Un año y medio dirigió Ramón Díaz desde su retorno, de ambivalencias y
ambigüedades. Logró salir campeón, devolver a las Copas a River, pero tras su
salida los cuestionamientos vuelven a golpear la realidad del club.
Una década
pasó desde que dirigió su último partido oficial como director técnico de River
hasta su vuelta. Otros equipos lo tuvieron en sus bancos mientras, en la
institución de Núñez, la crisis más grande de la historia hacía estragos y
destruía el club. Aquel campeonato obtenido en 2002 era, bajo el mando de
Aguilar y el posterior despido de Ramón Díaz, el fin de la paz institucional y
el inicio de la debacle.
Una etapa
se cerró y otra empezó con el partido ante Rosario Central en Arroyito, el
conjunto conformado por jugadores como Demichelis, Cambiasso, D'alessandro, Chori Domínguez, Cavenaghi –entre otros-, la victoria y la consolidación
de un gran torneo que en la fecha anterior ya había sido conseguido. Ese fue el
último juego. Pasaron muchos entrenadores hasta que Passarella no tuvo más que
llamarlo como último recurso para mejorar su imagen.
El juego vs Central en Rosario había sido el último de Díaz |
River
llegaba de ascender, su primer certamen nuevamente en la A no era malo pero
lejos estaba de disputarlo en las primeras ubicaciones. El despido de Almeyda,
la contratación de Díaz y un nuevo ciclo que comenzaba. La ilusión volvía a
estar a tope, por el regreso del DT más ganador en la historia del club. Estuvo
en la última fecha para debutar ante San Martín de San Juan, ganó y todo era
esperanza para la pretemporada.
Las
continuas sentencias del riojano en las conferencias de prensa de que iban a
pelear el torneo hasta el final se cumplieron, aún sin desarrollar un juego
vistoso ni mucho menos. Logró terminar como escolta del Newell’s de Gerardo
Martino, que acaso jugó el mejor fútbol de estas tierras en los últimos años.
Durante el
primer semestre de 2013, esa actuación de River tuvo que ver con la
irregularidad que caracteriza a la competencia nacional. Muchos equipos fueron
quedando en el camino y la entidad millonaria, más por la jerarquía de su
técnico que por el sostenimiento de una idea, llegó a terminar a solo tres
puntos del campeón.
La
sumatoria de puntos en la primera temporada tras la vuelta al lugar al que
siempre perteneció le posibilitó jugar internacionalmente. La Copa Sudamericana
veía el retorno de un club que había logrado salir del ahogo deportivo y que
reaparecía en el territorio americano. Pasó las dos primeras fases, frente a
San Lorenzo y Liga de Loja, aunque con Lanús ya no tuvo nada que hacer,
sufriendo casi una lección como local en el segundo partido ante el que a la
postre sería el ganador del título.
El sueño se
acabó rápido y en el Torneo Inicial las cosas tampoco anduvieron bien. El 17º
lugar en la tabla fue un golpe duro en la realidad de un equipo que se había
preparado para, como mínimo, llegar a pelear una de las competencias
disputadas. A todo esto, se le sumaba una derrota ante Estudiantes de Caseros
en el primer encuentro de Copa Argentina.
Es decir,
la segunda mitad de año fue olvidable. Además, la situación de ser un año
político contribuyó a la causa. En diciembre, Rodolfo D’Onofrio se impuso en
las elecciones, destituyó a Daniel Passarella y se comprometió, con un proyecto
a largo plazo, sanear la esperpéntica realidad económica y social del club.
Junto a él, volvieron los ídolos, que tenían las puertas cerradas por el
orgullo de la anterior dirigencia.
Más allá de
las idas y vueltas que acontecieron entre la nueva presidencia y el cuerpo
técnico, Ramón Díaz fue ratificado en el cargo. Un torneo en el que finalizó
segundo y, en el Inicial, a tres puestos del último lugar. La polivalencia era
absoluta, River pasó de un extremo al otro de una mitad de año a otra; de todas
maneras, la confianza en el entrenador seguía existiendo, aunque provenía
mayormente de los hinchas que desde las autoridades.
