La pasión por la redonda no debe morir aunque en muchas ocasiones todo parezca estar en contra. Una editorial y una opinión para volver a los valores que deja este hermoso deporte.
Un día sales de casa, es una tarde lluviosa, conduces tu automóvil durante cuarenta minutos en los que la urbe de hierro se va reconstituyendo bajo el constante rumor de la lluvia; a lo lejos escuchas un murmullo, después el bisbiseo se hace más audible, es un canto, una tonada que te entusiasma; ahora visualizas al gran gigante que ha despertado esta noche. Algarabía y fiesta en torno a la redonda que se prepara para la ocasión. Estás en casa, todos contamos contigo.
Un día sales de casa, es una tarde lluviosa, conduces tu automóvil durante cuarenta minutos en los que la urbe de hierro se va reconstituyendo bajo el constante rumor de la lluvia; a lo lejos escuchas un murmullo, después el bisbiseo se hace más audible, es un canto, una tonada que te entusiasma; ahora visualizas al gran gigante que ha despertado esta noche. Algarabía y fiesta en torno a la redonda que se prepara para la ocasión. Estás en casa, todos contamos contigo.
Un sol abrazador se apodera del
despejado cielo, es domingo al mediodía y no se observa una sola nube a la
distancia. Te detienes un momento, bajas nuevamente la mirada, sabes que está
ahí bajo tus pies, en tu dominio. Inicias un zigzagueo hipnótico que los deja a
todos pagando, encaras al guardameta que te sale a los pies y lo burlas con un
inusitado quiebre de cintura; disparas convencido de que será gol… pero la bola
encuentra el poste que la repele velozmente lejos de tu alcance. El árbitro
pita el final.
Hoy hay Copa Libertadores, ese torneo que aún
lleno de inconsistencias te sigue cautivando año con año, aunque pare en
semifinales y se reanude con equipos fuera de ritmo en las fases más decisivas.
Aunque prime la improvisación y la desorganización; porque, paradójicamente son
los elementos que te hacen cercana la Copa. Porque son lugares comunes entre
los latinoamericanos. Hoy hay Copa Libertadores y tú vas a prender tu televisor
media hora antes del pitido inicial, vas a refutar cada una de las decisiones
de tu técnico y te vas a ilusionar durante noventa minutos o más.
Querido hincha, bienvenido seas a la
hermandad más grande del mundo: el fútbol, en la que no importa nada más que tú
desproporcionado amor por éste juego. No importa por quien hinches ni la forma
que tengas de vivirlo; no importa si lo sufres a la distancia o lo gozas en la
cercanía de los demás. Lo único importante es que lo vivas con intensidad.
Porque como la vida, el fútbol no merece
medias tintas, no vale medianías ni mediocridades. Aquí se trata de amar la
esencia del juego por el juego mismo. Borra de tu memoria todo el manoseo del
que es víctima muda, deja de lado al que lo ve como negocio, olvídate del que
te miente detrás de un micrófono o de unas tendenciosas líneas en un diario o
una web.
El fútbol nuestro es cada vez más añorado,
más distante, más esquivo. No lo dejes perder su naturaleza, aun cuando hoy día
sea algo tan distinto a aquel primer acercamiento que tuviste un día. El fútbol sigue y seguirá siendo fútbol, porque
vive en los anhelos gastados de cada hincha que semana a semana vuelve a
entregarle sus ilusiones a once que le representan.
Sé crítico con el fútbol en el que puedes
incidir y sé mucho más crítico de aquel al que sólo accedes como espectador.
Porque es el camino que hay que transitar para recuperar los auténticos valores
del juego, de la vida misma. Valores que hemos perdido en el trayecto.
Vuelve a los orígenes y por favor: no dejes
morir al fútbol.
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