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La gloria no es eterna

El Barcelona ya no es el que era, pero las exigencias que el mundo el ha impuesto son mucho más alta que con los demás equipos. Lo positivo es que el fútbol siempre da revancha y que los azulgranas pueden volver a volar. 



Guardiola volaba por los aires del Camp Nou.
El hombre que había dedicado su vida al Barcelona, primero como jugador y después como técnico, lograba cumplir con apenas una "obligación" antes de despedirse de la institución. Para ese entonces, campeonar era cotidiano, el paladar del hincha culé ya no esperaba repartir títulos con el Madrid, sino adjudicarse todo. Una Copa de Rey dejaba sabor a poco, pero la emotiva salida de "Pep" mantenía los ojos fuera del palmarés de esa temporada, se lo perdonaban.

Messi marcaba el segundo de los tres goles de la final en el Vicente Calderón. La filosofía del Barça era más que la locura de Bielsa. La Pulga, sin darse cuenta, volvía a ser el objetivo de elogios. Sus marcas goleadoras superaban el gol por partido, y el público cada vez lo percibía más anormal. Un bicho raro, una máquina perfecta dentro de un deporte imperfecto.

Ambos, sin saberlo, viajaban en un vuelo de ida. O mejor dicho, un vuelo donde la ida es perfecta, y la vuelta, casi intolerable. Los números, los títulos, los habían llevado a la gloria. Desde el más humilde de los entrenadores, hasta el más prestigioso sueña con llegar a esa instancia. Pero a su vez, estaban mal acostumbrando al mundo.

Desde ese entonces, el Barça debía funcionar a la perfección. Siempre, y sin excusas. Pero mantener semejante nivel de exigencia es imposible, y más aún prolongar los cuatro años que ya se habían llevado a cabo. El primero en darse cuenta fue el mismo Guardiola, y se retiró con los laureles.

Dentro del campo quedaba un plantel, convencido de poder sostener un ideal que los había llevado a lo más alto. Pero el tiempo pasa para todos. Y no está mal. Alguna vez se usaron los discman, hasta que aparecieron los MP4. Y el tiempo no le escapa a  el tiempo le pasó también al Barcelona y pagó caro el precio de no haberse "modernizado". Messi era Messi, Iniesta era Iniesta y Xavi era Xavi, pero algo faltaba. Casi de repente, y sin cambiar sustancialmente el juego, los títulos cada vez se encontraban más lejos.

Llegaron los reproches, los murmullos, los rumores de ventas, de salarios, y hasta hubo insultos de parte de los hinchas a los jugadores. Injustificados, insólitos desmesurados e indignantes. Es el precio de la excelencia constante. Cualquier rendimiento por debajo de la vara, se transforma en detonante de cuestionamientos.

Sin embargo, y aunque cueste reconocerlo, hay dos culpables. Messi y el Barcelona, que durante años mal acostumbraron a millones y millones de amantes del fútbol. Costo caro, pero valió la pena. Ojalá puedan correr ese riesgo otra vez.  

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