River concluyó un periplo largo y extraordinario y es el nuevo campeón de América. Superó claramente a Tigres de Monterrey por 3-0 y ostenta todos los títulos del fútbol sudamericano hoy. Una escalera al cielo construida por Marcelo Gallardo.
Quedaban menos de diez minutos y River caía 2-0 en Monterrey ante Tigres. La eliminación parecía un hecho, la clasificación una locura y pensar en el título era una utopía. Pero si hay algo que ha forjado este conjunto de Marcelo Gallardo es la convicción de creer que siempre puede haber una chance más. En aquella jornada en el norte de México los Millonarios empezaron a forjar el milagro del pase a octavos, luego el propio Tigres haría su parte en Chiclayo ante Juan Aurich y desde octavos, apareció otro equipo.
Cómo no hablar de utopía en ese momento. Cómo no sostener que era una utopía pensar que River podía ser el mejor de América hace un par de años cuando el club se consumía en la Primera B Nacional. Muchos pusieron el cuerpo en aquel momento y este logro también les pertenece a los Trezeguet, los Chori Domínguez, Almeyda, etc. Llegó a mediados del año pasado el primer campeonato luego del regreso a Primera con Ramón Díaz en el banco, pero el quiebre total para la construcción de este River multicampeón se dio con la llegada de Marcelo Gallardo.
El ex número "10" armó un equipo camaleónico. Se hizo llenar de elogios en sus primeros meses porque arrollaba a sus rivales. Pero en este 2015 es otro totalmente diferente y cuando sale a pelear al continente muestra su cara más férrea. En competiciones donde los límites nunca quedan claros, River juega por Conmebol al límite del reglamento, pero con la convicción de que esa es la manera de hacerlo. No parece forzado. En este libreto, Leonardo Ponzio se hizo bandera cuando en los comienzos de Gallardo era pieza de recambio.
La serie ante Tigres fue una muestra reducida de cómo jugó River (exceptuando el cruce ante Cruzeiro, aquel fue totalmente diferente) de octavos en adelante. De local un equipo que asfixia desde la presión, obtura circuitos de juego, y espera su oportunidad para pegar, ya sea desde una pelota parada o con una acción de ruptura. La de esta noche fue un mágico desborde de Vangioni que se coronó con un cabezazo excelso de Alario, el que vino a ocupar el lugar del escapado Teo. Luego un penal tonto de Aquino sobre Sánchez y el gol del uruguayo y el cabezazo tras un córner de Pisculichi de Funes Mori. En México había sido sólido, supo replegarse y adaptar su libreto a lo que más molestaba a su rival.
La paupérrima actuación de Darío Ubriaco (debió expulsar a, al menos, un jugador de local, sea Alario, Cavenaghi o Funes Mori) quedará tapada por la superioridad que exhibió River. Superioridad que incluso se sostuvo desde la presencia, la impronta. Así como en la final de la Sudamericana a Atlético Nacional lo terminó derrotando con cierta facilidad una vez que abrió el juego, hoy ocurrió lo mismo. Pasaba poco y nada, igual que ante Guaraní en la ida también en el Monumental, cuando pasó al frente. Pero River ha sabido aprovecharse de las circunstancias y desde ahí construir sus victorias.
Y claro, antes habían habido aproximaciones mexicanas, pero Sobis y un mal control, Damm y un mal centro y pequeñeces así. Tigres en 180 minutos no pudo marcar cuando venía de sacarse de encima al Inter con un caudal ofensivo que asustaba. Eso es un mérito enorme del equipo de Gallardo.
Alario se llevará el gol de los pósters, Cavenaghi (incluido para esta final, otra muestra de cómo el DT puede cambiar de acuerdo a las circunstancias) será recordado por ser el ícono que siempre está en la foto de los momentos alegres del club en los últimos 15 años, pero hay otros que merecen ser destacados. Quizás aquel que merezca mayor reconocimiento sea Jonatan Maidana. Al igual que con Santander en semifinales, se deglutió a André-Pierre Gignac en la final y redujo al cuco a un par de pinceladas. Carlos Sánchez, con su trabajo constante, fue otra de las figuras del juego y Camilo Mayada cumplió pese a no ser un especialista en la posición.
River hoy es el campeón defensor de la Copa Libertadores, la Recopa y la Copa Sudamericana. Todo en un lapso de menos de un año. ¿Qué más? Esto siempre se renueva y ya tiene otra copa por delante con la Suruga Bank y en diciembre tendrá en Japón la quimera de arrebatarle al Barcelona el cetro de campeón del Mundo que los catalanes irán a buscar en tierras niponas. Empresa complicada si las hay, pero mucho, ¿más difícil que pensar en este título cuando caía en Monterrey allá por abril?
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