En esta semana, tanto Sevilla como Madrid, desbordan alegría y decepción por las calles. Con la clasificación a cuartos en la Champions League tras 17 años y batallando por ganar La Liga, lo único que se observa en las caras de los colchoneros es esperanza e ilusión.
Esperanza porque su equipo compite como ninguno, come a sus rivales a base de buen juego y calidad. E ilusión porque con tantos títulos cosechados a lo largo de la estadía del Cholo en el Manzanares, este año pinta como el del premio grande. O Liga o Champions, saben que si siguen con su nivel arrollador cada día están más cerca de conseguirlo. Mientras, por tierras andaluzas, lo que había empezado como una ambición se vive tristemente como una tragedia.
Pepe Mel, quien marcó el camino hacia Europa, fue removido de su cargo poco antes de terminar la primera vuelta por los malos resultados y lo sustituyó Gabriel Calderón, ídolo del club. El equipo mostró destellos de grandeza anímica y pudo sacar el barco a flote, pero con el paso de las fechas la realidad pegó demasiado fuerte. Para más inri, los béticos sufrieron la eliminación de la Europa League a manos de su eterno rival, el Sevilla… y por penales.
Con tal disparidad anímica, los andaluces buscaban en la victoria una alegría ante tanta desgracia. Por el lado de los colchoneros, lo único que venían a llevarse era los tres puntos para forzar al Barca a ganar el clásico. Desde las alineaciones, el único que presentaba alguna sorpresa era el Betis con una línea defensiva de cinco hombres, N´Diaye y Lolo Reyes en el mediocampo y arriba con Juan Carlos y Braian por las bandas y Molina de delantero centro.
El objetivo del planteo de Calderón estaba claro. Por bandas iba a dejar que el Atlético pase y centrase cuanto quisieran. Eso sí, los combates en el área habría que ganarlos todos. Y así ocurrió, tanto los laterales como los interiores centraban a placer por fuera, pero cuando tocaba ganar por arriba, siempre uno de verde se imponía.
Entre centros sin concretar y alguna que otra contra bética se desarrolló el primer tiempo, que tuvo en la lesión de Amaya un nuevo trágico capitulo para el Betis, sustituido por el joven Nono que fue aplaudido por la afición bética, tras una semana en la que seguramente no haya sido de las mejores para el centrocampista andaluz.
Con un segundo tiempo esperando un cambio, los dos salieron convencidos de que era su momento para abrir el partido. Un remate al palo de Juan Carlos paró el corazón de los jugadores rojiblancos, mientras los sevillanos no podían creer su mala suerte, como en todo el torneo les ocurrió. Si de algo sirvió ese aviso para los de Simeone, era para despertarlos. Fue ahí cuando el Cholo se puso manos a la obra y decidió mover sus fichas.
Diego entró por Raúl García para mover y molestar al rival con su presencia con pelota y sin ella. Arda se soltó en ataque y, junto con Koke, llevaron agua a su molino para que el Betis, confiado de hacer bien el trabajo pedido, agregara más gente a defender las bandas.
Los espacios se les fueron abriendo y, después de una estupenda triangulación entre Arda, Filipe y Diego Costa, Gabi encontró un hueco en el medio en el que tuvo tiempo para acomodarse, mirar al arco y clavar un bombazo que nada pudo hacer Adán. Con ese golazo, todo fue fiesta en Madrid, y toda tristeza en Sevilla.
Para colmo, poco tiempo después Koke de cabeza le deja una estupenda pelota a Diego Costa que, sin dudarlo, convierte el segundo y liquida a un Betis que, con ambición o sin ella, parece estar condenado al abismo de la Segunda División.
Sufriendo en algunos momentos contra el Milán en Champions pero imponiéndose al final por 4 a 1, este Atlético mostró que si para ganar grandes cosas hay que hacer un esfuerzo extra, entonces preparados están. Un equipo que ganó tanto en tan poco, sabe que para su cúspide competitiva, lo único que anhelan en este momento es la Liga o la Champions, y prometen mucho para lo que queda.
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