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De la nada a la gloria me voy..

Temperley estaba muerto, no reaccionaba pero en un instante todo cambió. La agonía quedó lejos y el desahogo pasó a ser su mejor alegría. "Mi dios no juega dados, quizás...esté a mi favor", dicen Los Redondos. El Gasolero al Nacional..




Nos cansamos de hablar de lo que genera el fútbol. A veces nos quedamos sin palabras o no podemos explicar de la mejor manera algo que nos sucedió o que palpamos en una cancha. Nunca dejamos de intentar, pero en muchísimas ocasiones nuestras palabras quedan escasas o simplistas. Cómo definir la vuelta a la vida de más miles de almas que colmaron una cancha. Parece difícil pero es sencillo, aunque no por ser sencillo deja de ser importante o pasa a ser una estupidez. La respuesta es un gol agónico. 

Los Redondos, mítica banda del rock argentino, tienen una canción llamada Motor Psico, la cual bien podría entrar en la lista de temas "oscuros" de todos sus discos. "Oscuros" solo por el hecho de que relata cuestiones de ese estilo y se escabulle constantemente en contradicciones. "Siempre tengo a mi lado a mi dios", arranca y de movida nomás planta su forma pensar. "Mi dios" es un dios propio, nada de dioses paganos o dioses masivos. Un dios personal y punto. Minuto 44 de la final del reducido entre Temperley y Platense. El Celeste debía hacer un gol para forzar los penales pero la defensa del Calamar estuvo firme todo el partido. En las tribunas solo se veía a la gente rezar y aunque no estuvieran pensando en "su" dios solo imploraban solitariamente. Nada de misas. "Mi dios" dame una alegría. 

De la nada a la gloria..
"De la nada a la gloria me voy (¡así me das más...!)" aparece más adelante en la canción y se vio por el aire volar una pelota que parecía perdida pero que terminó en el pie de Ariel Rojas, delantero juvenil del Gasolero, quien con un toque sutil desvió la bola, Claudio Flores, portero de Tense, se quedó estático, la pelota se elevó y terminó dentro del arco. "De la nada a la gloria me voy (¡así me das más...!)", explotó el estadio Alfredo Beranger, explotó es nada menos que eso. Una explosión. Explotaron emociones, explotaron llantos, explotó la euforia, explotó la alegría, explotó el escepticismo. La gente se abrazó. Todos se abrazaron, aunque no se conozcan. El grito de gol se escuchó en todo Temperley y el desahogo también se volvió explosión. 

"Mi dios no juega dados, quizás...esté a mi favor", los penales eran la opción para definir el segundo ascenso tras el pitazo final del árbitro. El partido de ida fue victoria calamar por la mínima y tras el final llegó el sufrimiento. "Junto a la hemoglobina me fui y ya no sangro más" y Humberto Vega disparó, Federico Crivelli voló a la derecha y la herida dejó de sangrar. Se cicatrizó esa abertura que muchos hinchas tenían en la piel se cerró en un instante. Ya no importaban los 14 años que Temperley tardó en regresar a la B Nacional. Ya no importó los miles de partidos disputados lejos de los puestos de vanguardia y ya no importó que hacía casi dos años el equipo estaba comprometido con el descenso. En ese momento solo fue importante festejar. 

"Lo que debes, cómo puedes quedártelo", Temperley ya no le debe a nadie. Temperley en la actualidad y poco a poco se ha convertido en una institución que dejó de deberle dinero a varias personas para pasar a ser una institución que paso a paso no le debe a su gente. Esa gente que es incondicional y que a pesar de tantos años siguió presente. Pasó la quiebra, pasó la C, pasaron los años con presidentes nefastos y un día, tras mucho remar, el barco se enderezó. "De la nada a la gloria me voy", se repite en las cabezas de los simpatizantes del Celeste y por suerte en el fútbol un instante puede ser un mundo entero de alegría. Salud Temperley...



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