El aura de intocable que durante mucho tiempo acompañó a Fernando Niembro ya no existe. El escándalo en torno a su productora y el gobierno de Mauricio Macri lo dejó en offisde y ya nada volverá a ser igual para el candidato a diputado por el PRO.
Fernando Niembro es un obstinado obsesivo, psicológicamente encadenado a su soberbia. Sin el mínimo rastro de pudor ante sus banquetes de chivos, preguntas-centros y, ahora, aparentemente, beneficios económicos de manera ilícita, él ahoga en su mente a cualquier indicio de autocrítica, tal como El Jefe Bromden lo hizo con R.P. McMurphy en Atrapado Sin Salida.
Fernando Niembro es un obstinado obsesivo, psicológicamente encadenado a su soberbia. Sin el mínimo rastro de pudor ante sus banquetes de chivos, preguntas-centros y, ahora, aparentemente, beneficios económicos de manera ilícita, él ahoga en su mente a cualquier indicio de autocrítica, tal como El Jefe Bromden lo hizo con R.P. McMurphy en Atrapado Sin Salida.
Niembro es hincha de Niembro, fanático de Niembro, creé que solo Niembro tiene razón y solo toma como relevante la opinión de Niembro. Cualquier objeción ante su palabrerío mayormente adquirido por fuerzas mayores es brutalmente ignorada por su ego. Para él, no merece ni siquiera su mirada de desprecio. Los que no piensan como Niembro, para Niembro no existen.
Niembro nos subestimó a todos y a cada uno. Su constante veneración hacia sí mismo lo cegó de ver qué tan explicitó y banal fue todo este tiempo. Con esa sonrisa cómplice, apretada entre sus mejillas avejentadas y su rasurado filtro de nariz, esbozaba su venerante apegue a su impunidad mediática, la cual estaba construida sobre bases frágiles y quebradizas. Las huracanadas corrientes de la vida política la derrumbaron. Y hoy Niembro esta despojado de esa aura neutralizante que parecía irradiar en las transmisiones de fútbol.
Niembro fue sinvergüenza en su accionar, pero necio en su planificación. Se creyó su propio cuento. Se tragó su propio simulacro. Seguramente, el comentarista va a esquivar cualquier proceso judicial. Ni hablar de que personalmente olfateo como utópica la idea de que siquiera pise una cárcel. Pero su reputación está herida. Y a diferencia de una crítica en un foro o una puteada frente al televisor, este daño es superficial. Niembro sabe que ninguna faceta de su trayectoria ni ningún apadrinamiento corporativo pueden rescatarlo. Que ya no es rentable ni para su "amigo" Mauricio Macri. Niembro es un bono que pierde valor mientras corren los minutos.
Trepó a los negocios mediante la escalera del periodismo. Aprovechó sus escasas intervenciones extrafutbolísticas para mimar al capitalismo, llegando incluso a embanderarse en él. Tendrá que tragarse sus propias palabras: en un sistema donde todos somos prescindibles, la exposición negativa de Niembro hoy lo convierten en el rey de los sustituibles.
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