La carrera por el sillón presidencial de la Asociación del
Fútbol Argentino está más hablada que nunca. Oficialismo y oposición intentan
maquillar sus diferencias apoyándose en un pacto. ¿Es un consenso la única
manera posible para progresar? ¿Se puede lograr un salto de calidad dirigencial
basado en la divergencia?
Una de las prácticas más comunes durante la época de Julio
Humberto Grondona al mando de la AFA, consistía en
una especie de pactos ficticios mediante los cuales se intentaba dar una imagen
de consenso entre todos los dirigentes que conformaban la asociación, como si
las decisiones que se tomaban eran producto del diálogo y la deliberación. Es
así que ante cada modificación que se quería realizar se hacía una votación la
cual siempre arrojaba un resultado unánime, justificando que todos los votantes
estaban encolumnados detrás de un mismo camino consensuado. Nada más alejado de
esto, el poder en el edificio de Viamonte fue siempre unipersonal y recaía por
completo sobre la figura del fallecido Don Julio.
"El grondonismo desapareció con la muerte de Grondona", manifestó el actual presidente de la entidad, Luis Segura, en una reciente entrevista.
Evidentemente cuando hablamos de grondonismo nos referimos a una manera en
particular de gobernar y de gestionar, una serie de mecanismos que fueron impuestos
durante décadas en nuestro fútbol y que la realidad marca que aún continúan
manifestándose en la actualidad. Esto demuestra que existe un ‘grondonismo
residual’, que intenta llevar a cabo las mismas maniobras que lograron que su
mandamás se atornille al poder.
Ante la aparición pública de Marcelo Tinelli como un fuerte
candidato a ocupar la presidencia de AFA, el grondonismo residual comenzó a
trabajar bajo los mismos lineamentos que aprendieron durante años. Oponerse a
la candidatura del vicepresidente de San Lorenzo parecía una difícil tarea, más
aún después que el conductor de televisión consiguiera el aval necesario para que la
reinterpretación del famoso artículo 50 sea posible. Fue así como ‘Tinellistas
y Seguristas’ quisieron demostrar que un consenso entre ambos sectores era
posible, dando origen a un pacto que permitiría que Marcelo sea candidato a
presidente otorgándole la actual vice presidencia tercera de la AFA y
decidiendo postergar las elecciones para marzo del 2016.
¿Es este pacto el resultado de un diálogo que tuvo como
producto la aparición de un consenso? ¿O se trata de un acuerdo signado por los
intereses personales de cada una de las partes y repleto de hipocresía? Una
reunión de un par de horas no parece tiempo suficiente para limar las asperezas
y las diferencias de lo que se presentaba como dos maneras diferentes de
gestionar el fútbol. Cuando las diferencias son tan profundas, y así se ha
encargado la oposición de dejarlo en claro en cada discurso, resulta más
conveniente aceptar la imposibilidad de un consenso, partiendo desde la base de
aceptar las diferencias y la existencia de un disenso que no puede ser superado
en una simple reunión.
Con la misma velocidad con la que surgió el acuerdo entre
ambos bloques, hoy por hoy está cerca de desaparecer o como mínimo tambaleando.
El falso diálogo que intentaron demostrar escondiendo las diferencias entre las
partes, se derrumbó ante la negativa de Luis Segura de incorporar nuevamente a
Roberto Fernández al Consejo Federal. Si bien este fue el detonante que dejó en
evidencia la puesta en escena, pudiera haber sido cualquier otra cosa con el
correr de las horas. La posible caída del acuerdo acrecienta las versiones de
que no sería posible sostener este clima de incertidumbre hasta marzo del
próximo año, por lo que las elecciones pueden sin ningún problema realizarse
antes que termine el año 2015.
El falso consenso que tiene como objetivo mantener el status
quo por parte del oficialismo, evitar las rispideces y el desgaste por parte
de la oposición, es otra de las maniobras grondonistas que pretende instalar
que la única manera de avanzar es consensuando, como si no hubiese otra
posibilidad de democratizar el fútbol argentino desde la existencia de
diferentes posturas y diferentes candidatos. Esta puesta en escena lo único que
busca es ordenar los problemas en lugar de resolverlos. Un consenso debe ser un
punto al que se debe llegar, por lo tanto no puede ser considerado un punto de
partida.
Es hora de aceptar que se puede disentir, que se puede proponer
un sentido diferente al que tienen las cosas actualmente y que desde el
desacuerdo también se pueden lograr grandes cosas. Los dirigentes deben dejar
de poner el carro por delante del caballo y dejar de tomar las decisiones antes
que las deliberaciones. Aunque la interna en AFA está al rojo vivo, hasta el 22
de octubre no se terminará de definir nada, mientras tanto la pelota sigue
rodando en el fútbol argentino y en la entidad madre todos hacen la vista gorda.
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