Costa Rica y un triunfo ante Italia que entra en la historia grande de las Copas del Mundo. El 1-0 frente a la Azzurra clasificó al humilde equipo centroamericano a octavos de final ante la incredulidad mundial y el hostigamiento de la FIFA.
Más allá del esquema táctico, más allá del cerrojo a Pirlo, más allá del talento de Bryan Ruiz, de las zancadas de Joel Campbell. El triunfo de ayer de Costa Rica ante Italia -lo que ubica a los Ticos como uno de los cinco equipos con dos triunfos en dos presentaciones- emociona profundamente desde lo humano.
En un Mundial apasionante, que nos impacta por sus goles y partidos de remontadas y de épica, en una Copa del Mundo en la cual se advierte una dirección muy clara hacia dónde se dirige el fútbol a escala global, en ese certamen también hay lugar para una historia de novela.
Y no porque Costa Rica no sea un equipo bien formado, con algunos muy buenos futbolistas y que está trabajado hasta la médula. Sino porque ese sorteo que parecía aniquilador al ubicar al conjunto de Centroamérica con tres campeones del mundo, no solo no pudo con los Ticos, sino que termino por engrandecer una gesta que hubiera sido igualmente notable si se hubiera dado en otra zona.
Si el país se había hecho de ilusiones luego de la fase clasificatoria, el azar había dejado a su gente con expectativas moderadas. Hacer un buen papel, con lo amplio y difuso de ese término, era la aspiración puertas para afuera del equipo de Pinto. Hoy pueden decir sin sonrojarse que escribieron la página más importante de la historia del fútbol en aquel país, a 24 años de la gesta de Medford, Conejo y compañía en Italia 90, cuando alcanzaran octavos de final.
La frutilla del postre, el repudiable acto de la FIFA de enviar a siete futbolistas centroamericanos al control antidoping, en un hecho sin precedentes. Otro estímulo como para dotar de motivación a un grupo humano que ya alcanzo el Olimpo y que solo sueña con poder seguir soñando.
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