Los de Simeone vencieron al Celta 2-0 como visitantes con una muy buena actuación de David Villa. Tras la caída del Barcelona, el Atlético de Madrid quedó líder provisoriamente.
Con la baja de Diego Costa en el Atlético y Rafinha en el Celta, los dos equipos tenían una prueba colectiva: tratar de sufrir lo menos posible la presencia de sus figuras. Ahí fue donde El Guaje Villa sacó su traje de figura y en tres minutos clavo dos goles y sigue firme en lucha por el título de la liga española.
Los colchoneros salían al campo con una mixtura entre titulares y suplentes,
con Diego Ribas por Costa, Tony por Godín y Raúl García en el lado izquierdo
suplantando a Arda. Mientras, los de Luis Enrique salían con varios cambios.
Nolito suplantando a Rafinha y también el ingreso de Alex López por el
argentino Augusto Fernández, que en el partido marcaría bastante importancia
para atascar (por momentos) el juego de los colchoneros.
Al comienzo del partido, el Celta se asentó en terreno enemigo y empezó a
generar juego, con cierta dificultad por el lado derecho pero siempre
encontrando asociaciones por delante del balón. A los de Simeone, con la ausencia
de Costa, el campo se les hizo interminable. Con la presión alta del Celta, el
pase largo a Costa fue siempre una bocanada de aire e incluso abrir un partido
áspero. Pero esta vez en su lugar tenían a un Diego Ribas, que donde provoca
problemas es con el balón por abajo y con dos o más hombres delante, y con Villa
no se podía aspirar a que se convierta de buenas a primeras en un portento
físico y desafiar a cualquier defensor en el uno contra uno.
Sin embargo, los rojiblancos no solo viven del pase largo a Costa, y con Ribas
en el mediocampo, la idea de romper líneas por abajo era más que ocurrente.
Pero ahí fue donde Alex López se encargó de cortar toda facilidad al brasileño
con una marca personal por toda la cancha, llegando incluso hasta la mitad de
la cancha si hacía falta.
Con el primer tiempo un poco más a favor del Celta pero sin llegar a concretar,
el partido parecía necesitar un golpe de efecto para cambiar el ritmo del
mismo.
Ya en el segundo tiempo, el Atleti se adueño más del balón y empezó a
encontrarse más con Villa. Tras un mal pase de Jonny en la salida, el asturiano
aprovechó el regalo y definió tranquilamente para abrir el partido.
Y cuando El Guaje se despertó de una
siesta parcial, sacó todo su repertorio goleador y minutos después del primero,
un pase-centro de Sosa lo dejó otra vez cara a cara con el arco rival, y no
dudó un segundo. Pelota adentro y fin del partido. Ante tamaño asalto, el Celta
no pudo reaccionar y en ese momento perdió la cabeza y con ella, el partido.
Desde su paso por Can Barca hasta su llegada al Manzanares, El Guaje tuvo que convivir con la sombra
del delantero estrella (Tanto con Costa como con Messi) y, para bien o mal, se
fue transformando.
En el equipo catalán tuvo que abandonar el área y le tocó convertirse en
extremo. Al principio marcó historia con aquel tridente de ataque (Villa,
Pedro, Messi) que supo conquistar y engolosinar Europa entera. Pero entre
lesiones y bajos rendimientos, su puesto cada año peligraba y su titularidad era
un vaivén constante. Casi como escapando de una tormenta, Villa se fue al
Atlético para buscar cobijo. Las primeras fechas la dupla Costa-Villa era la
más temida de toda España. Si se paraba uno, se activaba el otro, y ni hablar
cuando los dos encendían motores. Pero El
Largarto pasó a convertirse en una bestia deportiva y David empezó a quedar
relegado por pasar varias fechas sin mostrar su mejor faceta: el gol. Contra el
Sevilla volvió al gol cuando más se lo necesitaba, la fecha siguiente, ante el
Rayo, allanó el camino para la goleada y para no quedarse con menos, hizo el
mismo trabajo una semana después ante la Real.
La historia de David Villa es la del delantero que era figura y amado por toda
su afición, pero quiso llegar más alto y para eso tuvo que tomar un papel
diferente. Lo entendió y aceptó ese papel. Hasta estos días, el Guaje juega con la presión que tiene
ser el acompañante de la estrella, pero cuando le toca liderar y ser eje de
ataque, seguramente salga de David ese "9" que en Valencia disfrutaron y en España
logró ser goleador de una España renaciente. Ese "9" no se perdió en ninguna
parte, ese joven depredador del área sigue más vivo que nunca, y ayer en
Balaídos lo dejo bien claro.
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