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El señor Vélez Sarsfield

Por iniciativa de la Subcomisión del Hincha de Vélez Sarsfield, los simpatizantes de Vélez, junto a dirigentes, ex jugadores y jugadores del club, participaron del descubrimiento de una estatua en reconocimiento a Carlos Bianchi, el hombre que llevó al Fortín a codearse con los grandes del mundo. 


La imagen describía una parte de la historia. La bocha calva con terminaciones enruladas. La estampa firme y segura de la experiencia. Aquella que trajo de vuelta en el inicio de los 80 con acento francés y perfume de gol. La V azulada transformada en bronce para siempre. El jugador. El que estuvo presente en aquel primer pasito del Fortín rumbo a la grandeza en el lejano 1968. El que regresó para que los más chicos supieran que los goles se gritan con los compañeros porque son los que te permiten hacerlos. El que “eligió ser de Vélez” porque Vélez lo eligió a él.

Ese trozo de la leyenda, que lo convirtió en el máximo goleador histórico de la institución con 206 tantos en 324 presentaciones y lo mantiene como el décimo artillero de todos los tiempos en el fútbol argentino, a pesar de no superar los diez años de participación en nuestros torneos, fue sólo un adelanto de lo que significaría Carlos Bianchi en la historia del club de Liniers.

Tras despedirse como futbolista en 1984 y emprender nuevos desafíos desde afuera del campo de juega en el país galo, Carlitos volvió un día de 1993 a intentar devolver al club la gloria que no conocía desde finales de los 60. A poner fin a las repetidas frustraciones de una institución que tenía las vitrinas vacías. Que necesitaba completar la obra de Don Pepe Amalfitani desde adentro de la cancha.

Trabajo, sacrificio, constancia, orden, pertenencia. Valores sublimados por un hombre que se hizo en la calle, arriba de un colectivo, vendiendo diarios del puesto de su padre. Compatibles con el semblante de un Vélez austero y luchador. Que ponderaba lo institucional a un título sin sostén. Con ese libro regresó al Amalfitani. Retornó a culminar la obra que le debía a su querido Vélez Sarsfield, ese lugar en el mundo que le permitió dedicar su vida a lo que le gustaba: ser profesional del fútbol. Y vaya si lo fue.

Aquel nuevo cruce de caminos determino un hito histórico para ambas partes. Nunca volverían a ser los mismos. Vélez colocaría su nombre entre los elegidos del fútbol internacional. Bianchi consumaría los primeros eslabones de una carrera llena de gloria que se extendería a su paso por Boca Juniors y lo haría símbolo de saco y corbata para dos hinchadas.

Ayer, en una emotiva ceremonia, el hincha de Vélez reconoció al hombre que enderezó el rumbo. Al que llevó el nombre del barrio a lo más alto del fútbol argentino, continental y mundial. Al que corrió en soledad por el Morumbí dando una vuelta olímpica con la historia de Vélez. Llevando imaginariamente sobre sus hombros a Don Pepe, a Victorio Spinetto, a Miguel Rugilo, a Daniel Willington, y a tantos otros hombres que forjaron los cimientos que sostuvieron su trabajo. Lo reconoció en vida. Como se debe. Como lo merecía. Salud Carlitos!!!


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