El Barcelona se quedó con la Champions League tras superar en un partidazo a la Juventus por 3-1. Obtuvo la triple corona luego de una final en la que fue superior pero sufrió en un segundo tiempo infartante.
Cuando a los tres minutos Rakitic puso el 1-0, más de uno creyó que la final sería un trámite. El golazo tras una soberbia maniobra colectiva con el sello de este Barcelona histórico podría significar un mazazo para un equipo que a priori era menos y que prácticamente desde el vestuario estaba en desventaja. Pero no fue así, la Juventus estuvo a la altura de las circunstancias y en el complemento vendería carísima la derrota.
Por resultado final y por momentos del desarrollo, este encuentro cúlmine de Berlín tuvo reminiscencias al que consagró al Barça en Londres ante el Manchester United. Cuatro años atrás, los blaugranas también fueron superiores en el desarrollo, sufrieron un empate y terminaron coronándose. Claro, en este tiempo características colectivas a partir de las individualidades y la impronta de diferentes entrenadores hicieron del equipo catalán un conjunto diferente a aquel que dirigía Josep Guardiola. Si aquel era el más puro y elevado concepto de una idea, éste es mucho más imprevisible, maneja diferentes registros y eso termina haciéndolo letal.
En el primer tramo del partido se vio al Barça más tradicional. El que mueve la pelota, el que elige cuando verticalizar, el de la recuperación rápida. El de los mediocampistas. En ese plan de juego, Busquets e Iniesta se hicieron ejes y Rakitic llegó al gol desde la segunda línea. Maniobra de baby fútbol con un cambio de frente hermoso de Messi que se coronó con un pase correcto de Neymar y otra aparición de Iniesta para darle el gol al croata.
El brasileño crecía y tenía una primera quincena de minutos colosal. A su vez, el rondo eterno de los volantes generaba fastidio en una Juve que parecía al borde del knockout. Vidal podría haber visto la tarjeta roja antes de los 20 minutos. El turco lo perdonó y permitió que hubiera partido.
Los italianos, que contaban con un errático Pirlo, un nervioso Vidal y un Pogba fastidioso se encomendaban a lo que pudiera hacer en el medio Claudio Marchisio y a las arremetidas de Álvaro Morata (quien enloqueció a Javier Mascherano en la primera parte) ya que Carlos Tévez no se conectaba. En definitiva, de los seis hombres de ataque, quizás los menos esperados eran los que daban el presente en el Olympiastadion.
Las manos de Gigi Buffon evitaron el 2-0. La vigencia de ese señor arquero debe ser caso de estudio. Un campeón que en la noche alemana mostró nuevamente su capacidad bajo los tres palos.
Se preguntarán por el 10 del Barcelona. Estamos en los años de Messi y hoy volvió a jugar un partido acorde a su categoría. No convirtió, es cierto. Pero casi todas sus acciones tuvieron un porqué y se sostuvieron en un cómo. No solo sigue agregando cosas a su juego, cada vez entiende mejor qué hacer en cada cuándo. Aparentemente, el rosarino tiene respuestas a todas las preguntas. Y si aparecía algún interrogante, estaba Iniesta. El de Fuentealbilla guarda el libro ancestral en el cual están todos los conceptos de este maravilloso juego. El 8 culé lo reivindica y lo sublima en jornadas como la de este sábado.
Del trámite a la emoción. En el complemento el Barcelona debió liquidar el juego. Pero no lo hizo y del otro lado había un equipo que no se regaló. Si bien por momentos el sometimiento del Barça generaba que la Juve parecía un contrincante endeble, tras el 1-1 se mostró el real talante de los turineses. Marchisio frotó la lampara y con un tacazo para la subida de Lichsteiner rompió lo que se daba hasta allí. El suizo envió un centro preciso y Tévez remató, tapadón de un Ter Stegen que no logró direccionar el rebote y Morata la empujó al gol. Al igual que ante el Real Madrid en Italia, el español capitalizaba un rebote tras un disparo del argentino. Increíblemente el juego estaba en tablas.
Allí apareció la imagen endeble de este Barça que por momentos se precipitaba para llegar al arco rival. Cómo no hacerlo, con esos delanteros. Lo cierto es que en esa baja en la eficacia de los pases, la Vecchia Signora vio su opción en el partido y se montó sobre ella. Allí Tévez tuvo un remate desviado, allí Pogba forzó a Dani Alves y generó las dudas (penalcito, tal vez. De esos que la mitad lo cobran y la otra no).
Los de Luis Enrique comenzaron a ver que los contragolpes eran tangibles ya que su rival se adelantaba en el campo como nunca antes. Y en una de esas Messi remontó el campo, se sacó una marca y emvió un zurdazo cruzado que Buffon no logró retener. Suárez, que siempre creyó en que podía llegar a finiquitar la faena, la definió. El uruguayo había merodeado el tanto en más de una ocasión y estaba en una disputa durísima con la zaga rival a la cual le ganó más de lo que perdió. Una fiera.
Suárez dejó su sello |
Este Barcelona no somete como el de otrora. Pero gana (casi) siempre. En esta Champions nadie lo había puesto en jaque en las fases decisivas hasta hoy la Juve. Fácil eliminatoria ante el Manchester City, soberbia ante el PSG y muy bien resuelta frente al Bayern. Solo los de Allegri incomodaron a los catalanes, era la asignatura que le faltaba rendir a este equipazo comandado por Luis Enrique. Ya habrá tiempo para hablar de la cantidad de sandeces que se escribieron acerca del entrenador asturiano y su cuerpo técnico.
Con el 2-1 el juego se terminó de romper. A Neymar le anularon un gol por mano. La Juve dejaba espacios pero no encontraba ya los caminos para agredir; Piqué se mantenía soberbio como en todo el 2015. La salida de Morata debilitó aún más a la Juve ya que Llorente no pesó en los minutos que estuvo en el campo. Cuando el brasilero puso cifras definitivas, todo estaba sentenciado.
Quedará la postal de Xavi, en su último juego como culé, levantando la Orejona. También el abrazo que se dio con Pirlo, quien también se marcha de su equipo. Otra foto más de este Barcelona colosal, que obtuvo su cuarta Champions en nueve años, cuando en los 45 anteriores solo se había coronado una vez. El sistema nervioso central de este equipo es leyenda. Los Xavi, Iniesta, Piqué, Víctor Valdés (en su día), Busquets. Y Messi, siempre Messi. Ese futbolista que hace 7 u 8 años está en la cima del fútbol mundial, marcando una hegemonía pocas veces vista en la historia por lo extensa. Quizás desde los tiempos de Pelé o Di Stefano. En el futuro lograremos dimensionar la magnitud de todo este proceso, mientras tanto nos acostumbramos a los festejos catalanes y ya no nos sorprenden.
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