El color y las particularidades de ver un partido en la
cancha del mejor equipo del mundo. Muchos turistas, poco ambiente y en el campo
un conjunto de ensueño. Qué combinación.
Que la ciudad y la gente en Barcelona esté enfundada con los colores blaugranas no es una novedad ni un indicio de que vaya a jugarse un partido. Es que tantos los catalanes como los turistas han tomado a este equipo como bandera (de diferentes cosas) y así las banderas, camisetas y merchandising vario inundan la vista por lo general en la ciudad condal. Sin embargo, hay función en el Camp Nou y poco a poco hay pequeños indicios. La Rambla se puebla de miles que quieren conseguir un ticket; es que el juego promete: el Barsa puede alcanzar ante el Celta su mejor arranque histórico en Liga y Messi, de reciente paternidad, alcanzar o superar a Pelé como goleador en una sola temporada.
El Metro en dirección a Les Corps es una fiesta de
nacionalidades. Hablantes de italiano, francés, inglés y varios más se dirigen
al estadio. Qué gran negocio que fue para Nike patrocinar al Barcelona...es que
no se ven casi hinchas que se dirijan a la cancha sin algún tipo de distintivo.
Quedan aún más de dos horas para el pitazo inicial y en los alrededores del
Camp Nou ya hay una multitud.
Pero eso no es sinónimo de fiesta, jolgorio, o las
imágenes que uno asociaría de antemano
con un partido de fútbol. Por el contrario, los únicos cánticos que se escuchan
son de 15 aficionados del Celtinha, que viajaron desde Vigo (con entrada y
todo) por alrededor de 100 euros para ver al conjunto recientemente ascendido.
En la charla con ellos se empiezan a desvelar algunas de las peores
características del fútbol español. "No perder 6-0", "con un 1-0
en contra nos vamos contentos", "no venimos a ganar, venimos a
intentar competir" y frases similares se repiten en menos de cinco
minutos.
Los aficionados disfrutan de una tarde en el Camp Nou |
De hecho, dentro del grupo vigués, hay dos hinchas que
también son aficionados del Barcelona."Aquí no venimos a ganar, te vienes a disfrutar del
espectáculo, tomarte unas cervecitas, ver un estadio tan imponente y eso".
Si bien la disparidad entre los grandes y el resto siempre existió en España
-con excepciones en épocas muy particulares- la llegada de la TV y el fútbol
globalizado terminó por cercenar las chances competitivas reales de los más
chicos.
De cualquier forma, la fiesta sigue para los gallegos.
Recuerdos para Gustavo López ("la gente no se olvida tío"), cantos
para quien deberá marcar a Messi y resistencia para con Gustavo Cabral
("vale, que se podría mejorar un poquito") son algunos de los tópicos
que aparecen.
Falta una hora y media y las puertas no están abiertas
todavía. El micro, con vidrios polarizados y de última gama, pasa con los futbolistas
culés y es la señal de que queda cada vez menos para el comienzo del match.
Camisetas de muchos equipos ingleses se ven en las calles, y es que aquellos
que no optan por llevar algo del Barsa, se visten con sus colores de origen. De
la misma manera, banderas mexicanas, uruguayas e israelíes pintarán el panorama
en las gradas.
El himno del FC Barcelona comienza a sonar mientras los
equipos salen a la cancha. Piel de gallina y miles de flashes apuntando al
campo. Xavi muestra su premio Príncipe de Asturias y Messi la Bota de Oro.
Todos los ojos (incluso más de lo
habitual) están posados en él, sin embargo Leo no tendrá su tarde.
El silencio que acompaña las acciones es muy particular.
Cada tanto se aplaude, un cambio de frente, un pase hacia Víctor Valdés o alguna
genialidad de Iniesta o Xavi. Luego de que los 200 gallegos ubicados bien
arriba agitaran el clima, comienzan a bajar algunos cantos de los catalanes.
Más testimoniales que otra cosa. Por otro lado, ¿podría jugar un equipo como lo
hace este con un ambiente de furia y descontrol en las tribunas?
Los goles comienzan a aparecer y el juego se anima un poco
más. El Celta trata de dar batalla con sus mejores armas y aquellos que
vinieron a ver una goleada se olvidan de esa chance. Sin embargo el Barsa
ganará...muchos comienzan a irse a los 30 del segundo tiempo y se perderán el
momento en que el Camp Nou se quedó con el corazón en la boca: es que Messi
hace gestos de mucho dolor y se toma la rodilla. De goma como es, termina por
levantarse y hace de cuenta que no pasó nada. Es final y vuelve a sonar el
himno del Barcelona; el Camp Nou se vacía a una velocidad asombrosa. Sin ser
una función estelar, los de Tito Vilanova volvieron a sumar de a tres y le
regalaron un momento de felicidad a toda esa gente que los fue a ver.
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