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Filpo Núñez, una huella indeleble

Se cumplen 50 años de aquel partido histórico en el que Filpo Núñez, entrenador argentino, dirigió a Brasil. Lo hizo en un amistoso con su Palmeiras ante Uruguay, en la inauguración del estadio Mineirao.





Tan solo 35 años tenía cuando desembarcó en Brasil, con el objetivo de comenzar una nueva experiencia. Había abandonado la práctica del fútbol siendo muy joven, sin contar con grandes habilidades y atravesando diferentes etapas ausentes de un éxito significativo. De cualquier manera, su intención estaba relacionada a continuar unido al deporte, por lo que había salido a Sudamérica y llegaba su momento de recalar en tierras cariocas.

La amistad que formó con Tim, entrenador del Bangu brasileño, fue clave para el salto que logró dar. El conjunto dirigido por Tim se encontraba en La Paz, en una gira de partidos amistosos. Por su parte, Filpo Núñez trabajaba allí, conduciendo los destinos del Deportivo Municipal. La relación entre ambos se profundizó hasta el punto de que ambos se encontraron dirigiendo en el mismo país. Ese afecto le permitió conocer posteriormente a Martim Francisco, entrenador del Atlético Mineiro.

A partir de allí, su rostro comenzó a ser conocido en el ambiente. Por si fuera poco, sus trabajos en otros territorios asentaban un currículum con buenas referencias. Luego de su salida de Argentina, se recibió de Preparador Físico en Ecuador y hasta llegó a formar parte del cuerpo técnico del seleccionado profesional. Habiendo puesto fin a su carrera como jugador a finales de la década de 1930, Filpo inició su trayectoria en los banquillos en Independiente Rivadavia de Mendoza, con solo 28 años.

El Santiago National de Chile, desaparecido en 1954, fue su segunda experiencia en la élite. Años más tarde, atravesó su regreso a Ecuador, entre diversos pasos por Perú, Venezuela y Bolivia, una Nación en donde su trabajo serviría como punto de partida. Bajo la necesidad de empezar su periplo en Brasil, decidió solicitar un lugar a José Greco, presidente del Cruzeiro. El equipo llegaba en un estado pletórico a aquellos días, aunque la dirigencia brindó respuesta positiva para que Núñez comience allí su primer trabajo en el fútbol profesional del Brasileirao.

A pesar de no dejar huella en su estadía en Belo Horizonte, tuvo experiencias por equipos como Guaraní, Atlético Paranaense, Jabaquara, Portuguesa Santista, América de Rio Preto y Vasco Da Gama. Filpo Núñez acostumbraba a salvar equipos considerados chicos que por entonces se hallaban apremiados por el descenso. En más de una ocasión, puso en aprietos a los conjuntos más importantes, aquellos que contaban con jugadores de mayor jerarquía, dando un ejemplo de su capacidad de liderazgo y motivación.

En 1957, por caso, comandaba al Jabaquara cuando derrotó en Villa Belmiro al Santos. Era fines del mes de julio, cuando pudo vencer al último subcampeón nacional.  Por ese entonces, el Peixe contaba en su plantilla con Pelé, Tioti, Tite, Zito, y parecía tener el resultado a favor consumado después de sacar una buena diferencia en los primer minutos. Sin embargo, la reacción de los de Núñez fue arrasadora. Wilson Sório, “Melao”, fue la gran figura de la jornada, marcando un hat-trick que permitió a su equipo ganar el partido por 6-4. El encuentro pasó a los libros y es parte elemental de la historia del Jabaquara.

Durante ese mismo año, el argentino, que por esos tiempos no cumplía todavía sus cuatro décadas de vida, fue electo el mejor entrenador del Torneo de Preparación. Con el transcurrir de los años, acumularía tres títulos (el primero, con Guaraní), y alcanzaría el “Fita Azul”, una distinción que recibió el Portuguesa por acabar invicto en una gira por Angola, Mozambique y territorios sureños del continente africano. No obstante, su gran experiencia, ese suceso que lo transformó en un hombre mito, aún no había llegado.

