Desde abajo comenzó a forjar una carrera intachable. Habilidoso y un artista con la pelota en sus pies, este brasileño es uno de los jugadores que marcó el compás de los años noventa. En La Coruña llegó a su máximo nivel. Recordamos a un talentoso que por actitudes extrafutbolísticas no llegó a algo más en su carrera.
Brasil nos tiene
acostumbrados a sacar futbolistas de una calidad extraordinaria. Jugadores que
más de uno quisiera tener en su equipo. Y uno de los tantos brasileños que se
encargó de embellecernos y enamorarnos, cada vez que tocaban una pelota allá
por los noventa y los primeros años del nuevo siglo, fue Djalminha. Un verdadero
crack que por algunas indisciplinas no llegó a subir ese escalón que lo hubiese
llevado a ser uno de los grandes futbolistas de la historia. Pero igualmente se
encargó de dejar un buen recuerdo. Magia,
lujos y jogo bonito.
Cuando tenía solamente cinco años, un tal Pelé le pintó en su horizonte un
gran futuro en el fútbol. Y seguramente por ese motivo a los 16 años
Djalminha –hijo de Djalma Dias, una gloria de Brasil- fue citado por `O Rey´ para formar
parte de una selección de veteranos para
un partido amistoso. Y cómo le sirvió. En ese encuentro se destacó y comenzó a
demostrar que tenía cualidades para ser un artista con la redonda en sus pies.
En el Flamengo... cuando todavía era un purrete |
Esos noventa minutos le abrieron las puertas del Flamengo, que no dudó en adueñarse
de sus rabonas y de sus tacos. Desde 1988
hasta 1993 permaneció en el
Fla, y en su estadía consiguió un Campeonato Estatal y una Liga, además de
participar en 53 cotejos y
marcar 35 goles, un gran vestigio para un joven de 23 años. Pero luego de
esos cinco años tomó una decisión bastante rara. Prefirió irse del Flamengo y
recalar en Guaraní, equipo
donde jugó 33 partidos y rompió las redes en 31 oportunidades. Registros
increíbles para un mediapunta, que no solía ser delantero. Igualmente esos números
no impidieron que Djalminha fuera cedido al Shumizu
Pulse de la Liga Japonesa, donde jugó 11 partidos y se anotó con 13 goles.
De vuelta en su país, luego de su loca experiencia japonesa, el crack
brasileño se posó en las filas del Palmeiras.
Con compañeros como Rivaldo,
Cafú y Luisao –entre otros-
logró formar uno de los mejores equipos del continente. Aunque solamente estuvo
un año -1996/97- y ganó
una Liga, pudo afianzarse como jugador y alcanzó la madurez que le faltaba
para dar el gran salto a Europa. Además el equipo de Sao Pablo ayudó para que
la selección de Brasil contara
con sus servicios en la Copa América de 1997, donde se consagraría campeón tras vencer a Bolivia que era el
anfitrión.
En el Palmeiras encontró la madurez para irse a Europa |
De ahí en más dio el paso
que le faltaba. Armó las valijas y se llevó su magia a La Coruña, en España. Lo
esperó un Deportivo que había contratado, meses antes, a Rivaldo como una de
sus figuras claves pero que en el último día del mercado de pases el Barcelona y todo
su poderío se lo llevaron al Camp Nou. Entonces el mediapunta tenía en su
espalda la marca de ser el traspaso más caro de la historia de los
Blanquiazules –lo adquirieron por 1.500 de pesetas- y además ser el sucesor de
Rivaldo. Y mal no le fue. En
su palmarés en el equipo de Galicia ostenta la Liga BBVA (1999-2000), la Supercopa (2000), la
Copa del Rey (2001-2002)–recordada porque se la ganó el Real Madrid, el día del centenario madridista y en el Bernabéu- y la Supercopa del año
2002. En éste lugar se recibió como jugador, y vivió sus mejores años.
Ídolo en Galicia. Con el Deportivo consiguió cuatro títulos |
Pero no todo fue color de rosas en su paso por La Coruña. Djalminha
también es recordado en España por tener algunos comportamientos que no son los
ideales para un jugador de fútbol. Peleas en los clásicos contra el Celta y un cabezazo al entrenador en unapráctica matutina, luego de un penal cobrado en un picadito de
entrenamiento, le firmaron la
sentencia de salida hacia el Austria de Viena, donde solamente estuvo una
temporada, jugó diez partidos marcó nueve goles y se anotó la Liga de ese país. Pero
la mala relación en el DT y sus compañeros lo hicieron volver, al término de su
cesión, al Depor. Igualmente nunca volvió a ser el mismo y decidió marcharse hacia el América
de México que sería su última casa antes de su retiro en 2004. Fueron cinco los encuentros que
disputó con las Águilas y selló tres goles.
En toda su carrera brilló en el equipo que le tocara jugar. Sea por un
año o por seis se encargó de dejar huellas en cada club que pisó. Si bien como
internacional (estuvo presente en 14 partidos con la selección) nunca
fue indiscutido, llegó a ser un jugador que se caracterizó por su juego
vistoso, sus buenos regates, sus lujos -que le salían naturalmente- y también
por algunas indisciplinas que no le permitieron crecer aún más. Djalminha fue
sin dudas uno de esos magos del fútbol que marcaron una tendencia en la década
del noventa. Hoy juega en el futsal del Deportivo la Coruña.
Imposible olvidarlo, gratificante recordarlo.
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