El Atlético de Simeone está a pasos de la hazaña. Llegado este punto, no puede morir en la orilla. El DT es consciente de esto y sabe que no puede ocurrirle lo que le pasó al Liverpool en la Premier.
No me considero una persona que evalúe rendimientos exclusivamente en función de los resultados. Por el contrario, creo que esos análisis deben hacerse en relación a las capacidades, a las potencialidades, a los merecimientos y en el mediano/largo plazo sí considerar la variable de los logros obtenidos.
Pero existen situaciones en las cuales hay que capitalizar. En las cuales sería una picardía no obtener el título, el bronce, el logro. En eso anda el Atlético de Madrid de Diego Pablo Simeone. No puede ahogarse en la orilla.
Lo venía advirtiendo en las ruedas de prensa (adonde se movió a la perfección a lo largo de todo su periplo colchonero como entrenador), más allá de la buena campaña, esto debía coronarlo con un campeonato. Ahora el conjunto rojiblanco está a tres juegos de distancia de poder obtener dos certámenes, algo improbable a comienzos de la temporada.
Nadie podría afirmar que este equipo no superó sus expectativas. Los objetivos se sobrepasaron con creces. Sin embargo, para un club que ha padecido tanto en los últimos 15 años, tener a la gloria tan cerca y no conseguirla sería un palo tan duro, o incluso más fuerte, como no competir por estas copas.
Cuarenta años pasaron desde que los Colchoneros llegaron a su única final de la vieja Copa de Europa. Y la perdieron. En el último suspiro. Quién sabe cuánto tiempo pasará hasta que el Atlético pueda volver a esta instancia. Se sabe que su rival más temprano o más tarde lo hará. En el Vicente Calderón nadie podría apostar por una nueva oportunidad de este calibre en el futuro cercano. Lo mismo cabe para la Liga: del doblete de Radomir Antic -justamente con Simeone como corazón de ese equipo en el medio- han pasado 18 años. En el medio, el Atleti se fue al descenso, tardó dos años en volver y recién en los últimos años volvió a codearse con Neptuno.
Si la derrota ante el Levante no fue suficiente luz de alarma (un magistral Simeone dijo en rueda de prensa que era lo mejor que podía pasarle al equipo para volver a focalizarse con tan pocos minutos por delante), las imágenes que llegaron desde Londres el lunes debieron mentalizar de manera definitiva a los pupilos del Cholo. Y también a su gente. Nadie discute que el Liverpool ha redondeado una temporada espectacular, pero qué impotencia perder una Liga así. Con un resbalón y 15 minutos de desconcierto. Las lágrimas de Suárez así lo atestiguan. Y sí, los Reds de Rodgers merecen los aplausos, sí, han jugado un fútbol atractivo. Seguramente por esa senda tendrán tardes de alegrías. Pero no podría nunca asegurar que el fútbol les dará otra chance (teniendo en cuenta la inferioridad de ese plantel frente a los petrodolarizados City o Chelsea) así de romper el maleficio en Premier.
También se podría decir lo mismo de Gimnasia y Esgrima de La Plata. Un plantel que ha rendido por encima de sus expectativas en una campaña espectacular. De repente tiene una cita inesperada con la historia. El primer encuentro no logró sacarlo adelante el pasado fin de semana. Tiene dos nuevos meetings; Troglio ya sufrió en el pasado el desplante de la victoria con el desdichado Lobo. No debe querer otra decepción.
Simeone sabe que a esta altura debe capitalizar. No porque vaya a ser señalado o acusado desde el afuera en caso de no salir campeón. Sino por ellos, por su gente, por su cuerpo técnico, por sus jugadores. Un logro de este tamaño en un equipo así vale más que diez en otro con más capacidades económicas.
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