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El día que la pelota pudo más que las balas

Hace ya 100 años la Primera Guerra Mundial estaba en pleno auge, pero esto no impidió que soldados de dos bandos diferentes frenaran la batalla para festejar Navidad y se terminaran de unir gracias a una pelota de fútbol.





Hubo un día en el que una pelota bastó para anteponerse a una guerra. Hubo un día en el que, quienes semanas anteriores se asesinaron a balazos, se unieron para celebrar. Hubo un día en el que los soldados desobedecieron a sus superiores, arriesgando su vida. Hubo un día en el que olvidaron sus diferencias culturales, físicas, intelectuales, morales y todos fueron hermanos, unidos para celebrar. Ese día, el 24 de diciembre de 1914, fue el día en que un partido de fútbol le puso freno, por un momento, a la feroz Primera Guerra Mundial.

La misma se encontraba en pleno auge. El 28 de junio de 1914, el archiduque de Austria, Francisco Fernando, fue asesinado en Sarajevo, capital de Bosnia-Herzegovina, a manos de un grupo terroristas serbio. Este hecho fue el que terminó de llenar el vaso de una relación que venía plagada de conflictos por las luchas del poder político, económico y territorial del continente entre el Imperio austro-húngaro, respaldado por Alemania, Bulgaria y el Imperio otomano, y los Aliados, quienes sus principales protagonistas fueron las tropas de Serbia, Rusia, Francia y Gran Bretaña, aunque luego recibieron apoyo de muchos sectores del mundo, uno de ellos fue Estados Unidos.

Inglaterra en un principio intentó hacer de mediador, pero al ver que los alemanes ignoraron su petición, declaró su guerra contra los germanos. Los ejércitos de ambos países se estaban por enfrentar, ambos se encontraban en sectores de Bélgica, y la masacre era cuestión de tiempo. Los soldados de ambos bandos estaban agobiados de frío, temor y dudas. Debiendo responsabilizarse por conflictos imperialistas, de los que ninguno de ellos tenía intereses o beneficios, los ejércitos sabían que, justo para la fecha en que se celebra el nacimiento de Jesús, ellos podrían estar disputando una feroz lucha por su vida. Pero hay veces que los más débiles, cuando se juntan, resultan ser más fuertes aún que quienes tienen el mando. 

Fue así que, el 24 de diciembre de ese mismo año, el primero de la guerra, alemanes e ingleses se encontraban sólo a metros de distancia. Los primeros, increíblemente, comenzaron a entonar, todos juntos, cánticos populares de Navidad. Los segundos, aunque no entendían el idioma pero sí el tono de la canción, se unieron y comenzaron también a tararear, en su lengua natal, lo mismo. En un momento dado, los enemigos, que hasta ese momento se estaban buscando sólo para matarse entre ellos, se encontraban cantando la misma canción.

Todo eso pasó hasta que uno de los integrantes de los bandos salió de su refugio y se dirigió, con las manos en alto en señal de paz, hacia sus enemigos. Pronto todos entendieron el mensaje y, tiempo después, alemanes e ingleses se encontraban juntos intercambiando bebidas, cigarros y comida, con la llegada de la Navidad como excusa para poner alto al fuego.

Pero ese día sí hubo un enfrentamiento. Claro que este fue puramente lúdico, ya que ambas tropas disputaron un partido de fútbol entre ellos. Si, por un momento, esos pobres soldados pudieron disfrutar un día entre tanto horror, y una pelota los unió, dejando a un lado, aunque sea sólo por un momento, las diferencias. Así fue como, desobedeciendo órdenes que venían de superiores, los dos bandos decidieron, esa Navidad de 1914, acordar una tregua, con celebración incluida.

Hay quienes dicen que aquel partido terminó 3 a 2 a favor de los alemanes, resultado opuesto al del final de la Guerra. De todas maneras, la conclusión de aquel encuentro fue lo de menos. Este increíble suceso, que el 24 de diciembre del vigente año cumplirá un siglo, demuestra cómo una pelota es capaz de unir, dejando de lado cualquier tipo de diferencia.

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