Di María convirtió cuando el tiempo extra agonizaba y Argentina está
en cuartos de final del Mundial. Mascherano volvió a jugar un enorme partido
ante Suiza, que generó grandes dificultades con sus armas y cayó en el final.
La primera
vez que Messi pudo correr, de frente al arco y con opciones de descarga a los
costados, ocurrió en el minuto 28 del tiempo extra. Hasta ese momento,
Argentina no había logrado doblegar a un más que serio trabajo defensivo y de
salida suizo. Pero el ‘10’ tomó la pelota en tres cuartos con libertad y
comenzó la jugada que definió el encuentro. Di María, apoteósico durante la
media hora final, marcó el gol con un tiro cruzado para un desahogo total.
Era
previsible un partido así, por las características del rival y por las
deficiencias colectivas del seleccionado de Sabella en lo que se llevaba de
competencia. Durante la fase de grupos, la carencia de cambio de ritmo y
movilidad era una constante, salvando acciones en el último juego frente a
Nigeria. Ante un equipo como el helvético, cuya premisa principal es el orden,
la temática del encuentro no varió, pese a que en líneas generales Argentina
tuvo sus opciones en la segunda mitad.
Para los
octavos de final, en el comienzo de los duelos de eliminación directa, el
entrenador argentino apostó por Lavezzi para reemplazar a Agüero, lesionado el
pasado miércoles. La intención era clara; el Pocho debería tener más disciplina táctica de la que realmente
acostumbra a tener, para intentar equilibrar el mediocampo y no desarmar una
línea de tres delanteros. Messi, en un contexto con más de un compañero para
rotar y ser vertical, es donde mejor se siente. Aunque a la Albiceleste se le haría incómodo el
partido y los espacios no abundaban.
El juego interior era dominado por el dueto que componen Inler
y Behrami. Ambos con una complementación cuasi perfecta, propia de sus días en
Nápoles, alternaban para presionar y cubrir el espacio. Suiza se cerraba por
dentro e impedía romper por fuera, sobre todo por la izquierda con un
Rodríguez que ha estado sublime en la marca y en los mano a mano. Lavezzi y Di
María dejaban el carril para los laterales, pero estos no se proyectaban por el
temor a una transición rival. Finalmente, el del PSG mutó de banda con Ángel
pero ni de esa manera Argentina encontró el vacío para filtrar.
A Higuaín,
como viene sucediendo desde que comenzó la competencia, se lo notaba con un
ritmo menos. Le falta la explosión que lo caracteriza, tal vez por no llegar en
sus mejores condiciones. Así, quedaba aislado de los intentos colectivos. Las
combinaciones en corto para abstraer la presión lograban algo de profundidad,
pero para nada chances claras. Solo por arriba, los de Sabella encontraron
oportunidades con pelotas paradas.
De a poco,
la figura de Xherdan Shaqiri comenzó a crecer en Suiza. Los cortes del doble
pivote de Hitzfeld se transformaban en una amenaza por la velocidad del hombre
del Bayern Munich y las permutas con sus compañeros de ataque. En el encuentro
ante Honduras, se pudieron ver las caídas a banda de Drmic y el ataque al
espacio de la figura suiza. Chiquito, pero con una capacidad de aceleración
admirable y muy peligrosa, Shaqiri daba aire al conjunto. Extrañamente, no pudo
contar con el apoyo de Xhaka, adaptado más a funciones defensiva, aunque llegando
desde atrás en algunas ocasiones (Romero tuvo una gran atajada ante un remate
suyo).
Junto a que
las contras son una de las grandes virtudes helvéticas, Gago volvió a fallar en
el apoyo a Mascherano, y sus pases tampoco sirvieron para limpiar la jugada. De
todas maneras, Argentina mejoraría cuando adelantó sus líneas e hizo que sus
laterales suban. En esos momentos, Rojo comenzó a destacar jugando otro gran
partido y haciendo un sacrificio notorio que lo sacó del partido extenuado. Se
acumularon chances peligrosas con un Messi activo, presión asfixiante a la
salida adversaria y superioridad numérica en terreno rival. Palacio ingresó
para hacer un doble 9 con Higuaín, aunque le costó ejercer sus clásicas
rupturas. En ataques posicionales, el combinado sudamericano comenzaba a
imponerse y, de no ser por el arquero Benaglio, podría haberse llevado la
victoria en los 90 minutos.
El equipo
de Hitzfeld ya no era el del primer tiempo para recuperar el balón, y al
lanzarse en ataque no contaba con la misma rapidez. Quedaba partido de defensa
a ataque y Drmic no podía aguantar la bola cuando la llegaba para esperar el
arribo de sus compañeros. Además, el peso de Mascherano volvió a ser muy
efectivo en la mitad, como había ocurrido ante Nigeria. Su nivel volvió a ser
pletórico, dando clases de cómo recuperar y barrer su zona haciendo los relevos
necesarios (asimismo su primer pase ha mejorado una enormidad).
No
obstante, más allá de un mejor rendimiento argentino en la parte final, el tiempo
extra se hizo inevitable, como ha sucedido en la mayoría de los choques de esta
instancia en Brasil. Suiza salió incluso mejor a disputarlo, con su defensa un
tanto más adelantada e Inler haciéndose eje en su parcela del campo. Shaqiri
volvió a encontrar espacios para acelerar y Argentina retornó a los momentos
del primer tiempo, en los que no creaba y sufría en transiciones.
Pero el
segundo cuarto de hora sería diferente con Di María tirando del equipo, ya sin
tantas ideas pero con la velocidad y presencia del crack del Real Madrid.
Siempre dispuesto a aparecer libre por la derecha, y aprovechando el desdoble
de Zabaleta para generarse el espacio, tuvo sus chances. En una de las últimas,
cuando todo derivaba en los penales, apareció libre tras la construcción de
Messi. Para el cierre quedó el cabezazo en el palo de Dzemaili y el tiro libre
de Shaqiri. Argentina, en una mezcla de sensaciones, logró pasar a cuartos de
final, tras superar a un rival que no traicionó sus ideales y demostró que es
una gran generación.
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