Deudas
exorbitantes transitan de la mano de contratos millonarios. Sponsors que pagan
fortunas en un marco de crisis económica mundial. Multimillonarios ex soviéticos
o árabes que terminan de inflar más la burbuja y generar un combo que destila
hedor.
Siempre es difícil abordar el tema de los montos de dinero que se mueven en el mundo del fútbol. Básicamente, porque como dice la frase es fácil hacer comunismo con la plata ajena. Pues bien, vistámonos de Lenin.
Las cifras
que suenan estremecen en cada renovación de contrato de un jugador de primera
línea, un traspaso o un préstamo. Es que esos montos jamás los veremos la
enorme porción de la población del planeta. Ahora bien, no vamos a ser tan
naifs de cuestionar cómo le pagan tanto a tipos que lo único que hacen es
correr detrás de una pelota; sería una estupidez plantear eso por lo obtuso de
no ver el enorme fenómeno de masas a nivel mundial que se construye en torno al
deporte. Y junto con esto, el negocio. En tanto y en cuanto el capitalismo sea
el sistema económico preponderante a nivel mundial, esto va a venir de la mano.
Lo que
venimos a cuestionar en este caso no es ni que el fútbol sea profesional, ni
tampoco que los futbolistas sean muy bien retribuidos en tanto y en cuanto son
la mano de obra de la gran maquinaria. Sin los Messi, los Ronaldo, los Agüero
el fútbol sería un producto mucho menos interesante y si no fueran muy bien
retribuidos, los jugadores de categorías más bajas no podrían cobrar cifras
dignas por su labor. Ok, hasta acá está todo bárbaro.
El problema
aparece cuando la maquinaria no cierra. De este lado del mundo, nos
acostumbramos a que los clubes sean deficitarios. ¿Por qué? Es muy larga la
explicación, pero la aparición de la televisión y de la Ley Bosman, con el
aditamento de las libertad de trabajo para los futbolistas comunitarios en
Europa, fueron puntos devastadores para los clubes en Sudamérica. No hay manera
de que un club de envergadura argentino –ni que hablar los periféricos a la Argentina-
pueda pelear con un equipo mediopelo de España, Italia o Inglaterra. Y aún no
hablamos de los mercados emergentes.
En esta
dinámica, dirigentes movidos por la ambición personal, cuando no pésimos
administradores, terminan ofreciendo cifras que los clubes –asociaciones
civiles aún, a pesar del embate privatista de la etapa neoliberal- no pueden
pagar. Así, se depende de una venta salvadora. Una vez que Argentina salió de
la convertibilidad, las transferencias en efecto resultaban el mecanismo que permitía
que el club tape los baches. Mauro Zárate, Sergio Agüero, Fernando Gago, Carlos
Tévez, Éver Banega, Lautaro Acosta o Gonzalo Higuaín son algunos ejemplos de
ventas que servían para ajustar algunos números.
Pero a esa
mesa, faltan invitados de lujos. La venta de club a club es casi un hecho del
pasado. El representante, intermediario, grupo económico, en definitiva el
capital financiero de un fútbol que se desangra y necesita que lo movilicen.
Estos señores están en casi todos los pases y casi siempre llevándose cifras
escalofriantes, incluso cuando no se los “necesita” para colocar un jugador; la
transferencia de Erik Lamela a la Roma es paradigmática.
Pero no, no
somos tilingos. Marcamos algunas situaciones que nos son más familiares; pero
por Europa no sólo las cosas no están mejor, sino que en un contexto con tasas
de desocupación altísimas, los números parecen más obscenos. El último bombazo:
la compra de Asier Illarramendi, por ahora un proyecto de muy buen jugador con
apenas 53 partidos en Liga BBVA en 4 años, por casi 39 millones de euros por
parte del Real Madrid. A todas luces, es una cifra que no tiene sentido alguno.
Más allá de la muy buena campaña que hiciera el vasco con la Real Sociedad y su
notable Europeo Sub 21 ese monto está inflado.
Illarramendi salió una fortuna |
En un medio–el español- en el cual los jugadores de la Segunda B (para abajo) tienen
enormes atrasos en sus pagos, en el cual clubes como el Oviedo, el Racing de
Santander padecen para sobrevivir, y otros como el Salamanca desaparecen, el
Barcelona se da el lujo de pagar un dineral por Neymar. Pero para peor, la
deuda del fútbol español con el fisco (sí, el mismo que apretó –de manera
correcta- a Lionel Messi) es cercana a los 700 millones de euros –aunque se
redujo un 8 por ciento entre 2012 y 2013.
