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De Boyacá y Juan Agustín García

Lucas Biglia es el mejor jugador argentino en estas Eliminatorias. En un equipo que prioriza la tenencia, su control y pase se convierten en un elemento fundamental. Partido consagratorio en Barranquilla del volante surgido en "El Semillero del Mundo".



La toma del círculo central el rubio con la "5" en la espalda. Gambetea a uno, a dos, a tres. El espectador ya pierde la cuenta en el Tahuichi Aguilera. Cuando le sale el arquero, nuevamente le tira las horas y horas de potrero y define como un experto, pese a ser un adolescente que no supera aún los 16 años. Argentina golea a Paraguay en el Sudamericano Sub 17 del 2003 en Santa Cruz de la Sierra y de aquel plantel campeón sobresale un volante tan talentoso como criterioso. Un auténtico prodigio que viene a seguir la línea histórica de la fábrica de cracks de Argetinos Juniors. Se trata de Lucas Biglia

De Sergio Batista a Fernando Redondo. De Esteban Cambiasso a Biglia. En La Paternal hubo un tiempo en el cual los jugadores se fabrican con un sello particular. El Fatto in casa, la marca de agua, el rasgo indeleble de todo aquel que hubiera pasado por esa prodigiosa escuela de talentos era la técnica individual. Y qué mejor ubicación que el volante central como declaración de principios. Porque sí, también El Semillero del Mundo dio lugar a, nada más y nada menos que, Diego Armando Maradona o también a Claudio Borghi. Pero el "5" de Argentinos es un tema aparte. 

Como el Príncipe Redondo en aquel recordado, y a la postre fundamental, triunfo en Asunción en 1993, Biglia se puso al equipo al hombro en la calurosa y húmeda tarde en Barranquilla. Si Argentina rompió la mala racha y pudo sumar su primer triunfo en estas Eliminatorias se debió en un porcentaje fundamental al aporte del volante de la Lazio. Siempre bien ubicado, resolución y apoyo a cualquier problema que se le presentara a un compañero, rueda de auxilio y limpia parabrisas. Un todo terreno que hizo un desgaste encomiable pero al mismo tiempo pudo irse casi de punta en blanco del barroso Metropilitano.

En esa circulación que en el primer tiempo tuvo una intención de desequilibrio y en el complemento de sostén, Biglia fue el eje, el punto de creación, la génesis, la sangría. Desde sus decisiones siempre correctas y su impronta para hacerse líder -sin exagerar rasgos demagogos ni salidas de tono-, la Albiceleste se anotó tres puntos fundamentales. 

El Checho Batista, el ancestro en la línea sucesoria, quizás en su decisión a nivel Selección más feliz, fue aquel que rescató del ostracismo a Biglia, cuando sus descomunales actuaciones en el Anderlecht belga pasaban inadvertidas para el gran público, aquel que tenía un vago recuerdo de su paso por Argentinos y sí algo más claro sus partidos en Independiente. En el Mundial de Brasil desde estas mismas líneas se planteaba cuál era el mejor acompañante posible para Javier Mascherano, cuál era la fórmula de la Coca-Cola, el punto justo de cocción, el ingrediente exacto para que el Jefecito tuviera un socio a su altura. Hoy el indiscutible es Biglia.

En silencio, el rubio se fue ganando un lugar primero como titular y hoy como inamovible. Sus rendimientos crecen partido a partido y como parte de un doble pivote (como en Barranquilla y como en el ciclo Sabella) y no ya como interior derecho (en juegos anteriores en los que se lo ubicó dentro de un 1-4-3-3) su prestación es incluso más importante. Más aún en un equipo que prioriza la tenencia y que en esta doble fecha encontró un punto mucho más acertado entre la posesión distractiva, la agresiva, la de espera y la defensiva. Muchas de esas horas invisibles que maestros como el mítico Francis Cornejo destinaron en las inferiores del Bicho a millares de chicos del Bicho rindieron sus frutos y en jornadas como la del martes deben reivindicarse.

Luego de los juegos ante Brasil y Colombia, el futuro para el equipo de Gerardo Martino puede llegar a ser mucho más diáfano. Tiene de dónde tomarse, el grupo respondió desde lo actitudinal y lo refrendó con algunas muy buenas actuaciones individuales. Las futuras vueltas de Lionel Messi, Sergio Agüero y compañía no hacen más que sumar optimismo. Uno de esos pilares desde donde construir es Lucas Biglia, quien en Barranquilla dio una cátedra del control, el pase y la claridad táctica. Ah, y además hizo el único gol del juego.   
     

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