Desde su llegada, Bauza cambió muchos automatismos tácticos del San Lorenzo de Pizzi. Hay partidos que lo evidencian. Un repaso por esas variantes que aún no se asientan.
Hace poco más de un mes, cuando San Lorenzo visitó a River en el Monumental, comenzaron a verse algunos indicios de lo que finalmente propondría Edgardo Bauza en el conjunto último campeón del fútbol argentino. Aquella vez fue el primer síntoma de una variante táctica significativa con respecto a las formas del juego colectivo bajo el mando de Juan Antonio Pizzi. Los estilos de uno y otro son bastante diferentes, contrariamente a lo muchos creían después del regreso del ex Liga de Quito al país tras un largo tiempo.
Ese juego que el Ciclón finalizó perdiendo por la mínima diferencia, aunque el resultado pudo ser más abultado, fue la primera evidencia. Bauza colocó de inicio a tres mediocampistas centrales en la mitad del campo de juego: Kalinski, Mercier y Ortigoza. El recorrido que tuvo que hacer cada uno fue enorme en el campo de juego, teniendo que seguir a la marca, y una de las acciones derivó en la expulsión de Néstor.
Las líneas quedaron siempre desconectadas, hubo muchos espacios para jugar entre ellas, y en ese contexto Teo Gutiérrez hizo su mejor partido en River. Hubo bajos niveles en la zaga, pero aquel día eso escapó a lo que podría realizar el DT, dadas las increíbles imprecisiones de Valdés, entre otros errores de consideración. En los metros finales, Piatti y Correa nunca pudieron ser socios, quedaban siempre inconexos y en desventaja numérica.
El segundo punto que marca la transformación en el juego ocurrió en el partido en Chile ante Unión Española. Bauza salió con un 3-4-1-2. Hace mucho tiempo que San Lorenzo no acostumbra a jugar con tres zagueros. En el centro, los laterales hicieron de carrileros, el doble cinco no cambió, aunque arriba hubo muchas variantes importantes. En primer lugar, Villalba de enganche, y arriba Matos y Blandi.
En aquel partido, que el conjunto argentino también perdió por un gol, los defensores quedaron siempre mano a mano, por la indecisión de los hombres de punta (Buffarini y Más), que jugaron en la línea media y no se proyectaron con criterio ni volvieron ordenadamente. Así, la contención de Mercier – Ortigoza se hizo estéril por momentos, ante la cantidad de espacios a relevar. A eso se suma la poca capacidad de presión en transición defensiva de Ortigoza, por lo que el Pichi tuvo mucho trabajo aquel día.
Villalba, que tiene una velocidad muy destacable, arrancó como enganche, en una decisión muy extraña del entrenador. Siempre acababa tirándose a la banda por la naturaleza de sus condiciones de extremo, y tuvo que lidiar todo el partido con Bauza por su posición, además de jugar muy acelerado. Los dos puntas obligaron siempre al juego directo, un aspecto que si recordamos los encuentros del último año de SL, no habremos visto casi nunca. En el país trasandino, tanto Blandi como Matos perdieron siempre con los defensores rivales.
Con ese esquema, fue la primera vez que Bauza intentó utilizar algo similar a su Liga de Quito. Mercier de Urrutia, Buffarini y Más de Vera y Ambrossi, Villalba de Manso, los dos delanteros en las funciones de Luna y Barcos. Definitivamente, no resultó. Una vez más, hubo otra expulsión, de Cetto, ante la vehemencia con la que se vio obligado a marcar, al ir 1vs1 (el DT retrasó carrileros, y ubicó a Villalba de punta).
Por último, frente a las urgencias, el director técnico decidió volver a lo seguro. Puso el 4-4-2 de Pizzi para jugar vs Independiente del Valle. Los cuatro del fondo, dos volantes de contención, el doble enlace Romagnoli y Piatti, y los dos puntas. Luego de Cauteruccio, San Lorenzo amoldó su juego ofensivo a la velocidad y dinámica, no a depender de una referencia de área. Lo demostró con Correa/Villalba o Verón (hoy también lesionado). Actualmente también se está adaptando a la figura de un ‘9’, aunque eso no representa un problema, de hecho Blandi y Matos han sido vitales en algunos partidos difíciles de destrabar. Correa acompañó en Ecuador al ex Boca, que se encargó de marcar un gol.
Igualmente, lejos estuvo el equipo de exhibir las mismas virtudes que el campeón, de juego ofensivo y muy vertical, que buscaba el arco rival sin mucha elaboración. En la altura, donde sabe cómo jugar, Bauza dispuso un equipo que aguantó en su campo, mucho más compacto, que no dejó espacios y facilitó la tarea de Fontanini y Gentiletti. Recuperó y salió rápido con sus futbolistas ofensivos. Al final, sumó a Cavallaro, aire fresco, para liquidar la historia, pero falló en el último instante en la marca.
Quizá, con el correr de los partidos, Edgardo Bauza logre implantar de forma definitiva el 3-4-1-2. Tal vez con otro enlace que no sea Villalba sería más efectivo. Por lo pronto, no parece ser el momento de las pruebas, en un equipo obligado en los resultados. No en el certamen nacional, aunque sí en la Copa, una competición que siempre le fue esquiva.
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