La crisis
en España empezó a trasladarse al fútbol, no solo por la poca paridad que hay
frente a los dos monstruos, sino porque es casi la única de las ligas top que
ingresó más dinero por ventas del que erogó. El éxodo de futbolistas es notorio
y a Inglaterra se sumó Alemania como nuevo destino para los españoles.
Ya hemos
hablado en otras oportunidades del modelo del fútbol alemán, no vamos a
reiterarnos, pero es insoslayable que la germana es la economía que aún mueve a
la Unión Europea; de allí que sea más razonable ver estadios casi repletos, el
margen de maniobra del aficionado (las entradas tampoco son exorbitantes) es
mayor.
Es peculiar
el caso italiano. Resignó potencia a nivel continental (de hecho, perdieron la
cuarta plaza a Champions) a expensas de tener una economía más ordenada. De
hecho, tanto el Milan como el Inter (ni hablar el Udinese) han apostado por
jóvenes talentos con mucho potencial; más allá de la poderosa Juve (compró a Tévez, Llorente llegó libre) y el Rossoneri con el arribo de Balotelli, las
transferencias más abultadas han sido de salida, en particular rumbo al PSG.
Pastore, Lavezzi, Verratti, Thiago Silva, Sirigu, Thiago Motta, Menez,
Ibrahimovic y ahora Cavani se han trasladado rumbo a la Ciudad Luz. Acá
llegamos a otro punto que ha inflado el mercado del fútbol.
Rybolovlev, el dueño del Monaco |
Los
petrodólares de los jeques árabes, en este caso cataríes, en el caso del City
de los Emiratos Árabes, los ex jerarcas soviéticos devenidos en
multimillonarios en Rusia o Ucrania (antes estaba Abramovich como emblema,
ahora tenemos a Rybolovlev en el Mónaco o a Kerimov en el Anzhi), en una movida
que en unos años terminaremos de comprender, han pagado cifras irrisorias.
Ningún balance se hace sostenible con esos gastos; la competencia se torna
dispar y genera que los otros clubes opten entre pagar lo que no tienen o bien
resignarse y no poder competir. El famoso Fair Play financiero que promete la
UEFA intentará ser un alto a esto.
En este
marco, mercados emergentes con dinero fresco también se suman a una rueda que
no solo es imparable, sino que cada vez se agiganta más y más. Andrei Arshavin fue
tentado para militar dos meses en un club de Azerbaiyán y hacerse con 4
millones de euros; hubiese sido por 60 días el futbolista mejor pago del mundo.
Sí, un talentoso que jamás pudo imponerse de manera regular en el Arsenal.
Este es un
caso extremo, pero otro ejemplo lo tenemos a kilómetros de distancia. Brasil ha
incrementado el gasto en sus equipos y así no sólo logró atraer figuras
(Forlán, Seedorf, D’Alessandro, etc) sino también retener por más tiempo a sus
jóvenes valores. Un peculiar aporte de la televisión y la superpoblacion de
firmas que anuncian en los grandes equipos han generado que la burbuja se infle
peligrosamente. Por el momento, no hay mayores novedades en torno a graves
incumplimientos aunque tampoco se puede dejar de lado que falta un año para el
Mundial…
¿A qué conclusión queremos llegar? Básicamente a
entender que los desmanejos en el fútbol no se dan solo en Sudamérica, o en
Argentina. Evidentemente, los sueldos de los futbolistas son excesivos, pero
antes en la lista de gastos superfluos aparecen otras alimañas que haciendo
poco o nada se llevan las grandes ganancias. Quizás la diferencia entre lo que
ocurre en la mayor parte de Europa y lo que pasa por estos pagos, es que acá al
ser los clubes asociaciones civiles los gastos debieran de ser mucho más
controlados (si funcionarán los mecanismos de control). Si un jeque, o un empresario
quiere dinamitar un club o su fortuna personal con sus gastos, será un problema
de él y de sus accionistas. Acá (o en el caso del Real Madrid, Barcelona o
Athletic Club en España) los dirigentes responden a los socios, los reales
dueños de los clubes. Luego quedarán los debates en torno a la ética de cobrar
fortunas (y pagarlas) en entornos donde hay desahucios, desempleo o trabajo en negro.
Pero será otra discusión, acá alertamos que la maquinaria terminó volviéndose
tan obscena que ya no se soporta a sí misma.
0 Comentarios..:
Publicar un comentario