hinchas y
borraría todo lo anteriormente logrado. Los nervios se apoderaron de los pupilos
de Marcelo Gallardo quien no tuvo un gran día en cuanto al planteamiento, a
diferencia de su homónimo Hajime Moriyasu quien realizó un trabajo previo
excelso al igual que en el choque previo ante el TP Mazembe. Dio la sensación
de que los japoneses a diferencia de los argentinos, minimizaron el azar lo máximo posible. Estrategia y
estudio perfecto, ejecutado por el orden y acatamiento de los jugadores que son técnicamente limitados pero que cumplieron a la perfección los planes establecidos
en los tres partidos disputados del torneo. Segundo toque de atención
consecutivo para el fútbol argentino en un Mundial de Clubes.
Finalmente, Marcelo Barovero y Lucas Alario tranquilizaron
el corazón de los hinchas desplazados a Japón y sobre todo, la oportunidad de
que el dinero y el sacrificio apostado por ellos sea devuelto al menos con la
oportunidad de enfrentar a un equipo con jugadores de otro planeta. River llegó al choque decisivo, de aquella manera pero llegó. Al fin y al cabo el hincha quiere visualizar la final y avanzar en semifinales sea como sea. Llegar o llegar.
Dedicado a los fieles y locos hinchas que son capaces de
hipotecar su casa a cambio de un préstamo bancario para seguir a su equipo hasta el fin del
mundo. Gracias por engrandecer el deporte más hermoso del mundo.
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