Figura polémica y controvertida. Talentoso y goleador dentro del campo, al límite fuera de él. Fascista confeso, es un emblema de la Lazio de Italia. Un recorrido por la carrera del delantero que también pasó por Escocia e Inglaterra. Hoy se dedica a la dirección técnica y tiene un gran desafío por delante en el Sunderland de la Premier League.
“Es
él o yo”, parece haber planteado David Miliban, vicepresidente del Sunderland,
ante la contratación del nuevo entrenador para el equipo. Él, Paolo Di Canio, se
ganó su lugar en el centro de la escena y no sólo por su clase dentro del campo
de juego. Él, un fascista confeso, tendrá su primer gran desafío como DT, y su
llegada a los Gatos Negros –a tono con toda su carrera- estuvo marcada por la
polémica.
Controvertido, insolente delante de los micrófonos, nunca pasó
inadvertido. Amado y odiado por igual, en su adolescencia se peleaba con la
policía, como jugador se agarraba a piñas con los técnicos y como técnico se
agarra a piñas con los jugadores. Dueño de dos de los pies más exquisitos que haya
dado el fútbol italiano, su falta de profesionalismo minó su carrera pero al
mismo tiempo lo convirtió en uno de los pocos futbolistas pasionales de su
generación.
Nació y se crió en Quarticciolo, un suburbio en las afueras de Roma donde se
apilan las casas construidas por y para la clase trabajadora. Su infancia no
fue nada fácil, aunque le sirvió para forjar el carácter que lo llevó hasta los
equipos más grandes de su país. El pie plano y los varios kilos de más, que le
valieron el mote despectivo de “palloca” -algo así como bola de grasa- lo
convirtieron en el blanco de las cargadas de los demás chicos. Y su bufanda
celeste en un barrio lleno de tifosi de la Roma no ayudó a calmar los ánimos.
Jugó un año a préstamo en el Ternana, de la Serie C2, cuando tenía apenas 18, y
retornó a la Lazio, con el que ascendió a la Serie A. A pesar de su buen nivel,
que lo llevó a Nazionale sub 21, las cosas entonces no marchaban del todo bien:
sus ataques de pánico recurrentes resquebrajaban su conducta y su temperamento
lo enfrentaba con las autoridades de todos los clubes en los que jugaba. Pasó
por Juventus, Napoli y Milan; ganó una Copa UEFA, un Scudetto y una Supercopa
UEFA; discutió con Giovanni Trapattoni y mandó a la mierda a Fabio Capello,
entonces técnicos de la Juve y el Rossonero, respectivamente.
"Los demás jugadores deberían pagar por verlo entrenar", dijo Redknapp |
Apuntado como un bárbaro en
Italia, mudó su clase al fútbol británico. Primero a Escocia, al Celtic, donde
fue elegido mejor jugador de la Liga, y luego Inglaterra, al Sheffield
Wednesday, al West Ham y al Charlton. Fue posiblemente con la camiseta de los
Hammers donde mostró su mejor versión y donde cosechó su único título al conquistar
la ya inexistente Copa Intertoto, una mera etapa clasificatoria de la Copa UEFA.
La actitud que le valió el premio Fair Play de la
FIFA
En Londres recibió un premio que contrasta con su carrera desbordante de
peleas: el Fair Play de la FIFA 2001, tras negarse a convertir un gol mientras
el arquero del Everton, Paul Gerrard, se retorcía lesionado en el piso. Este
reconocimiento tiene un valor agregado, ya que tres años antes Di Canio había
sido suspendido por once partidos por mandar al piso al réferi Paul Alcock, en
un duelo entre el Sheffield y el Arsenal.
“Se desplomó como un payaso borracho”, recordó Di
Canio años más tarde
Más pintoresco fue lo que ocurrió en el 2000,
cuando el árbitro no cobró ninguna de las tres faltas que le cometieron
los defensores del Bradford dentro del área y, desconsolado, le pidió el cambio
a Harry Redknapp, su técnico, no sin antes dedicarle unos cuantos vaffanculo al
réferi. Finalmente siguió en el campo y protagonizó otra escena de teatro
italiano al discutir con Frank Lampard acerca de quién debía ejecutar un penal.
Finalmente lo pateó Paolo, quien no conforme por convertir el gol corrió hasta
la mitad de la cancha para increpar nuevamente al entonces joven mediocampista.
Aquel día el West Ham remontó un partido épico y se impuso por 5-4. En el
equipo, además de Lampard, había otros jugadores que luego de convertirían en
figuras a nivel mundial, como Rio Ferdinand y Joe Cole.