Palmeiras, la Academia y un partido histórico

Su firma con el Vasco Da Gama significó un punto de inflexión. La primera alternativa no era él, sino Ondino Viera, un uruguayo que acababa de conseguir tres torneos con el Nacional de su país. Núñez arribó al club siendo poco conocido y, pese a un buen comienzo, los resultados no lo acompañaron y debió dejar el cargo por amenazas y presiones. Su salida originaría un período de casi un lustro en el que no tuvo trabajo como entrenador, previamente a ser contratado por el Palmeiras (luego de breves retornos a Jabaquara y Portuguesa), un club en el que marcaría un hito y se convertiría en leyenda. De hecho, el juego alcanzado lo transformaría en un hombre histórico para el seleccionado nacional.

Reemplazó a Mario Travaglini dentro de una época excelsa del club, que había obtenido el campeonato de 1963 y finalizado por detrás del Santos en 1964. Tenía bajo su tutela a un conjunto de grandes jugadores. Futbolistas que ya se habían puesto con anterioridad la camiseta de Brasil, y otros que lo harían a posteriori. Con el “Alviverde”, el técnico argentino lograría alcanzar el súmmum de su carrera. El paso por diversos clubes y sus experiencias mayoritariamente positivas actuaron como plataforma para que la directiva del club decida buscarlo. El estilo con el que jugó no fue modificado, aunque sí se vio potenciado al poseer hombres de grandes cualidades técnicas.

Pronto, el nivel superlativo hizo que el equipo fuese denominado como la “Primera Academia”. Pese a que solo estuvo un año en la institución, le alcanzó para ser reconocido como la piedra basal de una escuadra que marcó una era. Su fútbol directo, rápido, de combinaciones veloces, era el fiel ejemplo de su modo de describir la filosofía que intentaba implementar. El estilo vertical fue denominado “carrusel”. Núñez lo traducía en onomatopeyas: “pim, pum, pam, gol”.

La intención del argentino era derribar las presiones y lograr que el futbolista sintiese que podía explotar su espontaneidad dentro del campo. Motivador nato y casi siempre bromista en los entrenamientos, buscaba que sus dirigidos salgan a hacer con naturalidad lo que se esperaba de ellos. “Estoy a favor del fútbol ofensivo. Un equipo puede hacer cinco goles, pero debe crear situaciones para hacer siete”, expresaba al tiempo de tomar el mando del Palmeiras. “Sabemos que solo hay tres maneras de romper al rival: por las puntas, con la penetración repentina de un mediocampista o un zaguero, o por la gracia y acción individual de alguien”, apuntaba.

Sus lecturas y capacidad de cambiar el rumbo de un partido fueron fundamentales durante el año en el que dirigió. El debut fue una victoria ante el Santos, nuevamente de visitante, como había sucedido años atrás con el Jabaquara. El equipo continuaría progresando y obtendría el Torneo Rio-São Paulo, un certamen que se disputaba anteriormente y que tenía un carácter nacional. La temporada incluyó una victoria en el Maracaná sobre el Botafogo. La Academia parecía consagrarse invicto, pero Flamengo le cortó la racha que traía y fue el único que pudo ganarle.

Poco a poco, se configuró como el mejor equipo del país, aún por encima de grandes conjuntos. La jerarquía de los jugadores que formaban parte del club era inmensa. Djalma Santos, Dudu, Zequinha, Djalma Dias, Servílio, Valdir, Ademir da Guia o Julinho Botelho (convocado en el Mundial de 1954) hacían del Palmeiras el equipo con mayor talento del torneo brasileño. De hecho, en el segundo semestre de 1965, la Confederación hizo que la escuadra represente al seleccionado de Brasil.

