Desprecio por las victorias, resultadismo, facilismo o pereza mental son puntos que abundan en la actualidad. Se pierden los buenos análisis y se cae en la estupidez. Intentemos despertar del letargo y marcar la diferencia..
Despreciar victorias es algo muy normal en el mundo de la
redonda actual. No importa si se fue apabullante o totalmente arrasador frente
al rival, el tema es que ganó el equipo que no nos gusta o al que tiene algo
que no es de nuestro placer. Puede ser cualquier tema, el punto mayúsculo para
muchos es tirar abajo un triunfo que no esperábamos o que no podemos explicar con
argumentos sólidos.
La inflexión negativa hacia ese conjunto que salió
victorioso la pueden dar varias cuestiones. Un modo de juego con el cual no
estamos de acuerdo, un gol inoportuno, una institución que por una cosa u otra nos cae mal o, lo que ocurre mucho en la actualidad, un técnico que
despreciamos. Quizás podríamos hablar horas sobre los técnicos que han ganado hinchas eufóricos últimamente, pero no es el tema principal de este artículo.
Igualmente lo vamos a deslizar para que se comprenda la temática: me gusta Pep
Guardiola por ende odio a José Mourinho. Esta simple ecuación nos deja entender
la feroz negativa que muchos intentan imponer cuando cualquiera de los dos gana o pierde.
No se puede hinchar por ambos sería el resumen algo escueto
del argumento. Y como esto no es posible menospreciamos sus victorias y
enaltecemos a quienes los han derrotado. Básicamente los despreciamos. El Real
Madrid no le podía ganar al Bayern Munich y menos por goleada, aunque terminó
por suceder. En este caso, los defensores de Ronaldo estuvieron felices y los amantes de
Pep cayeron en la depresión. Los sentimientos tiran y no se controlan muchas
veces, no caben dudas. Con esta consigna tatuada en la frente salimos a defender muchas situaciones incoherentes y caemos en el facilismo de bastardear un triunfo del club que no
queremos.
El facilismo nos tumba como seres pensantes y aún más en el mundo del fútbol, ya que como existen varias realidades y cada cual defiende la que le parece mejor, quedamos atrapados en un círculo donde se vuelve complicado salir. Tomando el encuentro del Bayern con el Madrid, Fernando Niembro, comentarista de la cadena Fox, arrojó al aire una afirmación sin ningún tipo de argumento: "La época del toque y la posesión terminó". Palabras más o menos, su idea era afirmar que lo hecho por los alemanes ya pasó de moda. ¿Cómo es posible justificar esto? La única justificación es solo pensar en el resultado final. El método que no logra la victoria pasa a ser obsoleto, aunque hace un año atrás no haya llevado a colgarnos todas las medallas.
De esa misma manera y desde el punto de vista de Niembro, los hinchas del Arsenal no debían pedirles autógrafos a sus jugadores tras caer con el Bayern por la Champions. ¿El argumento? La falta de actitud. Si los simpatizantes del conjunto inglés no le debían pedir una firma a sus representantes dentro del terreno de juego qué era lo que tenían que hacer. ¿Colgarlos en una plaza de Londres? Vivir en una sociedad resultadista nos transporta a escuchar esta serie de estupideces y defenderlas. De esta forma también caemos en el bastardeo constante, eso que señalábamos en el inicio de esta nota.
Todos los resultados negativos no se pueden tomar como un detonante al cambio y mucho menos como el fin de eras en el fútbol porque las eras en el fútbol nunca terminan. Siempre habrá quienes plantearan sus partidos de forma similar o igual como otros los han planteado. El Barcelona de Pep se creó a base de una seguidilla de hechos y pensamientos pero el juego de toque ya existía. Desvincularse de los hechos meramente resultadistas seguramente nos dejaría ver otros hechos que esa ceguera permanente no nos deja ver. Además nos dejaría pensar más amenamente sobre las razones lógicas de una victoria o derrota. Caer en la pereza es muy normal, pero salir de ella es la mejor victoria que podemos obtener frente a un sistema corrompido y desleal. Pidamos más, seamos exigentes pero también seamos inteligentes..
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