La inmensa mayoría de las disciplinas deportivas guardan
una relación estrecha entre el desarrollo de las acciones de una competición y
el resultado final que la misma arroja. Difícil es encontrar partidos de básquet
donde gane el que peor jugó, o partidos de tenis donde quien cometió menos
errores y produjo más puntos ganadores sea derrotado. Más complicado aún es
que quien ha sido dominador de la mayor parte de un partido de rugby coseche un
resultado negativo. Toda victoria contundente
de un contendiente sobre otro se puede explicar desde la revisión de lo
sucedido en el ámbito de juego.
En el fútbol, como en el boxeo, una mínima fracción del
partido, sin que siquiera en ella se plasme una superioridad absoluta de un participante
de la competencia sobre otro, puede aparecer un factor determinante que eche
escaleras abajo los sueños de una parte para despertar la algarabía del
adversario. Como en el boxeo un golpe justo y desesperado puede enviar a la
lona a aquel que marcaba enormes diferencias en las tarjetas en un abrir y
cerrar de ojos, el fútbol tiene en el gol su nocaut propio. Y en el paralelismo
entre el fútbol y el boxeo, hoy Arsenal ganó por nocaut técnico.
Corrían 32 minutos de juego cuando Per Mertesäcker salió con
claridad desde el fondo y encontró a
Callum Chambers, quién le dio vértigo a la jugada con un pase de primera que evitó
un tiempo y dejó a Danny Welbeck con el balón de frente al arco rival y metros
libres por recorrer. En el intento por achicar, la defensa de Aston Villa dejó un claro entre los
centrales y el pase del ex delantero de
Manchester United fue magistral para que
Mesut Özil –vaya roles invertidos- tenga la paciencia suficiente para obligar a
Brad Guzan a jugarse y definir con suavidad a ras del suelo y junto al cuerpo
del arquero, allí donde indican los manuales del buen delantero. Tres minutos más
tarde, Aly Cissokho marcaba en propia puerta el tercer gol ‘gunner’ tras un buscapié desde la izquierda enviado por
Kieran Gibbs.
El lector desprevenido creerá que el de Cissokho fue el
segundo tanto de la visita en la tarde de Villa Park. Pero entre el gol inicial
del minuto 32 y el que cerró el marcador a los 35, Welbeck, Aaron Ramsey y Özil
armaron una jugada precisa y rápida por izquierda que culminó con un pase del
alemán a Welbeck y un toque de este con pierna derecha a la red que dejó fuera
de acción a un Guzan que, a esta altura, había tenido más contacto con el balón
para retirarlo de la portería vencida que para realizar alguna intervención de
relevancia en el juego. Arsenal ganaba 3-0 un partido que recién comenzaba a verlo en acción y ya lo tenía como amplio vencedor.
Esos tres minutos explican el score final. Un
Aston Villa mejor asentado en el campo y más profundo en la primera media hora,
utilizando mejor las posesiones cortas de las que disponía ante un inofensivo
Arsenal que no encontraba la forma de convertir el dominio del balón en
superioridad en el juego, o el aburrimiento de una segunda etapa que dejó ver a
un Arsenal conservador, que mantuvo la pelota en su poder como medio para
evitar que el equipo de Paul Lambert pueda crearle algún riesgo a una victoria
que parecía segura, parecen detalles poco influyentes para un resultado
que era injusto al llegar el primer gol y que era lapidario tres minutos después.
Pero así es el fútbol y por ello el maestro Dante Panzeri lo bautizó magistralmente como “la
dinámica de lo impensado”.
Aston Villa ya no es invicto y recibió el primer golpe de
una temporada que lo tiene ubicado por encima de lo previsto en la
clasificación, mientras que Arsenal logró recuperarse de la derrota por Liga de
Campeones frente a Borussia Dortmund y consiguió tres puntos importantes ante
un rival que presenta dificultades y que será un adversario de riesgo para
aquellos que ven su objetivo en la parte alta de la tabla de posiciones.
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