Anunciada la salida de Tito Vilanova por el recrudecimiento de su enfermedad, llega el momento de decisiones cruciales en Can Barça. La opción elegida por la directiva será clave para el futuro cercano del equipo.
La inesperada
recaída de Tito Vilanova significó
un duro varapalo para el mundo del fútbol. Basta con visitar las redes
sociales, donde se colapsaron las muestras de apoyo
incluso cuando la noticia era apenas un rumor. Pero al
mismo tiempo, el forzado alejamiento obliga a mirar con máxima
atención los pasos que tomará la directiva del FC Barcelona en el
plano estrictamente deportivo. Si bien la elección del sucesor puede tomarse
como una decisión más entre tantas otras y, en este caso
particular, como el tema más importante de las cosas menos importantes (de
hecho lo es), escoger el
nombre adecuado resulta vital para el futuro inmediato del club.
Con este escenario, quien asuma las riendas en Can Barça se transformará en un elemento bisagra para los intereses del equipo en un corto plazo. Tal afirmación está condicionada por una serie de factores que alertaron el dulce viaje perfeccionado por Guardiola alterando fases del recorrido y que llevan a pensar en la necesidad de un hombre que además de continuar con el proyecto del modelo de juego, como sucedió con Tito tras la marcha de Pep, ofrezca también una importante dosis de carácter como base para reafirmar una filosofía con la cual este grupo alcanzó la cima y que, en el último tiempo, amagó con devaluarse.
En este punto, es necesaria una aclaración: la acentuación sobre esta faceta no pretende dudar del carácter que pudiera tener Tito sino de resaltar la trascendencia de este momento del Barça, que acabó la etapa más gloriosa de su historia y, por ende, demanda un perfil de entrenador específico que no distorsione el camino elegido por el club en las últimas tres décadas.
Desde que el presidente Sandro Rosell ofreciera el comunicado donde confirmó la baja de Tito y anunció el nombramiento del próximo entrenador para dentro de unos días, comenzaron a soltarse los primeros apellidos de los posibles candidatos a ocupar el cargo vacante. Joan Francesc Ferrer Sicilia “Rubí”, ex entrenador del Girona que iba a ocupar el papel de segundo entrenador de Vilanova, fue uno de los primeros en salir a la luz por la cercanía con el técnico catalán. En tanto, Luis Enrique, Marcelo Bielsa, Gerardo Martino, Jupp Heynckes y André Villas-Boas fueron las figuras más rimbombantes que sonaron.
Es cierto que siempre resulta tentador imaginar cómo se desempeñaría tal o cual técnico en el prestigioso banco del Barça, pero hoy se intenta destacar la relevancia que conlleva una decisión de este tamaño. Decisión que, por otra parte, adquiere una influencia diferencial si se tiene en cuenta la historia contemporánea del club, cuya filosofía viene rodando desde que Laureano Ruiz primero, y Rinus Michels después, sentaron las bases allá por 1976. Más tarde, Johan Cruyff jerarquizó la idea, Louis Van Gaal la sostuvo, Frank Rikjaard la recuperó y Pep Guardiola la perfeccionó. Ellos se erigen como los puntales más claros que elevaron en el tiempo un modo de vida gracias a la creencia en un modelo de juego que supo diferenciarse del resto aún cuando los resultados no eran los esperados.
La apuesta por Tito le dio sentido a los procesos anteriores. Tras su marcha, la cúpula dirigencial del Barcelona deberá meditar detenidamente el siguiente paso. Aunque parezca exagerado, de esta decisión depende que el club retome la senda que deslumbró al mundo en los últimos 5 años. Los aspectos que desembocaron en la desnaturalización del juego del equipo deberán corregirse en el campo, pero Rosell y Andoni Zubizarreta deberán ser conscientes que la llave para lograrlo se encuentra en los despachos. Ahora la pelota la tienen ellos.
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