Luego de la paliza histórica de Alemania sobre Brasil, es bueno volver a repensar el Maracanazo y la cruz que cargaron sus protagonistas. Por muchos menos, fueron vilipendiados el resto de sus vidas los jugadores del '50.
Crecimos escuchando del Maracanazo, la épica del Negro Jefe y el milagro uruguayo. De hecho, la historia moderna del fútbol uruguayo se cimienta en el peso histórico de aquella gesta. También supimos de Moacir Barbosa y el insoportable peso de aquella cruz tras el título perdido en Río de Janeiro.
Siempre imaginé que el estigma sobre aquel grupo se iría cuando Brasil sea campeón del Mundo en su casa. Pero no, llegó luego de la mayor vergüenza que vivió el fútbol brasilero en toda su historia: el 7-1 ante Alemania.
¿Cuál fue el crimen que cometieron aquellos formidables jugadores que vistieron la por entonces camiseta blanca en 1950? Perdieron un partido que iban ganando, en pocos minutos, ante un formidable conjunto como el uruguayo. Quizás ahora Friaça, Zizinho, Ademir, Jair y Chico, entre otros, sean reconocidos como lo que fueron: un fantástico equipo de fútbol que tuvo un resbalón tan indeseado como inimaginable.
Porque si la tragedia fue tan grande hace 64 años se debió a que aquel equipo brasilero había acumulado goleadas en los encuentros anteriores a medirse ante los uruguayos. Acá no acontece lo mismo: esta Verdeamarela hizo un papelón mayúsculo durante toda la Copa del Mundo. Su Mundial fue sencillamente paupérrimo.
Porque sí, un 7-1 tira abajo todos los papeles, pero si al menos hubiera tenido otro andar durante el certamen, la sensación sería algo diferente. Brasil no mereció ganarle a Croacia -lo desató el árbitro el partido- no fue superior a México (y ya abríamos algunos interrogantes), le ganó a la debilísima Camerún tras un rato de duda, estuvo a centímetros de quedarse afuera en octavos ante Chile y venció a Colombia en un match donde el segundo tiempo literalmente renegó de su fútbol histórico, con jugadores que lo único que querían era que terminara el juego. Decíamos que esto era Brasil.
Sin el capitán ni el crack, el que era capaz de ponerse el equipo al hombro, Brasil se redujo a la nada misma. Ya tendremos tiempo de analizar de manera más profunda qué ocurrió el 8 de julio del 2014 en el Mineirao de Belo Horizonte, pero tiene que ser un despertador para el fútbol más grande del mundo. Como lo fue para Alemania la Euro del 2000.
Porque ver el Brasileirao da pena; estadios semivacíos, equipos con una inversión enorme comandados por pésimos dirigentes y entrenadores sumamente desactualizados. Las selecciones juveniles brasileras también están barranca abajo (como las argentinas), de hecho tanto el Sub 20 de Brasil como el de Argentina no pasaron a la fase final del último Sudamericano. Es tiempo de una refundación.
La CBF post Teixeira confío en Luis Felipe Scolari para comandar este proceso, un entrenador que venía de fracasar en el Chelsea y de ser partícipe directo en el descenso de un grande como el Palmeiras. Jamás encontró el equipo, se la pasó renegando contra los arbitrajes (por insólito que parezca) y cuando no tuvo al sustento individual quedó desnudo lo que (no) armó en este tiempo. Si uno compara a aquel equipo del 50 con este que padeció todo el Mundial, veremos que aquellos hombres habían hecho algo mucho más reseñable que estos del 2014.
tienes mucha razon en todo, amigo. agrego que, si el Brasileirao esta mal, imaginate las otras ligas del continente - pues varias de las ultimas libertadores y sudamericanas las han ganado clubes brasileros...
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