El campeón defendía la corona de visitante, en el mítico
estadio Centenario contra un Danubio que salió a plantearle un partido a la
contra. Un elenco veloz, comandado en la gestión por el blondo Ignacio González
salió a complicar así a San Lorenzo quién se mostró impreciso durante los 90
minutos de juego.
El doble eje que tantas glorias le dio estuvo lento en los
anticipos. Le costó bastante a Mercier y a Ortigoza. Romagnoli fue quién trató
de manejar los hilos de un ciclón al que se le dificultaba desde tres cuartos
de cancha en ataque. Danubio apostaba a la espalda de los mediocampistas y
sobre todo al avance de los laterales del Ciclón.
Todo se hace más cuesta arriba cuando Matías Castro encontró
en una segunda jugada un centro que no pudo conectar, que debió bajar y con la
fortuna de un rebote en Cetto, engañó a Torrico, poniendo el 1- 0. Si era
difícil el partido, en ese momento se hacía bien cuesta arriba.
Ahí empezaron a aparecer las cartas más fuertes de San Lorenzo:
su figura, Mauro Matos, quién se encargó de pelear todas las pelotas que
llegaban en el juego aéreo y bajar la mayoría de las mismas. Los dos laterales,
tanto Mas como Catalán tuvieron una tarde-noche muy productiva. El lateral
derecho supo suplir a Buffarini (suspendido) incorporándose al ataque, siendo
certero, complicándose poco y sobretodo, con un buen aporte en defensa.
Emmanuel está a un gran nivel tanto ofensivo como defensivo y de más está
recalcar su gran estado físico. Pero esta doble subida le facilitaba a espacios
a un Danubio que iba por las bandas, sobre todo por el lado izquierdo del
ataque y que de no ser por Torrico y una reacción fantástica abajo, hubiese
aumentado la ventaja en dos.
Una “no expulsión” de un defensor del local por acción manifiesta de gol, imprecisiones en los metros finales y la seguidilla de malas entregas,
fastidiaron al equipo de Bauza que marchó al entretiempo después de haber
embestido al arco rival varias veces, pero con muy poca claridad.
La segunda mitad repitió en sus primeros quince minutos lo mismo que la gran mayoría que en la primera. Los laterales avanzando, los centrales firmes aguantando con Mercier a Fornaroli y Castro que seguían llegándoles en velocidad por los costados y apoyados en la habilidad de Nacho González. Romagnoli empezaba a sentir el cansancio y se acrecentaba la figura de Sebastián Blanco en el control de la pelota, asociado con Villalba, quién más allá de malas decisiones en el tramo final, aportó mucha entrega y colaboración con sus compañeros.
Apareció la mano de Bauza. Entró Cauteruccio por Villalba y
Matos tuvo compañía constante. Tenía a quien bajarle la pelota, sabía con quién
conectarse. Mussis ingresó luego por Romagnoli y le aportó dinámica, frescura y
juego veloz a un mediocampo que estaba sintiendo el trajín de lo recorrido
durante todo el tiempo anterior de juego.
Amor propio y ponchazos, las dos palabras que describen lo
que fue San Lorenzo en el final. Centros e insinuaciones claras. Mussis hizo
revolcar a Torgnasciolli, Blanco tuvo un claro mano a mano, los centros de
Catalán iban al centro del área a la zona punzante. Pero el marcador seguía en
cero y no se podía quebrar esa brecha.
Llámesele suerte o mística o el adjetivo que se quiera. Pero los últimos cinco minutos le dieron a San Lorenzo lo que buscó todo el partido.
Incluso menos tiempo bastó. Porque a los 86 minutos Matos encontró un rebote en
una jugada que comenzó Ortigoza en velocidad y que tras una corrida fantástica
de Catalán encontró al nueve en su hábitat natural. Y solo un minuto después,
un defensor la peinó tras un córner y Mauro Cetto le dio al Ciclón la victoria
agónica, sobre el final.
Tres puntos de color oro se trajo San Lorenzo de Uruguay.
Merecido en el transcurso en sí del partido, pero lejos de jugar bien, más allá
de las situaciones creadas. Con la imprecisión como nota dominante, el campeón
se llevó un triunfo agónico que lo deja bien parado, más tras la victoria de
Corinthians 2 a 0 a Sao Paulo.
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