Los penales que el árbitro no vio y el insólito
pedido a Redknapp
En 2004 revolucionó la
ciudad de Roma al volver al club de sus amores, la Lazio. Para los laziales, la
figura de Di Canio era comparable a la de Francesco Totti para la Roma pese a
haber jugado poco tiempo con la camiseta celeste y, además, de haber recalado
después en otros clubes grandes. Fueron dos años de amor que terminaron
–como no podía ser de otra manera- con una pelea: del otro lado del ring (de la
mesa, en este caso) miraba desorientado Claudio Lotito, presidente del club.
“Estábamos en un restaurant, mi enojo fue creciendo y empecé a gritar como un
loco; tiré la mesa y comencé a revolear todo lo que estaba al alcance de mi
mano. De golpe el lugar estaba lleno de cosas que volaban: platos, botellas,
tenedores…”, recordó años más tarde en Il Ritorno, su libro autobiográfico.
Di Canio y Totti nunca tuvieron una gran relación |
Sus vínculos con el
fascismo, exhibidos sin pudor en su piel e incluso dentro del campo de juego,
corrieron muchas veces el eje de su carrera futbolística. En 1989, con apenas
21 años, anotó el gol del triunfo en el clásico ante Roma y no tuvo mejor idea
que festejarlo con el saludo romano de cara a la tribuna. El gesto se repitió
otras tantas veces, casi siempre frente a rivales apuntados como “enemigos” para
la ultraderecha italiana: a “los zurdos” de Livorno les dedicó el gesto en
2005, y ese mismo año volvieron a sufrirlo “los judíos” de la Roma.
Pero mientras su brazo extendido generaba rechazo a nivel mundial, el jugador
consolidaba su condición de ídolo para los hinchas laziales, que tienen en los
Irreducibili -de los que Di Canio formó parte en su juventud- a su ala más
radical. Para poner dos ejemplos, en 1998, durante partido ante la Roma, los
ultras colgaron una bandera con la inscripción “Auschwitz es su tierra, los
hornos son su casa”, y tres años más tarde, frente al mismo equipo, colocaron
otra del mismo calibre: “Equipo de negros; hinchada de judíos”.
En su bíceps derecho lleva tatuada la palabra "DUX" (Duce en latín) |
“Estamos en democracia y yo
estoy orgulloso de ser romano, así que festejé el gol con el saludo romano como
lo hacían Marco Antonio y Adriano dos mil años antes que Mussolini. Además hay
que tolerar cada cosa: algunos hablan maravillas de Fidel Castro cuando Cuba es
la cárcel a cielo abierto más grande del mundo, donde los opositores aún
desaparecen, y me vienen a romper las pelotas a mí por cómo festejo los goles,
cuando jamás tuve un incidente racial contra nadie. A uno que dice ser
comunista nadie lo acusa de los crímenes del pasado comunista, pero si uno dice
que es de una extrema derecha democrática pasa a ser un monstruo”, se defendió
el delantero con descaro.
Paolo fue uno de los primeros, pero no el único futbolista en tender el brazo
en una cancha. En los días pasados tomó notoriedad Giorgios Katidis, del AEK de
Atenas, como en 2010 lo hizo Mauro, otrora crack de Vélez y menor del clan
Zárate, quien posiblemente lo haya hecho para caerles simpático a los muchachos
de la Curva Nord.
"Soy fascista, no racista", se defendió el delantero |
Si en su plenitud, ante la pregunta de por qué
usaba los pantalones tan ajustados, contestó que lo hacía “porque necesitaba
hablar con los músculos de sus piernas”, para el 2008 éstas ya no le respondían
de la misma manera. Por eso decidió dejar la actividad profesional tras dos
temporadas vistiendo los colores azul y blanco del Cisco Roma, de la cuarta
categoría italiana, donde marcó poco más de una decena goles.
Di Canio y el saludo romano, postal de la Lazio |
Se alejó tres años del ambiente del fútbol y en 2011 volvió en su nueva versión
de director técnico. La mejor y no tan jugosa oferta le llegó del Swindon Town,
de la Ligue Two inglesa (cuarta categoría). Y aceptó.
En un principio los resultados fueron irregulares, aunque logró reconocimiento
tras el triunfo obtenido ante el Wigan, de la Premier League, por la tercera
ronda de la FA Cup. El foco -en esta etapa mucho más que en la anterior- estuvo
lejos de la pelota: a los seis meses en el cargo se agarró a piñas con Leon
Clarke, delantero y flamante figura del plantel (llevaba solo once días en el
club), tras una derrota ante el Southampton por la Carling Cup. “Clarke no
jugará más mientras yo sea el DT”, sentenció Di Canio. Y así ocurrió: una
semana más tarde el atacante quedó libre, aunque tan mal no le fue, ya que se
incorporó al Chesterfield, de una categoría superior.
