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Un padre legendario

Don Diego Maradona, padre de Diego Armando Maradona, falleció producto de una afección cardiorrespiratoria a los 87 años de edad, dejando en la piel su hijo, un legado plagado de emociones y momentos imborrables de nuestro fútbol.


La historia comenzó en Esquina, una ciudad ubicada en el margen sudoeste de Corrientes, a poco menos de 330 kilómetros de la capital provincial. Allí, el 12 de noviembre de 1927, Dios quiso que este hombre con aspecto sereno y semblante tranquilo, naciera en territorio argentino. Laburante, de origen humilde y personalidad al tono, Diego conoció a una paisana, Dalma Franco –Doña Tota- y juntos comenzaron a formar una numerosa familia antes de venir a probar suerte a la gran ciudad.

Buenos Aires era promesa de un mejor futuro y mayores oportunidades laborales, pero fue realidad de escasez de recursos y exceso de esfuerzo en la hoy mítica Villa Fiorito, en el partido de Lanús, al sur del Gran Buenos Aires. Pero el destino tenía guardado un guiño reparador para ‘Chitoro’ y su familia, que hasta allí completaban Doña Tota y cuatro hijas. El 30 de octubre de 1960, nació su quinto hijo, el primer varón en la línea hereditaria de Don Diego: Diego Armando Maradona.

Las innatas condiciones futbolísticas de Dieguito, llevaron a Don Diego a convertirse en su compañero de fierro en los primeros años de incursión en el fútbol. Don Diego le fue marcando el camino de la dedicación y el compromiso, le enseñó a ser ‘pelusa’ hasta que se convirtió en ‘El Diego’. Con pocas chances de guiar al 10 ante los peligros de la fama y el dinero, se limitó a ofrecerle su amor sin reservas. Para lo bueno y para lo malo, su corazón palpitó a la velocidad de los éxitos y de los sinsabores de su hijo.

Ayer, justo 29 años después de aquella inolvidable tarde en que la magia de Diego humilló a Bélgica para colocar al Seleccionado Nacional a un paso del sueño del título mundial, ese hombre generoso que compartió con todos los argentinos la patria potestad de su hijo pródigo, partió en un viaje sin regreso. Las afecciones cardiorrespiratorias que lo afectaban desde hace tiempo y que se agudizaron en las últimas semanas, se convirtieron en irreversibles y llevaron a Don Diego nuevamente a los brazos de Doña Tota en el cielo que ambos merecieron.

No queda más que rendirle este humilde homenaje al hombre que trajo al mundo al más legendario jugador de fútbol que ha visto la historia. Un hombre que nos dejó abrazar la ilusión de una pertenencia que le era propia. Que nos dejó soñar un ratito cada día con adueñarnos de su apellido, envueltos en un disfraz de jugador argentino, mientras llevábamos el balón en los pies hacia un imaginario gol decisivo en la terraza de nuestra casa. Que le permitió al fútbol argentino escribir páginas imborrables de su historia entregándole a su hijo los principios básicos para convertirse en leyenda. Que trabajó, enseñó, acompañó, sufrió, festejó y amó como un padre a la altura de las circunstancias.

Descanse tranquilo Don Diego, nos hizo felices a todos, usted también es parte de la leyenda.

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