La invitación al Santos de Pelé era imposible, pues una gira los privaba de disputar dicho partido. Así fue que el Verdao fue Brasil por un día. El equipo íntegro utilizó la camiseta amarilla y jugó frente a Uruguay -había conseguido la clasificación al Mundial 1966 sin perder un partido- en el encuentro inauguración del estadio Mineirao. El 7 de septiembre, tanto jugadores como cuerpo técnico y ayudantes, retrataron una imagen histórica. Brasil derrotó a los charrúas por 3-0, con goles de Rinaldo y Tupãzinho en la primera parte, y de Germano en el complemento. De esa manera, Filpo Núñez se convirtió en el único entrenador extranjero en dirigir a la selección brasileña. Anteriormente, otro foráneo había sido protagonista del Scratch, aunque no como líder de grupo. El portugués Jorge Gomes de Lima –Joreca- fue asesor de Flavio Costa en 1944. Oriundo de Lisboa, vivió desde muy joven en Brasil y acompañó, por dos partidos, al director técnico principal.

Acabó siendo un solo partido, pero alcanzó para erigirse en una leyenda que aún hoy es motivo de orgullo para los fanáticos de Palmeiras. Filpo sigue siendo único.

Ademir da Guia, quién era en ese período una de las mayores promesas del equipo, recordó hace cuatro años el capítulo que escenificaron Brasil y el Verdao. “Hasta el día de hoy recuerdo aquel partido. Fue un homenaje hecho por la CDB a nuestro gran equipo, la Academia del Palmeiras. Los más jóvenes necesitan saber eso y estar orgullosos de ese juego. Palmeiras fue una vez Brasil, y eso nadie lo va a borrar”, manifestó. También, Valdir de Moraes, el arquero, dijo: “Fue algo mágico, inconmensurable en el tiempo y en la actualidad. El día en que un club de fútbol representó a toda una Nación. No sé si va a existir de nuevo una distinción de ese tipo. A día de hoy me acuerdo. Y Palmeiras lo llevará por el resto de su vida”. Filpo, a su vez, manifestó que “después de ese juego, me sentía como que no tenía más nada que hacer en el fútbol”.

Equipos en cantidad, períodos cortos

Una pequeña sucesión de malos resultados puso fin al período de Núñez como entrenador del “Alviverde”. Muchos periodistas sentenciaron que perdió cierto respeto por parte de los jugadores, a partir de las licencias que él mismo permitía, con el objetivo de que el trabajo se haga flexible y no haya demasiada rigidez. Travaglini se hacía cargo otra vez del conjunto; era su ayudante una vez que Filpo tomó su lugar en el banco de suplentes.

En los años siguientes, etapa intermedia antes de su vuelta al club, el argentino condujo el porvenir de varios equipos, sin grandes registros. El XV de Piracicaba y el América de São José do Rio Preto llamaron a su puerta para que se haga cargo del primer equipo. Incluso, dirigió al Corinthians, al reemplazar a Osvaldo Brandao, pero su mala relación con Garrincha hizo que saliese de forma pronta. En el Timao dirigió en 1966 y tuvo una segunda oportunidad, diez años después.

Con Bahía fue subcampeón. En Coritiba se observó una correcta secuencia de resultados positivos. Retornó al Cruzeiro e intentó replicar lo hecho con su estilo directo y vertiginoso, pero su plan fracasó. No lograba consolidar un proyecto en aquel club al que fuese, destacaba más por su increíble gestualidad sobre la línea de cal y un idioma que hacía una mixtura entre portugués y español. Allá por 1970, en uno de sus artículos, la revista Placar decía que Filpo dividía opiniones en Brasil. “Algunos piensan que es un experto. Otros, que es un vago. Argentino de nacimiento, ha dirigido los equipos más importantes del país, pero consiguió buenos y malos resultados”.

La carrera como entrenador de este hombre nacido el 19 de agosto de 1920, en Buenos Aires, fue demasiado extensa. Por un tiempo, regresó a su país de origen y dirigió a Atlanta y Vélez. También fue a México y tomó las riendas del Monterrey. Recaló en España (Badajoz) y en Portugal, donde dirigió a Leixões, Vitória Setúbal y Lusitano Évora. Absolutamente todo, entre idas y vueltas a Brasil, donde también fue DT de Paulista de Jundiaí, Galicia, Marília, Francana, Sport Club Recife, Fabril de Lavras, Santo André, Saad y Foz.

