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Arriesgar y padecer

El gol de Godín, con un cabezazo magnífico, dio la clasificación a Uruguay a octavos de final. Las decisiones de Prandelli condicionaron el funcionamiento e hicieron que, en desventaja, poco pueda hacer Italia para igualar.





Leía por la mañana que el actual Mundial seguramente sirva como punto de referencia en el futuro para explicar la evolución del fútbol. Un nuevo paradigma se acerca, que tiene que ver con la gestión individual para lograr un todo colectivo en busca del objetivo. No está lejos de lo que ha sido históricamente, pero en dicho artículo se especificaba que las inteligencias emocionales hasta podrían superar las tácticas y estrategias. Este triunfo uruguayo está marcado por esos matices.

Lógicamente, son cambios lentos y casi inapreciables directamente en el rendimiento de un equipo. Siempre las ideas del entrenador incidirán y, en el choque que definía quién pasaba a octavos de final en el grupo, tanto Tabárez como Prandelli plantearon un partido excesivamente cerrado. Los espacios no abundaron hasta que el partido llegó a sus últimos 20 minutos.

El concepto de hombre libre, esa figura que hace referencia a la creación colectiva de un receptor para iniciar el juego, brilló por su ausencia, sobre todo en el transcurso de la primera mitad. Cada poseedor tenía tres rivales que le cercaban el camino y cerraban sus posibilidades de descarga. La tónica del juego fue casi siempre la misma. Ambos –más que nada los europeos- salieron a cerrar el carril central e intentaron más disolver los intentos ajenos que buscar el arco rival.

La idea de Prandelli para este duelo fue similar a lo que ha desarrollado durante toda la temporada la Juventus de Conte. Un 3-5-2 muy marcado, con la misma zaga compuesta por Bonucci, Barzagli y Chiellini. Pero el mediocampo carecía de juego, no tenían un primer pase claro y la jugada no lograba transcurrir. Solo el talento de Verratti daba reales esperanzas. Con el fin de obturar los caminos, Uruguay se plantó con un esquema similar pero aún más cerrado hacia su campo. Lodeiro, Arévalo Ríos y Rodríguez actuaban en zona interior para intentar que Italia comience a filtrar balones. Esa búsqueda charrúa comenzaba a dar resultados, aun cuando los zagueros asumían la gestión del juego de la Azzurra.

Además, Balotelli e Immobile jugaron por primera vez juntos y no mostraron una gran complementación. Si bien arrancaron el encuentro mostrando que uno iba a bajar a recibir y el otro se ofrecería al espacio, exhibieron poca capacidad para aguantar la bola con el objetivo de aprovechar las llegadas de segunda línea. Este punto es, sin dudas, uno de los diferenciantes entre la búsqueda de la selección y la del campeón de la Serie A.

Una muestra notoria del bajo nivel de Balotelli fue que el técnico decidió sustituirlo para el comienzo de la segunda mitad. La decisión de Prandelli fue la primera inflexión negativa para lo que vendría a futuro. Parolo, el volante del Parma, ingresó por el atacante quedando el equipo en un 3-4-2-1 bastante extraño. Ciro quedaba muy solo en fase ofensiva, aunque resultaba claro que la idea italiana era apostar por cerrar temprano el partido e intentar hacerse del balón.

Dicha idea nunca llegó a funcionar. Cavani realizó un excelente trabajo sobre Pirlo para no dejarlo recibir cómodo nunca. Más allá de que le quitaba peso ofensivo y de que la Celeste poco arriesgaba por un triunfo que necesitaba, anular medianamente la incidencia de Andrea colaboraba para que los tanos no pudiesen hacerse concretamente de la posesión.

Pasaron los minutos; Suárez no lograba romper una línea defensiva siempre estable, aunque devolvió el balón con una categoría enorme en una acción que cerca estuvo de finalizar en gol del Cebolla Rodríguez. Ya había salido Lodeiro para que ingrese Maxi Pereira. Tabárez no jugaba todas sus fichas, hasta que llegó el momento que partió el desarrollo. En un discutible fallo, el árbitro expulsó a Marchisio. Al instante, Prandelli sacó a Immobile y colocó a Cassano.

Si el entrenador uruguayo necesitaba un impulso para apostar todo, con la determinación del juez tomó la decisión de comenzar a atacar con tres delanteros. Cavani abandonó su labor sobre Pirlo y Stuani entró para jugar por la banda derecha. Generaron un córner y llegó el ansiado gol de Uruguay, mediante un salto pletórico de Diego Godín, similar al del tanto que anotó en el Camp Nou para dar la Liga al Atlético Madrid.

El plan del ex DT de Fiorentina se caía a pedazos luego del gol de los sudamericanos. Había sacado a sus dos hombres en área contraria y no tenía con qué crear peligro. Lo intentó adelantándose en el campo. Pirlo, poco más liberado, empezó a ser eje. Pero nada pudo hacer Italia para modificar el resultado, le quedaba muy largo el campo y no tenía un jugador para salir en largo. En el transcurso de los 90 minutos de juego, no tuvo una ocasión clara para marcar. Junto a esto, Cassano podo pudo aportar para buscar la épica; sus condiciones no son la de un jugador capaz de generar en la soledad del ataque.

Las propias determinaciones del entrenador acabaron minando las opciones de la Azzurra. Más allá del cambio de filosofía que ha intentado desde su llegada, hoy no mostró los bemoles de esa idea. El problema más grande no es solamente la eliminación en sí, sino que tras el fracaso el nuevo paradigma quedará obsoleto. Muchos querrán retornar a las fuentes y el resultado volverá a mandar. Uruguay, por su parte, vuelve a estar en octavos, por un Godín sublime en las dos áreas y el carácter que siempre lo ha caracterizado.

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