Di Canio vs. Clarke, a las trompadas en el túnel
Poco más de un año tuvo que
pasar para que una nueva bravuconada ganara las portadas de los diarios. Fue
cuando incineró a Wes Foderingham, arquero de su propio equipo, de tan solo 21
años, al sustituirlo a los 20 minutos de partido ante el Preston por
considerarlo responsable de los dos goles que le habían metido (finalmente el
encuentro terminó 4-1). La bronca no terminó ahí: en conferencia de prensa, el
DT aseguró que no veía “nada malo en cambiar a un arquero, sobre todo si se
trata de Wes (Foderingham) y no de Petr Cech, (arquero checo del Chelsea)”, y
luego agregó: “Nadie lo quiere porque mide 1.81 cm y en el fútbol inglés todos
quieren arqueros de 1.99, como el puto arquero del Preston”.
De todas maneras, y a pesar del escepticismo inicial por su adhesión al
fascismo –que provocó el alejamiento de los sponsors-, Di Canio se ganó el
corazón de los hinchas, sobre todo por haber logrado el ascenso a la Football
League One en 2012 pero también por otros gestos como ofrecer dinero de su
bolsillo para contratar refuerzos o como comprar pizza para 200 voluntarios que
quitaron la nieve del campo del Swindon en la previa de un partido ante
Shrewsbury (que finalmente terminó con victoria por 2-0 para los locales).
Don´t go Di Canio. El DT dejó el Swindon y fue tentado por el Reading |
Di Canio dejó el Swindon en febrero de este año
tras sostener una relación tirante con los nuevos dueños del club. La soga se
cortó cuando los dirigentes vendieron al striker Matt Ritchie al Bournemouth,
un rival directo. “Rompieron su promesa”, explicó entonces el coach.
Las vacaciones duraron poco. El Sunderland oficializó en las últimas horas su contratación como reemplazante de Martin O´Neill. Su llegada al club no pasó desapercibida: si bien el presidente del club, Ellis Short, destacó el carácter de Di Canio; el vice, David Miliban –también exsecretario de Relaciones Exteriores del gobierno británico-, dejó su cargo por estar en desacuerdo con las “expresiones políticas” que el italiano manifestó en el pasado.
Por delante lo espera un verdadero desafío. Los Gatos Negros marchan a un punto de la zona de descenso y acumulan una racha de ocho partidos sin triunfos. Paolo tendrá su propio torneo de siete fechas ante los rivales directos por la permanencia, y uno de ellos será nada menos que el Aston Villa, con el que ya tuvo un duelo personal el año pasado por la Copa de Liga, cuando ocupaba el banco del Swindon: la prensa local interpretó en aquel entonces los gestos del DT como un augurio de descenso para los Villans, él explicó que en realidad trató de reconocerles a sus fans “que habían estado brillantes, por encima de los de Aston Villa”.
Las vacaciones duraron poco. El Sunderland oficializó en las últimas horas su contratación como reemplazante de Martin O´Neill. Su llegada al club no pasó desapercibida: si bien el presidente del club, Ellis Short, destacó el carácter de Di Canio; el vice, David Miliban –también exsecretario de Relaciones Exteriores del gobierno británico-, dejó su cargo por estar en desacuerdo con las “expresiones políticas” que el italiano manifestó en el pasado.
Por delante lo espera un verdadero desafío. Los Gatos Negros marchan a un punto de la zona de descenso y acumulan una racha de ocho partidos sin triunfos. Paolo tendrá su propio torneo de siete fechas ante los rivales directos por la permanencia, y uno de ellos será nada menos que el Aston Villa, con el que ya tuvo un duelo personal el año pasado por la Copa de Liga, cuando ocupaba el banco del Swindon: la prensa local interpretó en aquel entonces los gestos del DT como un augurio de descenso para los Villans, él explicó que en realidad trató de reconocerles a sus fans “que habían estado brillantes, por encima de los de Aston Villa”.
“Ganarle al Aston Villa sería mejor que tener
sexo con Madonna”, había dicho Di Canio antes del partido
El partido ante Chelsea, en Stamford Bridge, no
significará únicamente su debut en la Premier; será también el inicio de un
nuevo capítulo en la novela de un personaje que siempre dará que hablar.
Por Leandro Cócolo Seguir a @lcocolo
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