Las
tratativas del club en el mercado de verano hicieron que Cavenaghi retorne y
por fin Teo Gutiérrez tenga esa compañía en ataque para poder desarrollar su
juego. La base del anterior torneo logró mantenerse y el equipo, luego de la
incertidumbre y las discrepancias, comenzaba un nuevo campeonato en el
Monumental con una victoria ante Gimnasia de La Plata.
Pese a las derrotas
ante Godoy Cruz y Colón, el equipo supo salir y responder ante las
adversidades. Tras las dos caídas, llegaría uno de los mejores partidos. En casa
vs San Lorenzo, River jugó de la mejor manera colectiva y sacó un triunfo con
gol de Teófilo que sería uno de los puntos de partida para volver a salir
campeón.
El triunfo
como visitante contra Boca, ganar diez años después en la Bombonera, dentro de
una semana y media en la que derrotó a Lanús y a NOB con otra gran lectura
táctica en la que cedió la pelota para cerrar espacios. La victoria épica ante
Racing con un penal en contra en la última milésima de segundo de un juego en
el que había sido claramente superior a su rival. Los tantos ante Argentinos
cuando el empate parecía inmodificable y la goleada ante Quilmes para cerrar un
gran certamen. En el medio, también había aparecido una caída ante All Boys que
otra vez hacía tambalear al equipo, pero que no cambiaría su rumbo.
El triunfo en La Boca fue vital en la campaña |
Sin lugar a
dudas que los diez días y la trilogía de victorias ante los conjuntos de Barros
Schelotto, Bianchi y Berti fueron la inflexión que necesitaba el equipo. El
partido ante el Tomba sería el único
en el que no obtendría los tres puntos en condición de local. Tras aquel juego
en mitad de semana, River ganaría los nueve disputados en el Monumental.
Al unísono,
la lesión de Barovero también parecía cortar con las ilusiones, pero Chichizola
respondió sacando pelotas casi imposibles y atajando dos penales claves ante
Estudiantes y Racing. Los ingresos de los considerados suplentes y su gran
nivel ante las lesiones de los titulares también fueron puntos positivos de la
campaña. Funes Mori, que convirtió un gol decisivo, Pezzella, Kranevitter,
Solari y Villalva se sumaron al arquero suplente para que las ausencias no
fueran notorias.
El
rendimiento de Maidana creció significativamente para hacerse casi impasable en
la zaga, Balanta terminó jugando como lo hizo cuando encandiló a todos con su
aparición, Mercado hizo goles fundamentales, Ledesma fue el líder de juego en
un fútbol que cada día se destaca más por la relevancia que tienen los mediocentros
en el andamiaje y funcionamiento colectivo. Carbonero fue la revelación tras
arrancar mal y luego ser la pieza más importante por la comprensión de su peso
y figura en el juego. Vangioni se proyectó siempre. Lanzini se asoció bien y dio profundidad por su dinámica,
Teo aportó su calidad de sobra para crear espacios y anotar goles importantes. Cavenaghi
logró convertir ocho tantos y ser el goleador del equipo. De esa forma, Díaz
pudo formar un equipo que devolvió la alegría a un mundo que hacía seis años
que no festejaba y vivía inmerso en la tristeza de ya no ser.
Ganó su 8º título en River |
La
Superfinal, el gol de Pezzella para ganar a San Lorenzo y obtener otra Copa. La
clasificación a la Sudamericana y a la Libertadores, junto con la posibilidad
de jugar la Supercopa ante el ganador de la Copa Argentina. Tras años y
circunstancias de crisis interminables, Ramón Díaz hizo que el club esté en los
planos tradicionales, los que nunca debió abandonar. Pese a las críticas, su
equipo se consagró con cinco unidades de diferencia sobre los escoltas y fue el
más regular.
Pero todo
en River va más allá. Cuando parecía que reinaba la alegría, no llegó a haber
dos semanas de paz. La salida del DT vuelve a poner en escena todo lo anterior.
Una década sin el hombre más ganador, ese que volvió y ubicó al equipo en la
cumbre y en los certámenes internacionales. El entrenador que de nuevo se separa
del club. River es una rueda cíclica, la cuestión parece de nunca acabar.
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