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Vivir el partido más atrapante del mundo desde adentro

Uno de nuestros hombres estuvo en un palco del Santiago Bernabéu el último domingo. El color del clásico español, un choque detiene al mundo del fútbol.





Ya había estado en la previa del clásico. Había visitado el Santiago Bernabeú en el partido de Champions frente al Schalke, eso significó la liberación de algunas sensaciones grandiosas para el partido de Liga. La inmensidad del estadio, el orden de la gente, la limpieza de los estadios y la claridad de la iluminación ya eran poca cosa; ahora a las cosas cotidianas para ellos, se le agregaba el ambiente, la expectativa de la gente y el colorido del partido más atrapante de la Liga española. 


El color del Paseo de la Castellana
Toda la semana se había hablado del clásico en los medios, las tapas de los periódicos estaban destinadas a la antesala del partido. El Barça-Real se vive tan o más intenso que nuestro River-Boca, aún en los días previos. Ser el centro del mundo deportivo durante 90 minutos significa también montar un circo que alimente a los consumidores.


Ya en el día del partido, al mediodía la comida fue en Txistu, restaurant donde van habitualmente todos los jugadores y dirigentes del Real Madrid. Allí no se esquivó el bulto y los madridistas expresaron, entre carnes a la piedra, sus ganas de ganar, pero también era visible el respeto a su enemigo. En el deseo de vencer se filtraba el temor a perder o volver a hacer el ridículo como paso hace tiempo con el 2-6 en casa o el 5-0 fuera


Calor en el derbi español
Después de un rato de paseo por la capital española seguí rumbo al estadio y llegué tres horas antes del pitazo inicial. La gente ya circulaba alrededor de la avenida Castellana, pero el protagonismo lo tenían los ultra sud y la grada joven, que desde hace poco tiempo, y por decisión de Florentino Pérez, se ubica en el histórico lugar de los ultras. Los dos bandos por separado, y sin mirarse de reojo pese a las internas y los cambios, entonaron cánticos y le dieron color a un partido que por tele parece más bien frío. Sonaron melodías conocidas como "Madrid mi buen amigo..". Y algunas con modificaciones, como "la Liga de Campeones es mi obsesión". 

El momento de éxtasis de la previa fue la llegada del micro blanco al estadio. El ingreso fue acompañado por una multitud que cantó y sacó fotos, lo que provocó la demora de alrededor de 10 minutos. 

La vista de nuestro hombre en el Bernabéu
Ya con ambos equipos en los vestuarios hice el ingreso al estadio. Un conocido, ex empleado del club, me había conseguido las entradas para el VIP, un lugar soñado para ver el partido. Un bar bien futbolero donde la chopera tenía forma de Champions y el paisaje de la ventana era el campo de juego con algunos conos a la espera de los jugadores y el calentamiento precompetitivo. 



Después de comer algunas tapas, me acomodé en mi asiento y disfruté de cada segundo del acontecimiento. La entrada en calor ya deja señas de algo distinto. El toque rápido y preciso en espacios reducidos es una explicación del buen nivel en el campo. 

La gente ingresó desde temprano, y en los minutos previos al arranque, el estadio ya estaba completo en su capacidad. Por eso, la salida de los jugadores fue con un gran ambiente de los hinchas. Todos cantando por el Madrid al ritmo de la grada joven, salvó unos tres mil hinchas del Barça que estaban ubicados en el tercer "anfiteatro".  


Ronaldo ampliaba la distancia
El gol tempranero de Iniesta fue un balde de agua fría y una bomba teledirigida a la ilusión del hincha. El pesimismo era notable, pero las buenas emociones volvieron de la mano de Di María. Lo curioso, que para quién lee habitualmente diarios españoles no lo es tanto, es que para los madridistas Di María ni brillando es imprescindible, y si lo es aún sin brillar, pero con mayor nivel de marketing, un jugador como Modric o Benzema

Los cambios constantes en el resultado hicieron que el Bernabeú pase de ser una caldera a una fiesta. Nada tienen de fríos los merengues ni tampoco los culés. El mito que el fútbol como se vive en argentina es único está instalado, pero después de haber recorrido algunas ligas, diría que no habría negocio si no hubiera fanatismo. Los insultos, los saltos, las amenazas a los infiltrados del equipo rival en gradas propias también existen en la "aburrida LFP" como algunos la llaman. 

Sin embargo hubo un hecho que alteró a todo el mundo (además del arbitraje). Los gestos de Messi a la grada joven revolucionaron el clima, cuando los primeros en provocarlo habían sido ellos al grito de "Messi Messi Messi subnormal, subnormal...". "Es un cabrón, siempre arma el revuelo y se escapa cuando el resto se pelea" era el Vox populi en el descanso. 

El partido había terminado y los hinchas estaban furiosos con el árbitro, con el Barça, con Catalunya y hasta con la mamá del 10 culé. Hubo cruces en las bocas del estadio y hasta empujones entre propios hinchas del Madrid que no compartían idea sobre el profesionalismo de Sergio Ramos. Eso sí, pese a no haber aparecido en los 90 minutos, nadie le dijo nada a Cristiano. 

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