Tras los miles de cuestionamientos, Barcelona volvió a ganarle al
Manchester City, esta vez 2-1, y avanzó en la Champions League. Inspirados
Iniesta y Messi, decidieron la eliminatoria.
El resultado en la ida daba mucho lugar a especulaciones acerca de cómo se presentarían ambos al partido de vuelta en el Camp Nou. Lógicamente, ante la ventaja conseguida por el culé en Manchester, era el City el que debía arriesgar. Sin embargo, los ciudadanos quedaron a medias en su plan, y en eso tuvo que ver en gran parte el papel que intentó jugar el Barcelona en el partido.
Los
dirigidos por Manuel Pellegrini intentaron ser un equipo corto, y desde un
primer momento adelantaron sus líneas. La defensa de cuatro hombres buscó jugar
cerca de la mitad del campo, para así actuar en campo contrario. Pero los
catalanes supieron cómo salir de esa situación que los ingleses plantearon en
un primer momento. Sin dejarse llevar siquiera un minuto, con el pase y la
buena lectura de espacios, el Barça comenzó a imponer su estilo.
Martino
ubicó en el once de inicio a Cesc, Iniesta y Messi, para alternar funciones. Y
el partido que hicieron los tres fue excepcional, a la altura de las grandes
citas y las mejores épocas. Desde el medio hacia la izquierda, a la espalda de
Fernandinho, Iniesta fue siempre al vacío y recibió; allí comenzó a encarar y
fue casi imposible que le sacaran la pelota. Fábregas, en lugar de figurar de a
ratos de falso 9, ayudó muchas veces en la mitad para lograr superioridad y
sacar bien la pelota. Messi no fue claramente un centro delantero que entró y
salió, sino que se ubicó en tres cuartos para ser receptor y empezar a jugar.
En esa zona, Leo recibió siempre de frente, como le gusta para avanzar y en
donde es clave.
A partir de
la recuperación de Busquets y el juego corto con Xavi, Barcelona iniciaba su
juego. Destruyó así las ambiciones ofensivas de su rival, mediante el toque. Aun
así, tuvo pocas llegadas (más allá del gol mal anulado) al arco rival, dado que
Neymar pocas veces atacó la espalda de Kolarov, y por el otro lado no había un
extremo profundo para hacerlo.
Solo en los
últimos 10 minutos de la primera etapa, el Manchester City logró tomar algo de
aire. Yaya Touré, que en principio se ubicaría por detrás de Agüero, quién era
único punta, debía bajar mucho para recibir y le quedaba un campo para
recorrer, pero en los últimos instantes comenzaba a jugar en campo contrario. Y
Silva se acoplaba, también Nasri. El culé, sin pelota, sufría los ataques del
City y no tomaba bien las marcas por las bandas.
La serie no
cambió en un primer tiempo en el que la posesión fue del Barcelona, y en el
cual Jordi Alba e Iniesta hicieron una gran sociedad por la izquierda. Lo hecho
por Andrés fue espectacular, pero seguiría en el tiempo que restaría. Por su
parte, el lateral izquierdo se proyectó siempre con criterio para generar
desdobles, y si sufrió por banda en algunos momentos fue debido a que no contó
con un apoyo cercano.
En tanto, el
cambio de Pellegrini (Cousillas en el banco), sorprendió en el entretiempo.
Dzeko por Agüero. No habían sido buenos los minutos del Kun, de quién luego se supo que salió por resentirse de la lesión, pero
la modificación acarreaba un cambio en las formas de los ataques. Sin embargo,
el ingreso del bosnio le daría algo de la profundidad deseaba. Por la presencia
de Edin, los citizens crearon dos muy
buenas oportunidades, pero en una Valdés estuvo brillante, y Zabaleta en la
otra definió imperfecto.
Sin estar
del todo volcado sobre el arco local, el City salió con más riesgos al
complemento. Decididamente a jugar en campo contrario, pero dejaba numerosos
espacios atrás. Tan solo Kompany y Lescott para marcar en las transiciones
blaugranas. Era el momento de hacer daño atacando el espacio, la hora del
ingreso de Alexis o Pedro, pero las fallas individuales celestes también
influirían. El zaguero inglés, de pésimo partido, falló y le regaló la pelota a
Messi. Siempre en el lugar exacto para aprovechar cualquier descuido, el
argentino definió de forma perfecta, de cachetada con su zurda, para abrir el
partido. Serie casi sentenciada.
Ese primer
tanto acabó con las intenciones del Manchester. Martino salió al segundo tiempo
como lo había hecho en el Etihad Stadium, a competir, a garantizar la posesión
de balón. Pero perdía rápido la pelota y los ataques británicos eran cada vez
más amenazantes. La resolución de Messi llegó en su justo momento para decantar
la eliminatoria a favor del Barça. A partir del tanto, y la expulsión de
Zabaleta, los españoles dominaron el partido con una posesión de mejor calidad,
con más precisión.
De todas
maneras, la defensa de las pelotas paradas es un claro estigma de este equipo
conducido por el entrenador argentino. Hace varios partidos que el juego aéreo
en su propia área es un problema. Y esta vez no sería la excepción. Kompany
empujó al gol después de que le quede servida la pelota, cuando la bajó un
compañero de cabeza. Toda la defensa catalán perdió la marca y miraron atónitos
el empate. Más allá de las dudas en la posición, al central belga lo habilitaba
Sergi Roberto.
Pero
Iniesta aparecería nuevamente, libre, eludiendo al arquero, esperando la
llegada de la segunda línea al quedarse sin ángulo para rematar. Tocó atrás y
Dani Alves marcó para una nueva victoria. Un global de 4-1 que muestra las
grandes diferencias entre un equipo que cumple su séptima edición consecutiva
avanzando hasta cuartos de final, y uno que llegó por primera vez a octavos y
al que le falta mucho vuelo y experiencia en este tipo de certámenes. Al ritmo
de Iniesta y Messi, el Barcelona está entre los ocho mejores una vez más, pese
a que esto no disimule sus carencias en el juego.
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