El campeón defensor, Arsenal, se metió entre los cuatro
mejores de la F.A. Cup con un triunfo ajustado pero indiscutible, ante un rival
que le entregó ventajas imperdonables en este nivel. Sin haber realizado una
gran presentación, el equipo londinense aprovechó la poca eficacia colectiva
del equipo de Louis Van Gaal y fue justo acreedor del pasaje a semifinales que
entregaba el encuentro.
Poco había hecho Arsenal, que sólo lastimaba por las bandas por medio de Alex Oxlade-Chamberlain o Alexis
Sánchez, cuando encontró el primer regalo defensivo del United. A los 25
minutos, tras una gran jugada individual de Oxlade-Chamberlain, Nacho Monreal aprovechó
una distracción de Di María para ingresar en soledad al área, recibir el pase del extremo derecho y marcar con un
toque de zurda el primer gol de los londinenses.
Por suerte para el
local, el empate llegó rápidamente e impidió la desesperación de un United que manejaba
mucho tiempo el balón sin generar peligro en la misma proporción. Di María
envió un preciso centro desde la derecha que Wayne Rooney cabeceó al gol en el
enorme espacio descubierto entre los centrales visitantes. Incluso el cuarto de
hora final entregó una sensación de superioridad de los Red Devils que no
había sido tan clara hasta entonces.
Pero Louis Van Gaal temió por el futuro de un Ander Herrera
amonestado y colocó a Michael Carrick en su reemplazo. La salida de Herrera le
quitó al United su cerebro, Daley Blind se quedó sin socio en el manejo del
balón y se terminó alargando enormemente la estructura colectiva del equipo con
los delanteros muy lejos del resto del equipo. Arsenal consiguió el balón y sin
hacer demasiado mérito fue llevando el juego al campo adversario.
Cuando la poca potencia ofensiva de Arsenal -perjudicada por la salida de Oxlade-Chamberlain por lesión- presagiaba que
no iba a suceder demasiado en el partido, la defensa dueña de casa se encargó
de obsequiarle al equipo de Arsene Wenger el gol del triunfo. Phil Jones bajó un balón con poco criterio y
menos pericia que comprometió a Antonio
Valencia. El ecuatoriano, sorprendido y apurado, terminó de consumar una
pésima noche individual entregándole corto el balón a David De Gea para que
Danny Welbeck llegara primero, se colocara sólo frente al arco vacío y se
llenara la boca de gol. La media hora final estuvo prácticamente de más y constituyó una
cabal muestra de las deficiencias de ambos equipos.
Por un lado, Manchester United perdió a Di María por tomar
de la ropa al árbitro protestando una inexistente falta que ya le había costado
la tarjeta amarilla. De paso, Van Gaal resignó gran parte de las posibilidades
de reacción determinando el final anticipado
de la relación entre Radamel Falcao y Manchester United. El holandés, contra
todo pronóstico, colocó a Adnan Januzaj en el campo cuando el partido pedía un
gol que cambiara la historia y el colombiano era el único portador de un
currículum goleador en el banco de relevos.
En el otro rincón, Arsenal, que debió aprovechar las
facilidades que el nervioso y descuidado rival le entregó para definir el
partido, se durmió en los laureles e hizo peligrar un triunfo seguro. Sólo la
pobreza ofensiva del local mantuvo a salvo el resultado. Pese a que Arsenal pudo definirlo en los minutos finales obligando
a De Gea a realizar dos intervenciones brillantes ante Cazorla y Sánchez, el
equipo de Wenger arriesgó demasiado con su timidez para ir a cerrar el
encuentro en un terreno muy próspero para hacerlo.
Lo de Manchester United fue un letal combo de impotencia
ofensiva, ineficiencia defensiva y falta de carácter ante la adversidad. El
local no aprovechó el dominio del juego que consiguió durante buena parte del
primer tiempo, sufrió enormemente la primera mitad del segundo tiempo con enorme
responsabilidad de su entrenador y cuando el partido pedía madurez y
personalidad demostró no estar a la altura de las circunstancias. Su horizonte en la temporada se oscurece día a día y no parece sencillo u final feliz para la historia. Arsenal no se
reclamará demasiado. El triunfo es importante para un equipo golpeado que duda
sobre su propio futuro y sienta las bases
para un buen final de temporada. Con la victoria consumada las mejoras
se buscan con una sonrisa. Y es un momento del año oportuno para sonreír.
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