Finalmente, Palmeiras abrió los brazos para recibirlo en 1978. Empero, no pudo repetir la hazaña de su primer paso. Sus constantes movimientos no ayudaron a Filpo a consolidarse. El más certero ejemplo es que, más allá de formar la Academia y lograr un estilo de juego que llamó la atención de propios y extraños, debió emigrar al año siguiente. Quizá esa ha sido la deuda más grande de Filpo Núñez, poder marcar una era con el paso del tiempo y un proceso que date de un largo plazo.

Filpo, El Bandoneón

Núñez fue apodado “El bandoneón”, instrumento musical utilizado para el tango. La razón del sobrenombre radica en su personalidad, siempre alejada de las presiones y aportando alegría a la práctica del deporte. Destacaba por el alto grado de motivación que imprimía a sus indicaciones y la intensidad con la que se dirigía a los jugadores. Tanto con los medios como en su forma de ser adentro del campo, transmitía sensaciones de seguridad y despreocupación a partes iguales.

En 1979, una vez finalizada su segunda etapa en Palmeiras, fue protagonista de un show en Araçatuba, una localidad ubicada en el norte de São Paulo. La edición de la revista Placar de septiembre ahondaba un tanto más. “Donde quiera que va, es la atracción. Su estilo es divertido e impresionante”. Y agregaba: “en el campo, para guiar al equipo, él es el espectáculo. Poses y gritos mezclando español con el portugués”. Inclusive, hubo ocasiones en que paró el desarrollo de un partido para inmiscuirse en el juego y brindar una referencia a sus futbolistas. “Si no pateas al arco, no vas a convertir ni al arco iris”.

La carga de su estimulación a los futbolistas siempre fue un elemento fundamental en su carrera. La capacidad de inducir al jugador a dar siempre más de lo que podía se enmarca en una de sus características más particulares como líder de un colectivo. Una muestra clara es lo sucedido con el arquero Leão, al que le manifestó que al partido siguiente sería suplente porque consideraba necesario darle descanso y probar al segundo portero. La conversación tomó diferentes tintes y Leão llegó a enojarse. En ese momento, Filpo Núñez expresó: “así, sí, así me gusta, claro que vas a jugar tú. Solamente quería saber cómo estabas de moral”.

Un final triste, aunque en las cercanías del deporte

Jamás se alejó del fútbol. El cierre en los banquillos fue en 1986, en el Fabril de Minas Gerais. A posteriori de vencer al Atlético Mineiro y al Cruzeiro en una semana, renunció. A los costados del estadio Juventino Dias, la gente aparcaba sus camiones y los utilizaban como tribunas. “Soy un ídolo. Si acepto todas las invitaciones a comer, pesaría como 120 kilogramos”, señalaba. El entrenamiento apasionaba al técnico bonaerense que, ya por fuera de los planteles profesiones y las ligas más importantes del país, se dedicó a dirigir equipos de jóvenes.

Toda la plata obtenida durante su carrera, la despilfarró en el juego y los casinos. Acabó viviendo en el barrio de Heliópolis, en el proyecto “Jerusalén Acción Social”. Allí, recibió un homenaje, pues la comunidad de vecinos puso su nombre al centro deportivo que se encuentra en la Rua Freire Brayner, detrás de un distrito policial. En 1999, el 6 de marzo, falleció; en ese tiempo, dirigía a 97 niñas, con la finalidad de formar chicos carenciados y de escasos recursos.

Núñez acabó en el ostracismo. Ya su leyenda en el fútbol brasileño era una huella imborrable. Ante los nombres de entrenadores extranjeros que se suceden para acabar dirigiendo en Brasil, Filpo ya sentó un precedente en la década de 1960. Con su Academia del Palmeiras, desplegó un juego más que vistoso y representó con creces al seleccionado. Un hombre cuya marca permanecerá de forma indeleble.

Publicada originalmente en Conexao Fut (@conexaofutcombr) - bit.ly/1XAIMqP


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