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Las razones de un resultado lógico

Chelsea derrotó a Liverpool 2-1 en Anfield y continúa desfilando por la senda del triunfo, constituyéndose en el líder exclusivo de la Premier League y en el único invicto del torneo, habiendo superado ya a los habituales pesos pesado de la Liga  en el recorrido que le presenta el fixture de la primera rueda del torneo.

Parece que no hay como vencer a este Chelsea más compacto que vistoso que ha visitado Etihad, Old Trafford y Anfield sin derrotas, que sólo ha dejado cuatro unidades en el camino, que hoy ha superado el golpe de un gol tempranero de su rival de turno, que va por la temporada con la comodidad de sentirse superior a cualquiera y de manejar los momentos de cada partido casi a su antojo, incluso cuando quiere  correr riesgos para reservar energías.

Una nueva victoria martillando la pared con la paciencia del que sabe que la va a derribar. Golpeando de a poco hasta demoler al rival y dejarlo sin chances, incluso entregándole el balón para que muestre su propia ineficiencia, su falta de sorpresa, sus errores en el mercado de pases de verano. Un nuevo éxito derivado de la firmeza defensiva, de la habilidad de Eden Hazard, de la sorpresa de los laterales, de la eficiencia de su mediocampo, del esfuerzo de Oscar, de la seguridad de Thibaut Courtois y de la contundencia de Diego Costa. Los ingredientes no cambian, cambian las formulas. Cuando Cesc Fábregas no puede ser eje del juego lo es Nemanja Matic, cuando Branislav Ivanovic no puede sorprender llegando por el lateral izquierdo lo hace César Azpilicueta por el izquierdo, cuando la rueda de auxilio del equipo no es Willian lo es Ramires, cuando el gol no llega por abajo se elabora por arriba y si en algún momento todo esto no genera las diferencias necesarias aparece Diego Costa pero también Didier Drogba. La maquinaria funciona siempre, las piezas encastran perfectamente más allá de sus nombres, con más eficiencia que fisuras y la estadística muestra a la claras su eficacia con doce jugadores de todas las líneas de juego –exceptuando al arquero-llegando al gol en esta edición de la Premier.

Del otro lado la contrapartida. Un sistema con fisuras en todas las líneas, demasiado anunciado, sin magia y por sobre todo sin peso ofensivo. El activo mercado de pases de Liverpool ganó en cantidad pero perdió en calidad. ¿Cómo puede ser esto si sólo partió Luis Suárez como nombre relevante? Así es, la sola partida de un hombre que le entregó 31 goles a su equipo en la 2013/14, sumada a la lesión de Daniel Sturridge que lo tendrá afuera hasta fin de este mes, le ha causado al equipo de Brendan Rodgers un problema enorme que no puede resolver: darle propósito a todo lo que el equipo crea en los primeros setenta metros del campo.

Utilizando los números y los nombres para explicar lo que sucede, Suárez a esta altura de la temporada anterior había marcado 8 goles en sólo 6 partidos, dando la ventaja de cumplir cinco partidos de suspensión en las primeras jornadas de la campaña. La misma cantidad de goles pero en 11 juegos había marcado Daniel Sturridge para  un Liverpool que era animador. Hoy, con Adam Lallana sentado en el banco de relevos, con Mario Balotelli vestido con una camiseta roja con el número 45 deambula por los laberintos de su mente como un espectador de lujo de cada partido de su equipo, con Rickie Lambert lejos de adaptarse a las diferencias entre su nuevo equipo y aquel Southampton, con Lazar Markovic siendo sólo una opción y con Divock Origi, una incorporación que hoy necesitaría en sus filas, a préstamo en Lille, este inofensivo Liverpool es parte de un lote de irregulares  equipos que se alejan fecha a fecha de cualquier aspiración al título y sólo ha marcado 14 tantos en 11 jornadas, un par menos de lo que habían marcado entre Suárez y Sturridge en el mismo período del torneo anterior.

El regreso de Sturridge es esperado con los brazos abiertos como parte de una solución necesaria para un Liverpool que a esta altura ve con dudas su ingreso entre los primeros cuatro del certamen y sólo cuenta con la ayuda de la impericia de sus rivales en la segunda sección de la tabla de posiciones como empujón para creer que puede escalar a los puestos de Champions League. En Stamford Bridge todo es tranquilidad. El cielo de Chelsea es despejado y el horizonte deslumbra en esperanza, mientras los demás buscan su mejor forma sumergidos en situaciones que sólo dejan de ser críticas por las realidades ajenas, que emparejan el presente  de varios clubes que en otros momentos valorarían esta campaña como un rotundo fracaso con casi tres cuartos de temporada por delante.

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