North East England, le región menos habitada de Inglaterra, ubicada al noreste de la nación británica, en límite con Escocia, ha visto durante la semana la peor
versión de este Chelsea líder y hasta ayer invicto de la Premier League
2014/15. Primero fue Sunderland quien agrupó gente y preocupó en la segunda
mitad al equipo londinense, al punto de dejar la sensación de que el empate sin
goles pudo ser poco para el conjunto de Gustavo Poyet y este fin de semana Alan Pardew, tomando
nota de los espacios donde Chelsea sufrió el sábado anterior y contando con
armas ofensivas con mayor nivel individual que las de su próximo adversario en
el fixture, le dio el primer golpe fuerte a un equipo que desperdicio sus
mejores treinta minutos en el inicio del partido y terminó pagando cara una
ineficacia que hizo su primera aparición en el recorrido Blue durante el certamen.
Virtudes recortadas
Chelsea es un equipo que durante la temporada destacó tres marcas fundamentales en su juego colectivo: la capacidad para sostener el balón, el juego en el lugar del campo en el que se propone, la notable facilidad para
llevar su dominio de los tiempos y de la pelota al resultado en plazos cortos
de insistencia sobre el área del oponente. Tanto en Stadium of Light el pasado fin de semana como en esta
jornada en St. James Park, el conjunto de Mou mantuvo parcialmente la primera
pero demostró una llamativa ausencia de la segunda y el gol no apareció en sus momentos de mayor
dominio. Esto determinó la necesidad de un mayor desgaste con el correr de los
minutos sin conseguir la esperada diferencia y un equipo cuya formación tiene
muy pocas variantes a lo largo de lo que va de temporada, parece comenzar a
sentir el peso de la acumulación de partidos en las piernas de sus integrantes
una vez superado el Ecuador de cada enfrentamiento.
La posesión, ante rivales que han parado entre ocho y nueve
jugadores delante del área para defender su arco, termina generando un
agrupamiento de demasiados hombres en los últimos veinticinco metros del campo
y los escasos espacios le limitan el margen de sorpresa a un Cesc Fabregas que
debe recurrir a todo su repertorio para encontrar algún pase efectivo para que
el dominio se convierta en peligro. Con este problema, todo aquel jugador que
llega por los costados desde atrás o que intenta recurrir a la maniobra
individual para generar desequilibrio, se encuentra con una pared de camisetas
rivales que hace estéril la gran mayoría de los esfuerzos ofensivos de Chelsea
y comienza a generarse desgaste físico, a partir de la necesidad de movimientos
constantes de las piezas para encontrar de una vez ese resquicio, esa grieta,
que le permita generar peligro y provocar la diferencia en el score.
Con este panorama, Chelsea se queda con dos vías para
amenazar la portería del oponente: su preponderancia en el juego aéreo, si es
que el rival le entrega alguna ventaja en ese plano como sucedió este fin de semana y la
esperanza del pase del millón de dólares que parta de los pies de sus elementos
más talentosos con Fabregas a la cabeza. Con menos caminos disponibles, las
chances se reducen y es ahí cuando la eficacia del arco, ausente sin aviso en la
primera etapa ante Sunderland y en la primera media hora ante los de Alan
Pardew, pasa a cumplir un rol vital en el futuro del partido. Si el partido se
alarga sin ventaja en el marcador, Chelsea comienza a ver como las diferencias
en el trámite se acortan o incluso se esfuman dependiendo de las posibilidades
ofensivas del retador de turno.
Debilidades expuestas
El correr de la temporada está denotando algunas debilidades
repetitivas en las huestes londinenses. El último tramo del fixture deja la sensación
de que Chelsea es comparable a aquellos boxeadores
de gran poder noqueador que ve en
decadencia sus chances de triunfo cuando el combate se alarga. Este Mike Tyson
del fútbol aumenta claramente sus chances de éxito cuando es eficaz. Una de sus
virtudes en el inicio del torneo era la de marcar diferencias en muy pocos
minutos de dominio y, de hecho, fue esa contundencia la que marcó diferencias
en la semana en la victoria ante Tottenham Hotspur por 3-0. Pero cuando esta
eficacia no aparece, hay dos problemas muy visibles en el andamiaje colectivo
que dan el presente. La poca categoría defensiva de Gary Cahill, cuya virtud
más resaltable es el juego aéreo pero es altamente insolvente en la cobertura
de espacios y en el mano a mano con los delanteros, y la escasa presencia de
Fabregas para defender un sector derecho que cuenta con Branislav Ivanovic con
mucha presencia ofensiva.
Tanto Sunderland como Newcastle tomaron el camino del
contraataque insistentemente por el
sector derecho de la defensa de Chelsea y obtuvieron grandes réditos de ello.
Por un lado encontraron a mitad de camino Ivanovic, obligando a Cahill a alejarse
de su posición sumando problemas a sus propias deficiencias individuales. Por
otro, con Cahill entregando metros a sus espaldas, los estiletazos a ese espacio
libre suelen motivar la intervención salvadora de Thibaut Courtois o el cierre
desesperado de John Terry para evitar que esas debilidades alcancen a modificar
el marcador.
Mourinho deberá trabajar para modificar rápidamente la
situación. Cuatro puntos cosechados sobre nueve en juego se constituyen en una
señal de alarma para el ocupado futuro de un Chelsea que va por todo pero, muy
probablemente, deberá recurrir al recambio en medio de esta transformación hacia
nuevas formas que eviten la pérdida de más puntos ante los planteos similares
que se van a suceder en una época donde cada detalle es observado por millones
de ojos. La diferencia que Chelsea consiguió en el primer cuarto del torneo
juega a favor de Mou pero el agitado calendario inglés en diciembre y enero
exige soluciones urgentes y resultados inmediatos. Crease o no, el liderazgo de
Chelsea corre peligro con este viento táctico que proviene del noreste inglés,
más precisamente desde Tyne and Wear, el condado que nuclea entre otras
ciudades a Sunderland y Newcastle, que le ha agregado picante a una Premier
League que parecía encaminarse hacia un sencillo título para los de Stamford
Bridge.
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