Diego Maradona puede haber sido o no el Mejor Jugador de la historia, va a gusto de consumidor, pero lo que nadie podrá arrebatarle jamás es la condición de ícono número uno de la Argentina. Le pese a quien le pese.
Pasan los años y seguirán pasando y ninguno estará a su altura. De hecho, hace ya 16 que dejó las canchas pero su mito no solo que sigue siendo potentísimo, sino que se sigue agigantando. Diego Maradona, el Pelusa, D10S, el "10", el Dié, fue es y será el ícono más grande y más representativo de lo que es Argentina y de lo que somos los argentinos.
La discusión de si hubo un futbolista que haya jugado mejor a esto o no, no es el punto. Ese debate se va a circunscribir muchísimo a cada generación y al nivel de contacto que tuvo cada espectador/analista con el fenómeno que pondere. El punto con el Diego es otro; nos representa.
Quien firma estas líneas tiene la convicción de que Lionel Messi, por caso, es un futbolista más completo, por ejemplo. Pero lo que el rosarino jamás podrá igualar (ni le interesa tampoco) es a Maradona en tanto representación, en tanto señal de identificación colectiva. Como héroe.
Porque Diego tuvo esa cosa de levantar la bandera de los humildes (y ser tan contradictorio de apoyar públicamente al mayor generador de pobres del país, Carlos Menem) y ubicarse siempre del lado de los más débiles, futbolísticamente o no. Su mejor fútbol lo dio en Argentinos Juniors y en el Napoli, dos equipos sin relevancia histórica hasta su paso. También en aquel Boca de comienzos de los 80 que estaba cerca de caer al abismo del resto de esa década. No le sentaron bien ni el Barcelona condal ni el Boca del Cartonero Baéz.
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El tobillo del dié en el Mundial 90. |
Él siempre necesitó de la épica. O mejor dicho, fue construyendo relatos heroicos. Ser campeón en México con un equipo que no tenía apoyo, llegar a la final en el 90 derrotando a los locales y con un tobillo menos, la vuelta del mito para poner a Argentina en el Mundial, café veloz mediante. El Dream Team del 82 no le sirvió, no era su mejor clímax para rendir. De hecho, en el Napoli su prestación fue mayor cuando el equipo menos recursos tenía. Futbolista-Dios.
Y así como era irreverente dentro de la cancha, lo era afuera. Proclamando contra los poderes del fútbol y muchos de los poderes económicos. Sin embargo, esas posturas y sus problemas con la droga generaron que muchos en Argentina comenzaran a verlo como un mal bicho, como un cáncer, como alguien que "deja una mala imagen", que "no es ejemplo". Por un lado, él nunca quiso ser ejemplo, pero tampoco lo formaron para eso.
Pasó de Villa Fiorito a París en un segundo, como él mismo dijo. Y es ese origen villero el que, realmente, a muchos les molesta. No se permiten que un negro del conurbano pueda estar en Dubai gastando dinero, o que diga lo que piensa. Muchos lo quieren ver sumiso, como socialmente está determinado para un cabecita.
Además de su éxito, el otro gran punto que genera locura y asco en el tilingo argentino es saberse reflejado en él. Por más que les duele, que les pese, que les genere bronca pero lástima a nadie saben internamente que ese tipo es el más argentino. Porque tiene talento, pero es capaz de derrocharlo a través de un vicio. Le gusta declamar muchísimas cosas que no puede cumplir y a la vez tiene un nivel de contradicciones internas altísimo. Yo, por todo eso, lo quiero mucho.
Claro, también están los goles a los ingleses, los pases a Cani (Brasil 90, Nigeria 94), el llanto desconsolado luego de la derrota ante Alemania. Y muchas cosas más...la argentinidad al palo. Feliz cumple, che.
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