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Humillación histórica y reafirmación

En un partido que constituye la historia viva del fútbol, Alemania destrozó a Brasil goleándolo 7-1 en Belo Horizonte. El desconsuelo reinó en el estadio, que vio nuevamente esfumarse la oportunidad, como en 1950. 





Sin llegar a los 30 minutos de partido, las imágenes vuelven a sucederse, como si fuera una pesadilla. Una nueva historia que será difícil dejar atrás. Lejos de aquel partido de 1950, que se convirtió en una leyenda, pero dentro de la historia del fútbol. Antes de la media hora, en su territorio, bajo las expectativas de miles de aficionados que llenaron el estadio, Brasil se encontró cinco goles debajo de Alemania, que se mostró como una aplanadora y que bajó la marcha luego.

Las largas colas para abandonar el Mineirao de Belo Horizonte se mezclan con los llantos en medio de la tribuna. El sollozo en la gente que no esperaba para nada lo sucedido. Sensaciones de pudor, con asombro y una absoluta reprobación hacia lo que hacen sus futbolistas en el terreno de juego. Brasil había salido con intenciones de ser agresivo y jugar en campo rival, aunque pronto se derrumbó todo ante un rival que propició sus errores.

El seleccionado de Scolari ha estado lejos de encontrar un funcionamiento en esta Copa del Mundo, y los errores se profundizarían sin Thiago Silva ni Neymar. La búsqueda de dominar el encuentro, tomando la iniciativa, se diluyó rápido al quedar excesivamente largo al presionar. Ante Alemania, que posee un juego extraordinario entre líneas por su rotación y movilidad, fue un suicidio. Los germanos taparon los caminos de salida brasileños y así comenzaron a hacerse dueños del partido.

Cuando Fernandinho recibía, tenía a Tony Kroos sin darle posibilidad de giro. Lo mismo sucedía con Luiz Gustavo, que se vio desbordado ante un Khedira que se impuso siempre en la medular. La dificultad al salir y la presión alemana sobre el doble pivote facilitaron los caminos para los de Low, que atacaron en transiciones cortas y con miles de espacios. Asimismo, la capacidad de desdoble desde la segunda línea, con el fin de crear superioridades en todo sector del campo para combinar, se hizo imposible de controlar para los locales. La precisión y exactitud de Kroos fue en un arma elemental, que lo hizo figura.

El desorden de la defensa de la Canarinha se evidenciaría además en la pelota parada, cuando Muller estableció la apertura del marcador con la libertad enorme que David Luiz le dio en la marca. Luego llegaría el tanto de Klose con una magnífica jugada colectiva. El carril de Marcelo, como en toda la competencia, volvió a ser un callejón para el adversario, y Alemania lo aprovechó. El balón derivó en Kroos que, con absoluta libertad en la frontal, pasó con precisión. Luego, el goleador teutón marcaría su tanto número 16 en los Mundiales, que lo coronan como el máximo anotador del certamen en la historia.

La asfixiante presión sobre Fernandinho se manifestaría nuevamente minutos después, cuando Kroos no lo dejó darse vuelta y generó el tercer tanto tras asociarse con Khedira. Vendría un nuevo tanto de Tony, otra vez apareciendo libre afuera del área mayor, y el quinto de Sami. Un equipo totalmente desorientado, sin caminos que tomar, sin comprensión alguna, ante una de las humillaciones más grandes que hayan existido.

Frente a la ausencia de Neymar, Scolari ubicó a Bernard en su lugar y dio la función de enlace a Oscar. Liberó al del Chelsea para que asuma gestiones puramente ofensivas, dejando su tarea de recuperador de los últimos partidos. Pero, al mismo tiempo, el ‘11’ debía bajar hasta línea de Luiz Gustavo para poder tomar el control de la pelota, con un rival corto y sin dejarle espacios. Las conducciones de Hulk no tenían sentido, las ayudas de Fred volvieron a brillar por su ausencia y Bernard no tuvo opción alguna de generar un mínimo desequilibrio.

Por otro lado, sin Thiago Silva la defensa fue un desconcierto total. El del PSG era definitivamente un corrector de las fallas colectivas de una defensa que jamás otorgó seguridades. David Luiz, pese a lograr robos por su agresividad y tener conducciones de calidad, es de los zagueros más desordenados que se hayan visto en el último tiempo. No relevó nunca y terminó dejándose llevar por el irrefrenable impulso de la gente, dejando un hueco enorme en su posición.

Desde la otra punta, la victoria tan abultada significa la consolidación de un paradigma. No ha necesitado de la posesión para lograr imponer su juego posicional, sino una presión que terminó con todas las ilusiones del Scratch. Es que la mayoría de los goles en la primera mitad derivaron de apretar a los pivotes y atacar con absoluta precisión en velocidad. Como dijo Guardiola, este equipo domina todos los aspectos del juego, así sean comunes o extrañas las circunstancias que el partido le presente.

El técnico alemán decidió bajar las revoluciones y el repliegue de sus jugadores para iniciar la segunda mitad. Al unísono, empezó a proteger jugadores de cara a la final. Tal como hizo ante Francia, dejó venir al contrario para atacar sus espacios. Con la vergüenza asumida y bajo la obligación de hacer algo por el honor, Brasil nuevamente tomó la iniciativa, se topó con un gran Neuer y sufrió dos goles más. Sin Neymar le faltó creatividad, le costó una enormidad conservar el balón o desarrollar fases largas de posesión. Atacó sin sustento alguno y por mero compromiso.

Low volvió a tapar los carriles de salida con Schurrle, que ingresó por un Klose que se retiró con la historia en su espalda. El mediapunta de la Premier League atacó por la banda y dejó la zona central del área a Muller (con su sola presencia intimida a cualquier defensa), pero las permutas o los desmarques y rupturas no dejaban referencia alguna de marca. El propio André convertiría los dos goles para sellar una victoria que constituye más de una página de otra leyenda futbolística.

El descuento de Oscar en la última jugada del partido serviría de poco, luego de que Ozil fallara el octavo. El desconsuelo volvió a reinar en el estadio. Posteriormente a 64 años, Brasil vuelve a sufrir un golpe durísimo en su tierra. Alemania había comenzado con aquella goleada a Portugal el certamen, luego sus actuaciones bajaron un nivel, para reaparecer en toda su expresión en las semifinales. Después de estar cuatro veces seguidas entre los mejores cuatro, vuelven al partido cumbre, ese que jugaron en 2002 y por el que tomaron revancha en tierras de su vencedor.

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