En el primero de los partidos de cuartos de final de la Copa América, Chile venció por 1 a 0 a Uruguay con un gol de Isla a poco del final, y accedió a las semifinales del torneo que lo tiene como anfitrión. En la Celeste, de pálida imagen, se fueron expulsados Cavani y Fucile.
El partido se preveía tal y como se terminó dando. Un equipo protagonista absoluto, arriesgado, ofensivo, y otro más amoldado al juego del rival, priorizando la cobertura de espacios y el roce físico.
Fue el triunfo de la propuesta generosa. Chile fue amplio dominador del partido, fiel a su estilo en todo momento y recibió su recompensa por eso. Enfrente tuvo a un seleccionado que presentó lo opuesto, que optó por la especulación y la pierna fuerte. Cada equipo se llevó lo que merecía.
Es curioso pensar qué habría pasado si el remate de Carlos Sánchez que se fue apenas desviado iba adentro, o si Uruguay lograba aprovechar algún contragolpe. De haber sucedido eso, seguramente el discurso predominante hoy en el mundo del fútbol sería la alabanza al gran planteo de Tabárez. Por suerte, para el juego, eso no pasó.
Lo de Uruguay fue muy mezquino. Su plan consistió en cerrarse atrás, no dejarle espacios al rival, defenderse bien cerca de Muslera y, quién sabe, por ahí embocar alguna pelota suelta, o aprovechar un error en la salida desde el fondo chileno. Cavani y Rolan, quienes en la teoría debían ser los atacantes uruguayos, frecuentaron zonas de la cancha que no conocían. Alcanzar el arco rival, para ellos, era una utopía.
La otra cara de la moneda fue Chile, comprometido con su juego ofensivo y ambicioso. No cedió nunca el dominio, aunque le costó generar situaciones claras, supeditado por el empecinamiento defensivo de su rival. Falto de inspiración en los últimos metros, pudo romper el cero en el marcador cuando todo parecía destinado a definirse en los penales. El gol fue obra de los dos mejores de la cancha: Valdivia hizo una pausa mágica e Isla perforó la muralla charrúa.
También hubo tiempo para las incidencias y el delirio de la gente. Cavani reaccionó a una repudiable acción de Jara que el árbitro no vio, y se fue expulsado. Fucile le entró duro a un rival, se ganó la amarilla y, sumada a la otra que ya tenía, también debió abandonar el terreno antes de tiempo. La última jugada del partido culminó con un remate de Vidal que rozó el gol, y con seis jugadores chilenos en campo rival. Ganando y con superioridad numérica, Chile no renuncia nunca a su identidad y esto, hasta ahora, le está dando sus réditos.
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