Costa Rica dio el primer batacazo de la Copa del Mundo tras vencer a Uruguay 3-1 y complicarlo de cara al futuro en el "grupo de la muerte".
A priori se trataba de una guerra de a tres en la que se medía el poderío por la cantidad de copas que descansan en sus vitrinas. Cuatro, dos, una, y en el conteo nadie miró al costado, ninguno pensó en la humilde selección centroamericana que completa el cuarteto del grupo D. Costa Rica, para algunos el triunfo seguro, para otros simplemente el rival a no perder para no dejar puntos en el camino. Considerarlo para pasar de ronda no fue nunca una opción.

La serie de repechaje de 2010, que clasificó a Uruguay, estaba presente en las mentes de los centroamericanos. A través de su juego directo, de la búsqueda por los laterales y el juego aereo superó a su rival para ponerse primero en el grupo y tomarse revancha por mano propia. No le dio chances de soñar con una remontada una vez que estuvo arriba en el marcador y lo hundió en una crisis profunda. Se mostró sólida y convincente.
Un esquema con cinco defensores, dos volantes dedicados a la recuperación, dupla de internos (Ruíz y Bolaños) que además usaron las bandas para desbordar a los laterales rivales, y un centro delantero. No alcanzó la garra uruguaya para contener el juego ordenado de Costa Rica. No es el Barcelona de Guardiola, pero tiene dos herramientas que juegan a su favor: sabe a que juega y conoce sus limitaciones. Suficiente para creer.
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