En el primero de los superclásicos correspondientes a los octavos de final de la Copa Libertadores, River venció a Boca por 1 a 0 con un gol de penal de Carlos Sánchez a poco del final. El jueves 14, la revancha en La Bombonera.
Ya se habían visto las caras el domingo por torneo local, pero ayer resultaría totalmente distinto. Con aquel triunfo, Boca parecía llegar como candidato a pasar la llave, pero los superclásicos son partidos apartes, y esa no es una simple frase hecha. Es real.
River salió decidido a llevarse por delante a su rival, lo que se reflejó en el campo en el primer tiempo. No le dejó espacios en el medio a Boca para que se pueda asociar por adentro, presionó constantemente tras cada pérdida y volcó sus ataques por los costados. Sánchez y Driussi por los carriles más las subidas de los respectivos laterales, acaparaban la atención tanto de Marín de un lado como de Colazo por el otro. Así, Teo y Mora se movían entre los centrales, y solían quedar mano a mano en todas las ocasiones de ataque del local.
Sólo la falta de puntería de los de Gallardo mantuvo en cero el marcador. Boca, por su parte, no se encontró nunca con su juego en esos primeros cuarenta y cinco minutos. Impreciso con la pelota, sin tiempo ni espacio para asociarse, con sus delanteros más empecinados en marcar que en ser marcados, los de Arruabarrena no encontraban el rumbo.
Ya en la segunda mitad, y tal como se preveía, la presión de River menguó. En ese escenario sí pudo comenzar a desplegar su juego Boca, aunque muy lejos del nivel que alguna vez supo demostrar. Suele pasar en este tipo de partidos, que se viven como si no hubiera un mañana, que ambos equipos arriesguen muy poco, y este no fue la excepción. La más clara del visitante fue la de Calleri cuando iban segundos de la segunda mitad, aunque su remate fue desviado por el arquero Barovero.
Pasaba poco, Boca retrocedió cada vez más y pareció que se conformaba con el empate en cero. Hasta que, en una mala salida desde el fondo de Gago, la pelota le quedó a Martinez en el área. Superó a Marín y este último, de manera infantil, lo tomó de la cintura desde atrás, cuando Burdisso ya llegaba para marcar al volante de River. El árbitro cobró penal, Sanchez lo cambió por gol y el partido se terminó. Sólo quedó tiempo para que Delfino expulsara a Teo Gutiérrez.
Suele confundirse actitud con mala intención. Alguien que, sin chances de robar la pelota, levanta el botín con el fin de impactar en la pierna de un colega, no es un jugador con temperamento. Que no se mezclen los conceptos.
Ganó River por la mínima. Fue mejor que su rival y se llevó un triunfo que vale mucho de cara a la revancha a jugarse en La Bombonera. No recibió goles de visitante y le alcanzará con sólo empatar en el segundo partido para lograr el pase a cuartos. Episodio dos de la trilogía, para los de Núñez.
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