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La leyenda del equipo araña

Chelsea ganó el duelo londinense a Arsenal con la misma parsimonia y contundencia con las que transita la actual edición de Premier League en lo más alto de la tabla de posiciones cediendo sólo dos puntos en siete fechas, inmovilizando y engullendo poco a poco a sus rivales de turno.

Gran cantidad de especies arácnidas cazan a las presas de las que se alimentan mediante un sistema bastante particular en el que la misma presa, por error o accidente, cae en las redes de la paciente y atenta araña que, esperando con sus patas extendidas para captar las vibraciones en la tela emitidas por aquella presa desesperada por zafarse, sale rápidamente en su búsqueda para tomar a la víctima, inyectarle el veneno letal y presenciar pacientemente su autodestrucción para luego engullir el puré resultante de la actuación del líquido inyectado en su interior.

José Mourinho ha pergeñado un equipo que bien podría compararse con estas especies arácnidas. Un conjunto parsimonioso, paciente, que espera el adormecimiento de su víctima en las mieles de un juego que parece parejo pero se juega como él quiere, que enmaraña a su adversario entre su redes de presión constante en los tres cuartos de campo para luego inyectarle el veneno en forma de movimiento del balón de un sector a otro del campo para ir llevándolo contra su arco y cuando ve a la víctima indefensa, sin posibilidad de respuesta y convertida en su mínima expresión recurre al paso final para convertir en goles su trabajo anterior y alimentarse de los  puntos necesarios para sostener con firmeza el liderazgo del certamen y entregar a los demás la sensación de que pueden convertirse en sus próximas presas.

No es sencillo minimizar el juego de posesión de Arsenal a un equipo común y corriente que sólo pudo crear una chance de gol en los 90 minutos y que nunca pudo adueñarse del balón y menos aún del control de las acciones. Menos  sencillo es ganar cada encuentro creando pocas chances de gol más que los goles que se han convertido y, encima, convertirse de este modo en justos ganadores, eludiendo cualquier probabilidad de pensamiento sobre un triunfo basado en la suerte o el accidente.

Chelsea tiene todas las características necesarias para compararse con esa araña letal. Las tiene en un Cesc Fabregas que teje los hilos de la telaraña mortal con la colaboración de un polivalente Nemanja Matic, las posee en la envenenada presión de los tres jugadores, con los nombres que usted quiera, que juegan por encima de aquellos dos, las tiene en la velocidad y la habilidad de Eden Hazard para correr a la captura de su presa y las encuentra en su máxima expresión en Diego Costa, que es el espíritu mortal del arácnido, el que mata y el que engulle, el que necesita esa chance que le permite el entorno para coronar el asesinato, el que todo lo que toca lo convierte en gol.

Los ‘blues’ ganaron 2-0 con un penal de Eden Hazard, que el mismo generó, y un golazo de Diego Costa, cerca del final, tras un maravilloso pase de Cesc Fabregas desde su propio campo y alcanzaron los 19 puntos sobre 21 posibles manteniéndose arriba con tanta eficacia como opulencia. Los números indican 21 goles a favor y 7 en contra, con un promedio de tres tantos marcados y uno recibido por juego, el máximo goleador del torneo, Diego Costa con 9 anotaciones y el máximo asistente, Cesc Fabregas con 7, como datos propios que asustan por sí solos y dan una idea cabal del poderío del equipo de Stamford Bridge. Chelsea ya se perfila como el rival a vencer y hasta ahora nadie fue capaz.

De Arsenal, de su intrascendencia, de su falta de poder ofensivo y de un Arsene Wenger, más preocupado por entrar en la telaraña de un provocador Mou que de observar lo que le estaba ocurriendo a su equipo dentro del campo, no vale la pena hablar demasiado. Sólo fue una víctima más del mortífero y letal equipo araña.

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