“9” emblemático. Se consagró en el Udinese y fue, junto a
Klinsmann, estandarte de la selección alemana en los 90. Tiempo después, el
destino los volvería a unir, esta vez para cambiar radicalmente el rumbo del
fútbol germano.
A lo largo de la historia del fútbol, hay jugadores que quedan en el recuerdo, y no necesariamente porque hayan sido talentosos, sino por su eficiencia y sacrificio. Ese es el caso de Oliver Bierhoff. No era un dotado técnicamente, sin embargo exprimía al máximo sus mejores facetas para sacar provecho y hacer la diferencia.
Su historia empieza el 1 de Mayo de 1968, en Karlsruhe. Sus
primeros pasos en el fútbol no fueron consagratorios. Comenzó su carrera en
1986 con el KFC Uerdingen 05, en ese momento llamado FC Bayer Uerdingen, equipo
que un año antes había ganado la DFB-Pokal frente al Bayern Munich.
Ni en el Hamburgo SV ni en el Borussia Mönchengladbach pudo
encontrar lugar. Con 22 años, su carrera se encontraba estancada. Su salvación
fue el pase al Casino de Salzburgo (hoy llamado Red Bull Salzburgo). Allí fue
por consejo de sus padres, según los cuales le convenía las montañas para
respirar mejor y tener continuidad. La temporada 90-91 fue consagratoria para Bierhoff. Su
equipo quedó quinto en la Bundesliga austriaca y se convirtió en un referente
del equipo al anotar 23 goles en 32 partidos.
En 1992 se iría a Italia, donde encontraría su lugar en el
mundo. Gracias a su gran temporada en Austria se marchó al Ascoli. En el equipo
italiano apenas jugó media temporada en Serie A. Sin embargo, en la primera
temporada de la Serie B fue goleador con 20 tantos. A base de goles, el Udinese (que tenía como propietario a
un joven Giampaolo Pozzo) se fijó en él. Allí, junto a Marcio Amoroso, formaron
una gran dupla. Por ese entonces, la Serie A era la mejor liga europea.
En su primera temporada con Alberto Zaccheroni como DT, supo
rápidamente insertarse en el equipo titular, anotando 17 goles en 31 partidos. Pero si hay que marcar un momento clave en la carrera de
Bierhoff, ese sin dudas es la Eurocopa de 1996. Y todo por una casualidad. Se
dice que Berti Vogts, DT de la selección alemana por ese entonces, pensaba en
quien podía incorporar como cuarto delantero en la lista. “Elige a Oliver
Bierhoff, te lo recompensará”, le dijo su mujer Monika. Era un buen presagio.
Corría el minuto 69, República Checa ganaba 1-0 en la
final y Vogts decidió sacar a Mehmet Scholl para que entre Bierhoff. En la
primera chance, el ariete alemán empató el partido con un cabezazo letal y en
el tiempo extra anotó el tanto ganador, ya que en ese momento existía el gol de
oro. Esa tarde del 30 de Junio de 1996, Klinsmann y Bierhoff
festejaron un titulo que hacía 16 años no ganaba Alemania. En ese momento no lo
sabían, pero años después se volverían a encontrar, ésta vez fuera del campo,
para cambiar la historia de la Mannschaft. Los logros siguieron para él. En la temporada 97-98 fue el
“Capocannoniere” de la Serie A y terminó tercero con el Udinese, clasificando
para la Copa UEFA.
El Milán mostró interés por hacerse con el 9 alemán e
invirtió 12,5 millones. En el Rossoneri haría una gran dupla con un joven
Andriy Shevchenko, con quien ganaría el Scudetto de la temporada 2000-01. Fue
el primer (y único) titulo de Bierhoff con un club. Con el paso del tiempo, Andriy le sacó el puesto y el atacante alemán debió emigrar hacia Francia. En el Mónaco apenas jugó y se retiró en el
Chievo Verona en 2003.
Ya como ex jugador, Bierhoff se involucró directamente en la
revolución futbolística de su país natal. Tras la decepcionante Eurocopa de
2004, la Federación Alemana de Fútbol (DFB) decidió que era momento de un
cambio. Theo Zwanzinger, presidente de la entidad, decidió el
fichaje de Klinsmann como DT. En la misma presentación, se nombró a Oliver
Bierhoff como “mánager”. Junto a Joachim Löw, fueron los estandartes para que
Alemania vuelva a ser potencia mundial.
Fue hombre de confianza de Klinsmann en su paso por la
Mannschaft. Aguantaron críticas y malos pronósticos, incluso del periodismo de
su propio país. El Mundial de 2006 en casa era la gran prueba. Alemania
esperaba un fracaso rotundo, pero el tercer puesto conseguido demostró que se
iba por buen camino.
Post Mundial, Klinsi presentó su renuncia, pero Bierhoff siguió. En su gestión se crearon las
Academias obligatorias. En ellas se profesionalizó a los técnicos, se potenció
a los clubes de la Bundesliga y se empezó a dar una gran importancia a las
selecciones juveniles. Tras años de trabajo y frustraciones, Alemania volvió a alzar un titulo con el Mundial de Brasil 2014. El último que había
conseguido, en 1996, fue con Bierhoff en
cancha. En este último también estuvo presente, aunque esta vez desde afuera.
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