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Morir antes que traicionarse

Matthias Sindelar luchó por sus principios con una pelota de fútbol en medio de una época plagada de sangre. Hitler no lo perdonó y su vida se extinguió en medio de las dudas, pero vale la pena su recuerdo.  




Hubo una época en la que el fútbol de Austria, el de su seleccionado nacional específicamente, era uno de los más poderosos. Conocido popularmente como el Wunderteam, la Selección de Austria fue uno de los primeros equipos que conseguiría trascender en la historia a pesar de no haber logrado conseguir un título, ya que en el Mundial de 1934, en el que eran grandes favoritos para quedarse con la competición, cayeron derrotados en semifinales ante Italia, en un polémico partido. Liderados en la conducción técnica por el mítico Hugo Meisl, el Wunderteam se movía dentro del terreno en torno a su más grande jugador y seguramente ídolo hasta el día de hoy: Matthias Sindelar, mejor conocido como el Mozart del fútbol.

Nacido en 1903, Sindelar se crió en el seno de una familia judía. Fanático del fútbol, paso los primeros años de su vida pegado a lo que sería su gran amor: la pelota. Delantero centro, fue admirado mundialmente por su gran técnica y capacidad para retroceder y manejar el balón a gusto, convirtiendo una gran cantidad de goles pero también asistiendo a sus compañeros.

Pasada ya la mejor época del Wunderteam, que no se pudo coronar con el triunfo del Mundial 1934 por un escandaloso arbitraje frente a la anfitriona Italia, el nazismo se había implantado en Austria. Hitler entendió la necesidad de construir un fuerte seleccionado alemán para demostrar su presunta superioridad también en el deporte, por lo que, de cara al Mundial 1938, comenzó a reclutar y usar a los mejores jugadores de Austria, a excepción de Sindelar, quien había eludido las convocatorias para partidos amistosos argumentando una supuesta lesión.

El 3 de abril de 1938, meses antes de la realización del Mundial de Francia, Hitler diagramó un encuentro entre Alemania y Austria, a modo de despedida del Winderteam, ya que sus jugadores pasarían a representar al país nazi. Con el führer en el estadio, se preveía que los jugadores del equipo austríaco no opondrían resistencia, y el triunfo sería alemán. Pero en cancha había un emblema, un ídolo, alguien que era admirado por el pueblo de Austria y aún, en tiempos oscuros, brindaba esperanzas: Matthias Sindelar, quien llevaba la cinta de capitán en aquel último partido del mítico equipo de su país.


En la primera mitad de aquel encuentro, Sindelar se cansó de eludir rivales, aunque falló siempre que estuvo frente al arquero. Algunos dicen que hizo esto en tono de burla. Sin embargo, en el segundo tiempo la cosa sería distinta: en la primera chance que tuvo el delantero austríaco, anotó un golazo de vaselina, pero lo anecdótico vino después. En la celebración, Sindelar se paró frente al palco donde se encontraba Hitler, y lejos de brindarle un saludo respetuoso, el jugador se puso a bailar ante el hombre más temido del universo en aquella época. El choque finalizaría 2 a 0 a favor de Austria, y para Sindelar significaría su retirada, tanto del fútbol como de su vida cotidiana, ya que sabía que Hitler lo buscaría para matarlo luego de su gesto.

Finalmente, la actuación de la Alemania Nazi en el Mundial de 1938 fue decepcionante, ya que quedó eliminada en la Primera Ronda a manos de Suiza. Meses más tarde del fracaso, el 23 de enero de 1939, fue hallado sin vida en su departamento el cuerpo de Matthias Sindelar junto al de Maria Castagnola, pareja del jugador. Su muerte era inminente, el de Austria sabía que tarde o temprano lo encontrarían y lo asesinarían. Si bien las causas de la misma se desconocen, tiene sentido que, tras lo argumentado anteriormente, él y su pareja hayan decidido quitarse la vida. En su momento, se dijo que ambos fallecieron por intoxicación de monóxido de carbono, tal vez para que sus fieles seguidores no se enorgullezcan aún más de su ídolo de haber sabido que este había optado por suicidarse antes que ser asesinado ferozmente. 

Lo cierto es que Matthias Sindelar, el Mozart del fútbol, prefirió morir con sus principios bien puestos antes que vivir habiéndose traicionado a sí mismo. Más de 15 000 admiradores del jugador coparon las calles de Viena para saludar al gran héroe de Austria, el hombre que, sin más armas que una pelota de fútbol venció, por lo menos por un instante, al temido Hitler.

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