River ha iniciado el año sin una línea continuista en su nivel de
juego. El desafío es retomar el orden dentro del pequeño margen con el que
cuenta.
Escribió la
pasada semana Alex Couto Lago, en el Magazine Perarnau, sobre las distintas dinámicas competitivas que un equipo puede atravesar a lo largo de una
temporada. Con el fin de lograr el objetivo planteado al comenzar el curso,
afloran las vertientes emocionales junto con la estabilidad y la regularidad
colectiva. Cualquiera sea el rumbo que se tome en la disputa del juego, existen
diversos matices que preceden a una realidad y son secuelas de otra.
Si tomamos
el caso de River, podríamos hacer referencia a que el conjunto vuelve a esa
rueda cíclica que lo ha caracterizado en el último tiempo. Luego de un gran
semestre en el que estuvo cerca de sumar un título local al internacional, se
ha inmiscuido en un camino que lo encuentra intentado ajustar una vuelta de
tuerca en su juego. Es que precisamente como expresa Couto, la necesidad de
variar es aún mayor en la victoria.
River
parece haber abandonado una dinámica positiva, tras no comenzar el año con una
continuidad de resultados. De cualquier manera, aún tiene un pequeño margen y
puede evitar que su realidad competitiva se torne negativa. Su modo de competir
desde inicio de año ha hecho que no dependa de sí mismo para acceder a octavos
de final en Copa Libertadores, así como ha empatado diversos partidos que no llegó
a sentenciar.
Durante el
pasado semestre, uno de los signos del equipo dirigido por Marcelo Gallardo era
su capacidad reactiva. Capaz de remontar cualquier partido y acabar puntuando,
esa virtud realzó al conjunto en el empate frente a Arsenal. Aunque en la
actualidad, no ha podido cerrar partidos que le han costado puntos vitales de
cara al futuro. Asimismo, en el anterior curso, la lesión de Kranevitter hizo
que el gran nivel de las primeras jornadas mermara. El mediocentro era el eje
sobre el que se sostenía la presión alta y la recuperación inmediata del balón.
Una de las
razones relacionadas al abandono de una dinámica competitiva positiva ha tenido
que ver con la manera de presionar en campo rival. Hoy en día, los espacios
entre líneas son mayores, el equipo queda largo y se producen vacíos que hacen
que al colectivo le cueste sobremanera hacerse del balón para volver a atacar y
encerrar al rival. Si en los partidos de verano ya se evidenciaban las pocas
ayudas de los interiores al volante central, también se añade que la defensa no
adelanta con justeza su línea para achicar.
Los Millonarios dominaron gran parte de los
partidos que jugaron, pero han perdido cierta seguridad defensiva que le ha
quitado estabilidad y confianza. Así, la ineficacia de cara al arco rival se
funde con las ocasiones generadas por el adversario una vez que sobrepasa la
primera línea de presión. Por otro lado, las pocas líneas de pase por delante
del poseedor son recurrentes, al punto que Pisculichi ha perdido sobriedad en
ese contexto. Mientras, Pity Martínez
y Mora han sobresalido.
En un
momento clave de la temporada, cuando el equipo aún debe responder, las
lesiones comienzan a aparecer. River deberá volver a mostrar un nivel óptimo
sin el mediocentro que mejor se adapta a cortar las transiciones contrarias en
inferioridad numérica o a relevar. Tanto la lesión de Kranevitter, así como del
lateral izquierdo (vital para profundizar), o de uno de sus centrales con mayor
proyección, se suman a las convocatorias de seleccionados para fechas FIFA.
El primer
paso será retomar la regularidad competitiva. Dispone de un pequeño margen en lo
cuantitativo, aunque todavía no ha perdido su identidad y puede alcanzar el juego
de la pasada campaña. El nivel individual de muchos jugadores ha menguado, con
la subsecuente disminución grupal. De aquí en adelante, será tiempo de volver a
una dinámica positiva.
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