Un clásico debe tener una serie de condimentos que lo
distinguen de cualquier otro partido del fixture de un certamen. Dientes
apretados, ganas de ganar y temor a una derrota, pierna fuerte y ritmo
vertiginoso, juego y lucha, gran clima en las gradas y si es posible una
definición emotiva en los minutos finales. Todas esas condiciones se cumplieron
ayer en una nueva victoria de Sunderland sobre su rival más acérrimo, Newcastle
United.
Las intenciones de uno y otro fueron tan opuestas como sus
propios sentimientos. Newcastle fue quién intentó ganar siempre en base al buen
pie de sus mediocampistas y al desequilibrio en el mano a mano de Ayoze Pérez y
Moussa Sissoko en el ataque. Sunderland, sabiéndose inferior en lo individual
apostó a un compacto esquema defensivo sin resignar jamas a la posibilidad del
contraataque con Steven Fletcher, Jordi Gómez y Connor Wickham como
abanderados. Así, los de Alan Pardew eran los dueños del terreno y del balón y
los de Gustavo Poyet esperaban el turno para obtener rédito a alguna contra
recurriendo a una defensa rígida y a un mediocampo voluntarioso para intentar
aguantar la embestida del local.
Dentro de este panorama, fue Sunderland el que llevó más
peligro al arco defendido por Jan Alnwick pese a contar con menor posesión del
balón y estacionarse más cerca de su arco que del área adversaria. Wickham tuvo
dos chances claras en el juego aéreo y Fletcher estrelló un zurdazo en el
travesaño tras un majestuoso pase de Sebastián Larsson que lo dejó delante de
Alnwick. Newcastle solo respondió con real peligro en un derechazo de Pérez que
pasó cerca del palo izquierdo de Costel Pantilimón, dentro de un primer tiempo
de alta tensión y mucho roce.
El complemento tuvo
más ritmo. Sunderland se adelantó unos metros en el inicio y Steven Taylor
debió jugarse la vida –y su rostro que chocó contra el poste derecho del arco-
para evitar el gol de Fletcher tras un centro a la boca de la portería de
Wickham. Tras el cuarto de hora, Pardew buscó respuestas ofensivas con el
ingreso de Adam Armstrong en reemplazo del intrascendente Yoan Gouffran y las ‘Urracas’ fueron a la carga en busca de la
victoria con Sissoko y Sammi Ameobi como abanderados de la creación para comenzar a convertir a Pantilimon en una
figura fundamental evitando el gol de Pérez volando hacia el ángulo izquierdo para
enviar al córner un balón que prometía sacudir la red.
La media hora final tuvo a Newcastle como dominador y al
rumano Pantilimon como figura absoluta conteniendo uno tras otro los intentos
de la ofensiva local. Sunderland solo tiró un golpe en medio del dominio de los
de Pardew cuando Adam Johnson desvió su remate de cara al gol tras desairar a Fabricio
Coloccini luego de un gran pase de Wickham. Probablemente se trató de un aviso
que Newcastle, ya con Papiss Cisse
en cancha en reemplazo de Cheick Tioté, en una clara actitud ofensiva no supo interpretar debidamente.
Cuando los diez minutos finales parecían encaminar el
partido a un injusto empate sin goles, Sissoko sacó un derechazo sublime que se
colaba en el ángulo derecho pero las manos del gigante Pantilimon –tanto por su
estatura como por su actuación- le quitaron el grito de la boca al moreno y se
lo entregaron a Johnson que un minuto después, tras la ejecución del tiro de
esquina rival, armó un contraataque basado en la velocidad propia y en la inocencia
ajena –Sissoko y Paul Dummett pudieron y debieron cortar con una falta táctica
en su propio campo- para terminar
recibiendo delante del arco la asistencia de Will Buckley y sentenciar el
partido en el instante final con un violento zurdazo goleador.
Ya no hubo tiempo para la reacción y Larsson pudo aumentar
con Newcastle jugado al ataque. Un triunfo concretado en los pies de Johnson pero gestado en las manos de
Pantilimon le daba la cuarta victoria al hilo los Gatos Negros sobre su máximo
rival, alejando los fantasmas de la zona de descenso por un rato y causándole un
serio dolor de cabeza a las Urracas en su búsqueda de un lugar en competencias
continentales.
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