En la década del 90, Temperley moría y moría por decreto, no porque se quedara sin vida, pero el amor fue más fuerte y los hinchas sacaron adelante algo que parecía imposible. Hoy todos festejan el Día del Hincha del Gasolero aunque no vale olvidar..
Hace ya algunos años, tantos que no guardo momentos en mi memoria, un juez dictó que no haya más fútbol por los pagos donde vivo. La palabra quiebra se tatuó en la piel de muchos. El fútbol dejó de ser pasión para ser negocio aunque varios otros debían cifras exageradamente superiores y siguieron jugando. A Temperley ese día le dieron un balazo en la nuca. Lo mataron. No estaba agonizando. Estaba muerto. Sin vida y sin esperanzas. De la muerte no se vuelve y no hace falta aclararlo, solo se llora a los cuerpos, se los extraña o se los recuerda con el pasar del tiempo.
La magia de varias familias, a las que se les estará eternamente agradecidas, hicieron que ocurriera lo imposible. Revivieron un cadáver. No fue de un momento para el otro, no fue sin romperse el alma buscando alternativas de pago, no fue sin caminar por tribunales o sin hablar hasta el hartazgo con todo aquel que fuera necesario. Tarea dura y sacrificada, pero empujada por el amor. Con eso no se juega, ni la muerte vence esa sensación y ni hablemos de jueces o de leyes que van en contra de lo que uno siente.
Esos grupos familiares dieron hasta lo que no tenían y tiraron sobre la mesa todo los que les quedaba. HIPOTECARON SUS CASAS por ver otra vez a su club en una cancha, por volver a transitar los pasillos de la institución, por comer otra vez en el buffet o solo por el simple hecho de ver vida en esa que fue y será su segunda hogar. Quizás eso los haya movilizado pero ese ya es otro análisis. La faja de clausura fue arrancada con ganas y lo que lo que estaba muerto de pronto volvió a la vida. Ya no importó ese tiempo sin competiciones, ni que en el regreso nos hayan mandado a la C. Había vida y si hay vida hay esperanzas.
Siempre aseguré y lo seguiré haciendo que el hincha de Temperley toma ese momento de la historia del Gasolero con orgullo. Se siente orgullo de haber ganado una batalla judicial, pero más orgullo se siente de que esa batalla fue ganada por hinchas. Hay un antes y un después y así lo marca la historia. El 24 de julio de 1993, hace ya 21 años, todo regresó a su sitio y el alma se posicionó nuevamente en el cuerpo de un club que nació para sufrir pero que está repleto de alegrías. Hay que tener memoria, no vale olvidar. Eso siempre hay que tenerlo presente y cuando la mano viene jodida queda claro que es cuando más hay que apoyar..
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